
Aclaraciones: Esta es una historia original, por tanto sus autoras tienen todos los derechos reservados sobre sus personajes. Sin embargo, existen aportes de cultura Pop que pertenecen a sus dueños.
Los lugares representados en la historia existen.
Advertencia: (I)Aunque existen alusiones a prácticas peligrosas, y las mismas existen, no se recomienda copiarlas o efectuarlas, simplemente se muestran aquí como material informativo.
(II)Las organizaciones mencionadas si existen, y los abusos contra los animales mencionados, también ocurren, y SON un delito.
Gracias por sus comentarios!!
Al fin Henry Poole se sentía más en su territorio, su cuerpo se había aclimatado desde rato atrás y su rostro había recuperado la normalidad. Un leve vistazo en el retrovisor del taxi le había demostrado que su maquillaje seguía intacto… a menos que la luz le diera de lleno en esa parte de la cara.
Tendría que cuidar muy bien dónde se sentaba, aunque el Café del Parque le ofrecía pocas opciones, sobre todo si decidían sentarse al aire libre, y era un perfecto día para hacerlo.
Se acomodó con su estilo de siempre, solo un poquito amanerado, había comprobado que era una carta segura para seducir a un macho que gustara de jovencitos. Y él quería ser seducido ese día. Le sonrió dulcemente a Brandon reconociendo su cortesía al empujarlo levemente por la espalda para indicarle que fuera él quien escogiera la mesa.
Ahora el hombre lo miraba fijamente, sin decir una sola palabra y el mesero no aparecía. Harry se estaba poniendo nervioso.
El escritor sin embargo, se encontraba estudiando cada pequeño rasgo de aquel muchacho. Ya se había dado cuenta del maquillaje y supuso que si estaba allí era porque deseaba ocultar algo. Esperaba que no fuera un golpe o algo por el estilo y aquello fuera más por la vanidad de ocultar un granito quizá. No concebía que alguien pudiera hacerle daño a aquella criatura.
—Este sitio sin duda es muy agradable —se acomodó colocando el rostro sobre su mano—, dime Harry, ¿no te he parecido demasiado pretencioso con invitarte de esa manera a salir?
El pelirrojo apoyó la mejilla en su mano derecha, mirándolo mientras sonreía —Ah sido la mejor invitación que me han hecho. No le mentiré, me tomó por sorpresa en ese momento, pero me siento muy halagado de que usted se acordara de mi Brandon —Cerró sus párpados en un gesto de coquetería y luego los abrió muy despacio —Usted jamás me parecería pretencioso.
El moreno sintió cómo su estómago parecía dar un vuelco. No creía que un chico pudiera ser tan lindo. Realmente Harry tendría que ser extraterrestre o algo.
—Si he de serle sincero Harry, olvidarlo a usted no sólo sería algo imposible… sería un pecado mortal —sonrió sonrojándose de nuevo—, posee usted la receta perfecta de perfección y sencillez dentro de un mundo tan lleno de banalidades.
—Mi querido señor, —En un movimiento atrevido Harry puso su mano sobre la del hombre —No me conoce usted en absoluto, ya verá que le resultaré un poquito banal y bastante corriente. Aunque me gusta que diga esas cosas y no quisiera desmentirlo, soy tal cual lo que ve aquí.
El escritor no se amedrentó por el toque, aunque su pie se movió por instinto, en un tic algo nervioso. Si fuera un perro, su cola estaría sirviendo de abanico a quienes estaban sentados tras ellos.
—Pues yo veo algo muy hermoso —su mano se movió para atrapar los deditos—, debo confesar que me iluminó el día con su mensaje. No soy una persona que salga demasiado…
Harry miró la mano que lo sostenía y sonrió. Luego el tono de voz le encogió el corazón ¿Un hombre como ese no tenía a hordas de muchachitos ávidos de atención tras él?
Parecía imposible.
—Entonces si me lo permite, me gustaría encontrarme de nuevo con usted. Creo que esta tarde será bonita, el tiempo es de lo mejor y debo confesar que me resulta enigmático, me gustaría saber mucho más de usted. —Lo miró a los ojos con intensidad —Sus gustos, sus lugares favoritos, la comida que le agrada… seguro tiene cosas interesantes para contarme y mis oídos siempre estarán ávidos de escucharlo Brandon.
