Clasificación: NC-17
Aclaraciones: Esta es una historia original, por tanto sus autoras tienen todos los derechos reservados sobre sus personajes. Sin embargo, existen aportes de cultura Pop que pertenecen a sus dueños.
Los lugares representados en la historia existen.
Advertencia: (I)Aunque existen alusiones a prácticas peligrosas, y las mismas existen, no se recomienda copiarlas o efectuarlas, simplemente se muestran aquí como material informativo.
(II)Las organizaciones mencionadas si existen, y los abusos contra los animales mencionados, también ocurren, y SON un delito.
Gracias por sus comentarios!!
Cuando llegó la mañana, Ulisses tenía la boca seca y la cabeza con una pesadez característica. Pero no bebería agua o el resultado en su estómago iba a ser peor. Suspiró y tanteó a su lado al sentir lo frío del lecho. Devlin no había dormido allí.
Se sentó y escrutó todo a su alrededor. Claro, ¿cómo no iba a estar el rubio furioso si él llegaba borracho y con ganas de pasar de todo y echarse a dormir? No iba a esperar que Devlin lo acurrucara contra su pecho y le diera los buenos días como si nada.
—Ah… qué imbécil me porté —masculló revolviendo sus cabellos. Aún con pesadez, se levantó de allí poniéndose sus pantalones para no andar tan revelador. No sabía si Harry al fin se había quedado a dormir, o si Dev iba a estar en casa. ¿Tendría trabajo el domingo? Esperaba que no, no podría soportar todo el día con la culpabilidad en su pecho.
Salió al pasillo y buscó cual espía en cada habitación. Encontró al pelirrojo aún durmiendo en una de ellas, así que cerró con cuidado para no perturbarlo. Había sido un buen amigo al llevarlo de vuelta a casa dado el estado en el que se encontraba.
Pero de Dev nada. ¿Y si en verdad ya se había ido? Bufó y volvió a enmarañar sus greñas matutinas, caminando hasta la sala.
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Devlin cruzaba la calle con una bolsita de croissants recién horneados, Tenía gafas oscuras para proteger a sus ojeras de las miradas indiscretas, y apenas le dio un vistazo a Arty cuando éste lo saludó, ese día El Oso sólo trabajaba hasta medio día.
Sus cejas se juntaban sobre el puente de la nariz cuando se detuvo ante la mole de acero y cristal que era su edificio, Hasta el piso ocho la forma era recta, como de un gran acuario, luego de allí hasta el piso quince, la estructura adquiría la forma de una pirámide escalonada. Devlin sólo tenía un vecino de piso que vivía al otro extremo del pasillo. Arriba de él Lady Rootwood ocupaba un nivel para ella sola, dando pie al segundo escalón de la exclusiva pirámide.
De allí los pisos de iban angostando hasta que el catorce y el quince eran un impresionante loft de dos pisos con una vista que robaba el aliento. Incluso muy a lo lejos se podía observar alguna cúpula del London Eye. A Devlin le había gustado mucho el loft de la buhardilla, pero no tenía espacio para terraza. Sólo el piso ocho gozaba de ese privilegio, y no iba a cambiar sus tomates y especias por la depresión que le causaba la vista de la masa de dióxido de carbono flotando sobre la ciudad.
En ese momento sin embargo, su mente estaba concentrada en otra cosa. Como su teléfono celular, a través del que Santiago le hablaba con calma, usando esa voz profunda que Harry llamaba “amansa bestias”.
—Haré lo que me pides Dev. Hoy mismo.
—Si no, ya me cansé, busquemos algo más pequeño. Y luego que en edición lo cuadren. Pero quiero salir del asunto de la pista ya o ya.
—La idea de que te subas al final del video a un Lear me agrada.
—Me puedo subir a una avioneta si quieres, pero terminemos con eso ya, ¿vale?
—¿Y lo de la portada? Mañana es la sesión.
—Shit…
—Vaya con el niño malo y grosero—. Santiago lanzó una breve risita. —Te apuesto que estás de pie frente a tu edificio con cara de “me han echado de mi casa”. Da la cara Dev, si no lo quieres más ahí, pues sácalo. Ofrécele una alternativa para que no digan que los británicos no son hospitalarios, claro. Pero sácalo de toda esa mierda que te estás formando en la cabeza.
—¿Así de transparente soy?
—Y mucho más. Pero tenía que pasarte alguna vez. Te recomiendo subir, y de paso enviarme a mi pelirrojo. No quiero que te desquites en la cama con él. Ese pequeño hoyo me pertenece por el momento.
—…Santiago… —El tono fue de advertencia.
—¿Qué? No te imaginas lo que la gente llega a hacer cuando está vulnerable.
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Ante lo infructífero de su búsqueda, Ulisses decidió bañarse y cambiarse para quitarse el sueño y la resaca. Se sentía ansioso y sabía que era por la ausencia de Devlin. ¿Por qué a veces hacía cosas buenas que terminaban siendo un desastre? Su poca tolerancia al alcohol era un grave problema en esos momentos.
Salió a la terraza y miró el panorama de la ciudad mientras tenía el móvil en la mano. ¿Debería llamarlo?, ¿y si no le contestaba? De todas maneras qué iba a decirle “Eh Dev, siento haber llegado borracho y tan tosco que merecía una patada en el culo?”
Bufó de nuevo y se apoyó en la baranda. La ansiedad lo hacía querer saltar de allí. Odiaba cuando hacía cosas como esas, no le gustaba enfadar a nadie.
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Lo cierto era que el rubio venía haciendo cuentas. Ya había sumado los minutos en los que se ocuparía del desayuno con los minutos que gastaría en el estudio, y los minutos que usaría para pedir algo ligero de almuerzo.
Y claro, los minutos que usaría para dormir.
Todo eso daban muchas horas, horas en las que ese domingo estaría lejos del modelo porque no lo iba a sacar de su casa, él había tomado la carnada de Harry, ahora se aguantaba las consecuencias.
El lunes sería un día fácil. No tenía planes especiales y sólo quería ir un rato al cine. El martes grabarían y si los dioses eran buenos con él, su apática y feliz vida estaría de vuelta para el miércoles.
Abrió la puerta cuando empezó a sumar los minutos que podría gastarse en las entrevistas de Mtv, y los minutos y horas que usaría para revisar los mecanismos de la plataforma giratoria a usar en su gira. Muy al estilo U2, pero es que las buenas ideas siempre se copian.
Dejó el paquete y se lavó las manos en el lavaplatos con el jabón líquido para la loza. Tres enjabonadas y se las secó. Quería un té distinto ese día, pero no estaba de humor para cocinar ¿Se vería muy grosero decirle a sus huéspedes que se sirvieran ellos mismos?
Ulisses escuchó ruidos y entró de la terraza al notar el movimiento en la cocina. Cuando se dio cuenta de que era el rubio, guardó su móvil y caminó hacia allí como perrito regañado.
—Hola…
A Devlin se le cerró la garganta al escuchar esa voz grave entintada de algo de dulzura. Su taquicardia por ansiedad empezó a anunciar su llegada.
—Buenos días, ¿dormiste bien?
El joven ladeó un poco la cabeza y casi olió esa ansiedad. Se acercó y se apoyó en la barra, clavando la mirada en el diseño de la madera.
—Anoche me porté como un estúpido al llegar así. Y encima me metí en tu cama y… —frunció el ceño—, perdón. Me he portado como el peor huésped.
Devlin se decidió a mirarlo acompañando el gesto con una de sus sonrisas de respaldo: un arte que había reemplazado su sonrisa forzada en caso de tener tiempo para pensarla. —No te preocupes, con Harry esas cosas pasan. Es mejor que yo como anfitrión. Además debes aprovechar para conocer antes de que debas volver a tus obligaciones—. Tomó la bolsa y puso el contenido en un plato.
Aquello le supo mal al modelo. ¿O sea que al rubio le daba lo mismo? Se irguió un poco y asintió, no sin notar una punzadita en su pecho. Claro, aquello era como despertar del bello sueño o fantasía o lo que fuera. Él se había emocionado un poco… bueno, bastante, si tenía que ser sincero. Pensando en lo duro de separarse del rubio, de cómo iba a tomar ahora las cosas después de descubrir su atracción hacia el cantante. Pero esas palabras lo situaban en su sitio: sólo era un empleo más y pronto iba a finalizar. Quizá Devlin ya no lo quería cerca.
—Quizá —murmuró alejándose un poco—, de todas maneras… lo siento.
Devlin lo miró un momento sintiendo el silencio como gel cayendo de todas partes hasta cubrirlos. Por eso odiaba involucrarse sentimentalmente. Él no había nacido para eso, era célibe por propia elección y un buen día él mismo se había provocado que le bajase un dios griego a complacerlo de varias formas.
Si se arrepentía o no, era algo que aún no sabía. Ulisses le gustaba mucho, era su tipo, sus ojos verdes le encantaban, sus cejas oscuras, gruesas, masculinas eran expresivas y eso le agradaba. Y su cuerpo… parecía amoldarse a cada capricho de Devlin.
Y por dentro, era dulce, tenía convicciones y estaba demostrando ser sensible a la frialdad. Pero algo era cierto, y es que desde que había ocurrido el primer incidente con la cena informal en el salón, parecía que el mundo de Ulisses se había reducido a Devlin. Y eso le aterraba, por eso lo había obligado a salir con Harry, y ahora descubría que le molestaba no estar seguro de nada, ni de sus sentimientos, ni de los de Ulisses (en los que no podía confiar mas allá de las palabras que se dicen en medio de la pasión, dada su verdadera orientación sexual), ni de qué pasaría con él cuando se separaran.
Él no era un cobarde, eso sí, podía ser muchas cosas, célibe, maniático, depresivo, inseguro, un lisiado emocional, pero no era cobarde, y no era de caballeros maltratar a la gente porque se te daba la gana. Dejó su taza sobre el mesón y alcanzó a Ulisses hasta ponerle una mano en el hombro.
—No te disculpes. No hay nada por qué disculparse —Quiso abrazarlo pero se contuvo, no era el momento ni la ocasión y su Reglamento de Contactos Físicos para Cada Ocasión se lo prohibía estrictamente.— Ésta es tu casa mientras estés aquí. Y eres joven, no debes pedir disculpas porque las personas mayores… yo, no consideramos esencial ese estilo de vida ya. Eres tú y tu vida. Haz lo que quieras sin pedir perdón Ulisses—. Le apretó el hombro. —Es tu momento Ulisses, aprovéchalo porque luego no volverá.
Cerró los ojos, ni él sabía lo que quería decir con esas últimas palabras, pero le salieron del corazón.
El joven se quedó quieto al sentir la calidez de esa mano en su cuerpo. Apretó los puños y cerró los ojos un momento, antes de girarse y verlo fijamente, de frente.
—Hablas como si fueras un anciano y yo un bebé. ¿Dónde quedó la responsabilidad por tus actos? Si pido disculpas es porque puedo sentir que te ofendí de alguna manera y eso es algo que me llena de ansiedad —le tomó la barbilla y se acercó otro poco—, me agrada estar contigo, es como encontrar al fin un lugar en el que simplemente soy, sin todo el ruido exterior. Sé que suena increíble y que no sabemos demasiado acerca del otro, pero… —le acarició la mejilla con el pulgar antes de seguir con aquel conjunto de palabras. Medio sonrió y lo soltó, bajando la mirada.
Devlin lo retuvo de la mano—¿Pero…? Si me vas a decir algo dímelo todo de una vez, por favor.
Ulisses levantó de nuevo su mirada y apretó la mano del rubio.
—Te quiero —sus mejillas se encendieron—, te has metido dentro y… —volvió a desviar la mirada ante la idea de verse como un idiota encandilado—, no quisiera que todo esto terminara.
Devlin lo miró fijo, estaba helado por dentro, ¿cómo creerle? ¡Era tan joven, tan inexperto, tan encantador! Era fácil confundir una cosa con otra y él no le prodigaba esa tranquilidad de la que hablaba. Era su entorno, su estilo de vida, pero no Devlin mismo. No podía darla si ni siquiera la sentía él.
Sin embargo, su cuerpo reaccionó y abrazó a Ulisses. No podía hacer nada más, no podía asegurarle que también lo quería porque el modelo no lo conocía, si supiera sus manías, sus errores, lo férreo de sus convicciones que no admitían cuestionamientos, lo negado de su corazón para abrirse, entonces correría lejos.
—Me gustas mucho Ulisses—. Le dio un beso en el cuello y lo estrechó muy fuerte contra su cuerpo. —Me gustas y me gustarás así decidas mañana que estás desperdiciando tu vida a mi lado y que quieres volver a ser el de antes.
El joven cerró los ojos al sentir el abrazo y el contacto. Era increíble cómo su cuerpo reaccionaba lanzándole miles de sensaciones. Alzó sus manos y las pasó por la espalda del rubio, besándole los cabellos.
—No podría ser tan cruel —susurró bajando con su nariz por la frente y frotándola con la nariz de Dev—, no doy un paso sin pensar en lo que conlleva. Y estoy consciente de lo que estoy haciendo… porque es la primera vez que mi pecho se siente de esta manera.
Devlin no aguantó más y lo besó, un beso suave que poco a poco se fue haciendo desesperado aunque no sabía por qué, uno de esos besos donde no tenía tiempo ni cabeza para meditar por qué hacía lo que hacía.
—No quiero pensar Ulisses— Abandonó sus labios mientras varios hilos de saliva se rompían en la distancia —A veces mi cabeza me vuelve loco, me duele imaginar, y no quiero, no quiero pensar, no quiero saber si haces algo que no sea conmigo, si haces más cosas que conmigo, no quiero…
Ulisses jadeó ante ese beso, la boca de Devlin lo reclamaba sin miramientos y él no podía hacer más que complacer, atender a su llamado y perderse en su suavidad. Sus ojos chispearon al escuchar lo que el rubio decía, así que lo tomó de la cintura pegándolo a él mientras su boca regaba besos en su barbilla.
—Puedo ser muchas cosas… pero no infiel. Si estoy contigo tendrás la certeza de que eres el único… el único ¿me oyes?
—El único, soy el único— Repitió el rubio entre besos. —¡Necesito tanto poseerte Ulisses! Necesito que seas mío, ahora.
El modelo volvió a besarlo y asintió halándolo hacia el sofá. Algo dentro de él le decía que quería ser de Devlin en todo sentido.
—Hazme tuyo —le mordió el labio—, enséñame… quiero complacerte.
Devlin le dio un nuevo beso y le quitó la camiseta antes de recostarlo en el sofá. El también se quitó la camisa a desquite de algún botón que rebotó sobre la madera reciclada del piso e hizo eco a los suspiros de ambos hombres que no dejaban de besarse y de tocarse.
El cantante quitó los jeans del modelo y al bajarlos repartió besos en los muslos y las pantorrillas hasta llegar a los tobillos, donde se entretuvo besando el hueso que resaltaba y que era tan erótico cuando estaba unido a unos pies largos y de dedos delgados. Postró su rodilla en el piso y miró a Ulisses como si fuera un caballero rindiéndole honores a su Rey. Se sentía lleno de fiebre y de deseo, deseo por esa boca de labios generosos y que sabía besar muy bien. Quería verla convertirse en una “o” perfecta a causa del placer que él le proporcionara, quería que lo besara, lo lamiera, lo chupara y le agradeciera una vez más por mostrarle de que otra manera podía manifestarse el placer.
Y quería que esa boca suspirara por él. Total y profundamente. Quería ser su remanso de paz y tranquilidad, quería que Ulisses viniera a él cuando la vida lo alcanzara y no tuviera adonde huir, pero quería que viniera a él en calidad de igual, sabiendo que ambos pisaban el mismo terreno y que las condiciones eran las mismas. Que si bien Devlin poseería su cuerpo, Ulisses poseería todo lo que tenía para dar.
No quería ni pensar en dar marcha atrás.
Y no la daría. Su cuerpo no lo soportaría, se acostó sobre Ulisses y se dedicó a besarlo mientras ambas manos acariciaban los mechones de cabello oscuro que olía a su shampoo. Algo erótico y primitivo se encendió en Devlin al saberse que de alguna manera, mientras Ulisses estuviera ahí, él sería el proveedor. Ulisses usaba sus cosas, se bañaba con ellas, dormía en ellas, comía, reía y hablaba ahí, en su lugar, en su espacio…
La idea lo volvía loco.
El joven modelo supo con certeza que nunca en su vida había estado más ansioso y excitado al mismo tiempo. Su curiosidad por probar el placer que Devlin le podía brindar lo encendía a un punto que nunca creyó alcanzar. Esas manos tan varoniles recorriéndolo y esos labios marcándolo como su terreno personal lo tenían con la piel sensible al más mínimo roce. Sus manos fueron bajando por la fuerte espalda del rubio, sonriendo al sentir lo definido y fuerte de la superficie, tan diferente a un cuerpo femenino, pero para nada desagradable. Aunque sabía con certeza casi exacta, que nunca iba a sentirse así con otro hombre. Ni con otra mujer. Aquello era algo especial. Sus dedos aletearon y bajaron a la cintura, metiéndose con firmeza dentro del pantalón y apretando un poco el nacimiento de las nalgas.
—¿Ahora si dejarás que te lo quite? —susurró buscando ya el broche.
Devlin le acarició la mandíbula con la punta de la nariz: — Puedes hacer lo que quieras dulzura, soy tuyo.
Ulisses sonrió y tras tomarlo con firmeza de la cintura, lo giró para dejarlo a él boca arriba sobre el sofá. Se colocó a horcajadas y le observó con la intensidad que se observa a una presa. Y una presa bastante sexy a su parecer, tanto que sus manos no se frenaron en acariciar los pectorales donde los pezones ya estaban saludándolo con alegría. Descendió y sus labios atraparon uno de los eufóricos montículos, mientras sus manos iban serpenteando hacia el abdomen, desabrochando y bajando la tela que cubría lo que quería conocer en todo su esplendor.
Devlin se apoyó sobre los codos para acariciar esa cabeza, su mano lo desplazó hasta que la boquita se apoyó sobre el más sensible de sus pezones, le gustaba como lo lamía, parecido a como si fuera una mujer, y en ocasiones le causaba algo de gracia que sus manos trataran de acunar sus pectorales como si fueran una forma turgente. Ya aprendería, Devlin le enseñaría cada cosa que sabía y las que faltaran las aprenderían juntos.
Le levantó la cabeza y lo besó, acomodándolo de nuevo sobre su cuerpo, levantando sus piernas para que sus prendas inferiores desaparecieran para el placer del moreno.
Ulisses gimió dentro del beso cuando sintió que lo único que los separaba de nuevo de sentirse plenamente, era la delgada tela de los bóxers. Por instinto embistió y se apoyó en sus brazos, viendo al rubio con intensidad. Sentir otro miembro restregándose con el suyo era algo nuevo, extraño quizá en un principio, pero descubría con cada roce que no le resultaba desagradable. No podría, ya su miembro daba señal de estar bien arriba y atento.
Descendió de nuevo en busca de sus labios y siguió moviéndose, dejando que Devlin fuera quien decidiera el momento en que deberían quedarse completamente piel con piel.
No pudo detener un par de fuertes gemidos cuando el moreno lo embistió, era un ataque directo a su parte más sensible, se ladeó un poco hasta que los dos quedaron casi frente a frente sobre el estrecho sofá, a un lado, la pared, al otro el amplio vacío del cálido suelo los esperaba.
El rubio lo besó de nuevo, y apartó su pelvis para sacarse la ropa que le restaba, se la mostró y luego con una sonrisa descarada la lanzó muy a lo lejos y sus ojos se dirigieron a su propia erección. Ya que Ulisses lo había decidido, al menos le daría tiempo para que se acostumbrara a lo que se venía.
El joven abrió aun más los ojos y se sonrojó al ver el pedazo de tela agitándose para ir a parar bien lejos. Por inercia siguió la mirada del rubio y contempló al fin en toda su gloria aquella parte de la anatomía del cantante, tan parecida a la suya, pero sin duda diferente. ¿Más grande? Se sonrojó aún más y siguió descarado con la vista fija en ese pedazo de carne. Le dieron ganas de agarrarla… ¿se sentiría igual que la suya?
Su mano bajó entonces y quitó su bóxer para descubrir su propia arma. Saltó como un resorte ansioso, encontrándose de frente con su contraparte húmeda. Se mordió el labio ante el corrientazo eléctrico que aquel roce le provocó. Un gemido profundo no se hizo esperar y las ganas de tomar esos dos falos para comenzar a recorrerlos con sus dedos le estaban quemando.
—Ahhhh…—El medio grito del rubio resonó en el espacio casi vacío del salón cuando Ulisses le pegó. Sus ojos se cerraron automáticamente y sintió que una mano empezaba a tomarlo. No quería eso, sus labios se perdieron entre los cabellos de Ulisses que ocultaban su oreja.
—Aún no dulzura, hoy quiero saborearte y tomarte lentamente… ¿me dejarás hacerlo? —Sus ojos expresaron con seriedad sus intenciones. No sabía como podía aguantar tanto erotismo y no estallar. Lo labios dulces e hinchados del moreno lo llamaban.
Ulisses se detuvo y asintió, apartando su mano para dejarla reposar sobre la cadera. Le sonrió y le besó el cuello.
—Me emociono —le dio una mordidita y luego también buscó su oreja—, dime… ¿qué hago?
Besó esa boca dulce que no dejaba de hablar a pesar del aire que le faltaba, lo echó hacia atrás y lo miró con picardía, iba a responderle cuando sus ojos se centraron en su miembro para verlo por primera vez en su vida en todo su esplendor.
—¡Oh dios!—Y realmente para él era un choque ver aquella potente arma tan parecida a la suya, de un color rojizo debido a lo exultante, y en su estado original, aquella pelvis depilada le confería algo terriblemente erótico, tanto que su miembro pareció levantarse a olisquear el ambiente e ir por si mismo en busca de ese otro macho que lo llamaba de tantas formas.
Acercó su rostro a la zona, sus mejillas queriendo palpar que tan suave era ese lugar, sus ojos queriendo curiosear si solo la pelvis estaba de aquella manera o los modelos realmente se rasuraban en su totalidad.
Besó el vientre y su mentón acarició la zona. Era suave, muy suave y la piel apenas presentaba un tono un poco más claro que el resto ¡Que erótico era Ulisses!
—Mmmmnh —El morenose mordió los labios y apretó la tela del sillón. Esos roces eran matadores para él, sentir esa presencia masculina reconociendo el terreno era algo bastante excitante. —Me estás excitando mucho Dev…
Una risita masculina retumbó en el salón. La charla de cama de Ulisses le parecía encantadora, mientras otros querían sólo sentir, él quería compartir cada pequeña cosa que le sucedía. Besó el sonrosado glande, ancho y puntiagudo y luego pasó la lengua por allí. Quería llegar a un punto específico pero a veces era tan considerado que sentía que tenía que pedir permiso.
El moreno se deshizo ante la sensación. No supo si era porque hacía ya rato desde su último encuentro sexual o que Dev sabía muy bien dónde lamer. Lo cierto es que una de sus manos fue a enredarse en los rubios cabellos para acercarlo más y la otra fue a su propia cabeza, para bajar por su cara hasta llegar a sus pectorales.
—Dev…
Devlin se dejó hacer y dejó que Ulisses explorase lo que quisiera, ya él tendría tiempo de averiguar lo que quería.
El joven comenzó a embestir, elevando las piernas para acomodarse mejor en el estrecho sofá. ¿Por qué no se iban mejor a la cama? allí que era tan ancho y cómodo para retozar y recorrerse por completo.
Devlin tomó una de las piernas y la elevó aún más hasta engancharla en uno de sus hombros, la mirada de adoración que se reflejó en sus ojos fue producto de la expresión de Ulisses, entregada y apasionada, quería más. Devlin le daría todo.
Se agachó y lo besó de nuevo, mordiendo sus labios y luego su lengua, como si se alimentase de ella, sus dedos acariciaron el muslo y luego la pantorrilla para devolverse con la presión suficiente como para que los pequeños vellos de la zona vibraran con su caricia. Su otra mano inspeccionó lo que sus ojos no podían ver aún.
La pequeña zona era muy suave al tacto, y parecía vibrar al simple roce de la yema de su dedo, los párpados de Ulisses también parecían vibrar con cada pequeño toque allí. Lo estaba tentando, retándolo, dejándole el derecho de negarse o pedir que continuase y le diera más.
—¡Ahh! —Ulisses dio un respingo tras unos segundos de ese toque. Nunca había estimulado esa área de su cuerpo para esos menesteres, pero sin duda era curioso. Observó a Dev y sonrió, moviendo un poco sus caderas. Quería seguir.
—Mi chico intenso —Devlin rió y le besó el cuello —¿Quieres que te enseñe?
—Sí —pasó una mano por su virilidad para calmar un poco las ganas que tenía de hacer lo que tuviera qué hacer. Le hacía sentir como un alumno dispuesto ante un profesor muy experimentado —mmm…
Devlin le quitó la mano que trataba de estimularse. Con el tiempo aprendería a sosegarse para que disfrutara más a fondo, aún era muy joven, sólo 22 años y tenía mucho por aprender, a esa edad, nadie podía ser un experto.
Besó la mano de dedos inquieto y luego la desvió hasta que tocaron las nalgas del rubio, un poco más de dirección la llevaron justo a dónde Devlin la quería, cerca a su entrada, lista para explorar ella también.
Las pupilas de Ulisses se dilataron al sentir la dirección de sus dedos. Devlin era sin duda un ser hermoso y estimulante a la vista y el tacto. Entendió sus intenciones, así que hundió sus dedos en esos apretados cachetes y rozó esa área cálida y suave. Su miembro reaccionó por inercia.
Devlin echó la cabeza hacia atrás en deleite sintiendo las sensaciones que Ulisses le prodigaba, aunque el tacto para él era algo inusual quería que Ulisses supiera qué lugar estaba repasado realmente. Se agachó besándolo despacio, tratando de contener a su cuerpo para no emprender una serie de movimientos contundentes con su miembro y sobre el otro.
Las leves cosquillas en su ano eran estimulantes, y hacia que buscara esos dedos más y más, pero él tampoco descuidaba a Ulises, la necesidad de poseerlo, de entrar en ese lugar, de hacerlo suyo era avasallante todavía.
Ulisses siguió frotando, llegando a tantear el meter una falange. No sabía si Dev a ese punto quería tomarlo o ser tomado. Como fuera, notaba aquel lugar apretado y cálido, seguramente delirante al ser penetrado. El calor que sentía en su miembro se regó hasta su propia entrada y tuvo que detenerse un momento para buscar la boca de Devlin.
—En tu cama… —le mordió el labio—, Dev…
—No puedo… no ahora… —Devlin se apoyó un poco contra el dedo que presionaba, abriéndose para él. Era impresionante lo sobre estimulados que estaban sus sentidos. Rápidamente lamió su propio dedo y lo llevó hasta la entrada de Ulisses, forzando, buscando, su miembro cada vez frotándose más contundente contra Ulisses. Sus testículos golpeando, chocándose, estimulándose en un juego se separarse y juntarse.
—¡Ahhh! —Ulisses apretó por inercia, jadeando ante la sensación. Su mente no terminaba de procesar cómo algo tan grande podría entrar en él. Se obligó a relajarse, ayudándose con el tacto del cálido interior del rubio. Su dedo entró otro poco, notando cómo los músculos cedían. Ojala él pudiera hacer lo mismo.
Devlin empezó a reforzar la sensación exquisita de ese dedo explorando al agitarse contra él y moverse más furiosamente sobre Ulisses. Otra vez una necesidad primaria e imperiosa lo avasalló: conseguir el placer que el modelo le estaba dando, olvidando las delicadas estrategias de seducción para después. Ahora sólo quería correrse y dado la velocidad y fuerza que estaba ganando, eso sucedería muy pronto. Incluso su dedo había dejado de insistir pero no el de Ulisses.
El joven notó los rápidos movimientos del rubio, lo suave que era su interior y las ganas que le estaban dando de tumbarlo y penetrarlo él. Si su dedo era ordeñado de esa manera, ya podía imaginar lo exquisito que se sentiría sobre su miembro. Pero se limitó a halarlo para pegarlo a su cuerpo mientras su dedo se adentraba más y se movía más rápido.
Y Devlin se dejó hacer, si fuera un hombre vocal durante el sexo hubiera pedido más a Ulisses. La sensación era prodigiosa, la delgada falange entraba y se revolvía para estimular su parte trasera, mientras la delantera era acariciada enteramente por la piel del moreno.
Se agachó sobre él sin poder evitar que su respiración alborotara los cabellos sobre la oreja, estaba sudando, se sentía resbaloso, y se sentía de maravilla. Sólo quería llegar al lado de Ulisses. Venirse con él, sentir como explotaba su miembro y lo mojaba, pagarle con la misma moneda.
—Se siente bien… ¿eh? —la vena dominante de Ulisses ya se había encendido hacía segundos. Su dedo se enterró más y lo dejó quieto, observando cómo respondía el rubio.
La voz profunda surtió efecto, Devlin levantó la cabeza como pudo y su boca se abrió formando un círculo perfecto de placer, sintió que de su pene salió el contenido entero de una represa mientras su recto se estrechaba contra esa parte del joven que insistía en perforarlo.
Ulisses abrió más los ojos y sonrió de manera lobuna al ver a Devlin en esa expresión. Le encantó y supo que algún día no sería su dedo lo que lograra hacerlo venirse de esa manera. Su dedo había sido succionado y su abdomen completamente manchado por la blanca sustancia. Claro, él aún no se venía y su muchacho seguía firme, con la intención de seguir la fiesta.
—Mmm… eso me lo tienes que enseñar —susurró acariciándole una mejilla con su mano libre.
—¿El qué? —La voz le salió entrecortada. Necesitaba aire y su cuerpo estaba totalmente desmadejado sintiendo la presión dura sobre su abdomen y aquella ardorosa astilla en su trasero.
Ulisses sacó su dedo y besó los labios del rubio, suspirando con fuerza.
—A relajarme para que me lo metas —se sonrojó de escucharse, pero cuando estaba excitado las buenas maneras a veces se quedaban a un lado.
Devlin sonrió —Es mi culpa, creo que me emocioné demasiado, pero ya verás cuando me pueda levantar de aquí, aunque estoy cómodo… mmh podría acostumbrarme a esta nueva cama— Besó lo que tenía al alcance de piel de Ulisses.
—Mmmm… me agrada eso —sonrió—, pero más vale que te levantes luego y sigas con las lecciones, profesor. Tu alumno está deseoso de aprender
Devlin levantó la cabeza para mirar la hora en el reloj del microondas y luego sonrió. Claro que sabía que Ulisses estaba deseoso de aprender, su miembro presionaba aún contra el suyo, pero la carga emocional desfogada del rubio había sido tanta que se sentía débil.
—¿Y mi alumno no tendrá hambre? Hoy no he bebido nada… —y Bajó la mano hasta los hinchados testículos para afirmar sus palabras.
—¡Ohh! —Ulisses echó la cabeza hacia atrás—, mmm… puedo… puedo preparar algo para los dos…
Devlin lo apartó y lo abrazó un ratito.— El desayuno está casi listo, no debes cocinar nada, sólo mantener caliente mi postre especial para que pueda degustarlo más tarde—. Y lo besó de nuevo mientras masajeaba las bolsas llenas, tratando de estimular y aliviar la presión a un tiempo. Su otra mano quitó los mechones de la cara de Ulisses y muy mimoso casi le susurró —¿Sabes que me gusta esta parte de ti? ¿Qué la lleves de esa forma…? Es erótico.
El moreno sonrió y ondeó su cuerpo al tacto del rubio.
—Pues comamos así… un buen té, rica comida y… —su mano apretó la nalga de Dev—, guardo tu postre con ansias…
Devlin se levantó con algo de esfuerzo y se dirigió a la cocina, los croissants se habían enfriado y el té también. Mientras dejaba el micro funcionando fue por una bata para él y otra para Ulisses. Se encaminó despacio a la habitación donde dormía el pelirrojo, Se había acordado de él al ver el número de panes. Esperaba que no se hubiese despertado después de tanto ruido. Aunque con esa media botella de Whisky de la noche anterior lo dudaba.
Claro, su sorpresa fue mayúscula cuando abrió la puerta quedamente y vio que Harry había desaparecido.
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