Harry se detuvo un momento, algo en su sistema nervioso se activó para darle una alarma ¿De verdad se creía todo eso, o sólo estaba siendo amable en exceso? ¿De verdad le gustaría saber más acerca de Brandon Hardy? Detalló su rostro, sus ojos almendrados y sinceros, su boca sensual y sus pómulos altos. Reflejaba intensidad y mucha inteligencia. Y además lo había halagado como nadie en su vida.
Harry decidió que si, quería saber todo lo que Brandon quisiera contarle. Sonrió de par en par asombrado por su descubrimiento.
Brandon sintió cómo todo su ser se fundía y luchaba por mantener firme la mano que tenía entrelazada con Harry. Le parecía un sueño que aquel hermoso pelirrojo quisiera saber más de él, que quisiera conocerlo en las pequeñas cosas y compartir momentos a su lado. Realmente no quería despertar… parecía una respuesta justa a sus plegarias nocturnas. Y eso que no era creyente.
—Espero que eso sea compartido, joven Poole —Brandon se atrevió a acercar la mano a sus labios y pasarlos con suaves besos en cada dedito—, nada me encantaría más que pasar tiempo a su lado.
La sonrisa del pelirrojo se hizo más ancha y se deleitó en cada un de esos besitos. Le gustaba la forma sincera de ser de Brandon. Le gustaba que no se andaba con rodeos y que decía lo que pensaba. Era muy distinto a los demás.
—Brandon… tal vez suene mal lo que le voy a decir, pero, usted me inspira en más de un sentido… empezando por ser sincero. Tal vez si me conociera un poco más, entonces yo dejaría de ser una agradable compañía para usted. Sólo soy yo, alguien de 22 años, solo en el mundo, que depende de sus amigos y que muy a las malas acabó sus estudios.
Cerró los ojos, se sentía mal relatar sus fracasos —No soy alguien excepcional, como mi ex novio me recordó hace poco.
El hombre escuchó con atención, sintiendo una mezcla de ternura al sentir lo desprotegido que sonaba al principio. Pero cuando escuchó lo del ex, su ceño se frunció. Ató cabos enseguida y las ganas de estamparle una merecida tunda a ese cretino le llenaron los puños.
—No, no, Harry —besó de nuevo sus dedos—, si alguien osó decirle eso es porque nunca pudo verlo en realidad —clavó su mirada en esos hermosos irises verdes—, basta una mirada profunda a sus ojos para darse cuenta que es usted hermoso. Por dentro y por fuera.
Se irguió un poco y haló levemente al jovencito para acercarlo y poder acariciar su mejilla. Era aún más tersa de lo que imaginó.
—Y no crea que digo esto porque quiera conseguir algo de usted. Lo digo desde el corazón… nadie en esta tierra es perfecto, pero hay algunos que van acercándose —sonrió—, al menos en mi opinión.
—Ojalá yo tuviera tan buena opinión sobre mí como usted Brandon —Y sintió el impulso de refugiarse contra él, un acto ridículo dado el momento, así que su mejilla reposó sobre la mano que lo acariciaba, aún le dolía, pero no lo iba a demostrar. Era claro que él ya sabía que algo había ocurrido por la manera en que había observado su rostro desde que se sentaron.
Brandon supo por la calidez que brotó en su pecho, que ya le estaba entregando todo de sí a ese muchachito. ¿Cómo no hacerlo? Daban ganas de abrazarlo y protegerlo de todo lo que pudiera dañarlo. Su mano se movió de manera suave, acariciando la lastimada piel, pasando el pulgar intentando sanarla con el suave toque.
—Eres hermoso —lo dijo. No iba a quedarse con sus pensamientos.
—Gracias— Lo dijo con sencillez y luego de besarle la parte de la mano que alcanzaba cuando lo acariciaba. No iba a ser hipócrita y desmentirlo aunque él no se lo creyera. Brandon tenía sus gustos y Harry parecía ser como él quería.
Se apartó un poquito cuando un mesero vino desde la puerta de la casona para tomar su pedido.
El moreno se alejó, no sin antes regar otra caricia con ternura. Le sonrió y dejó que aquel joven mesero les diera las cartas. Había cosas bastante saludables y de apariencia deliciosa. No tardaron en ordenar y hacer que el chico volviera a dejarlos en aquella intimidad improvisada, a pesar de estar rodeados de gente.
—Me encanta este parque.
Harry le sonrió mirando a su alrededor— Es como un mini parque dentro de otro, por eso me gusta, este jardín es inmenso y muy verde, no desmerece en nada al Regent’s.
—¿Sería una locura si luego vamos en bote? —sonrió haciéndole ojitos—, yo remo claro está.
Una risita que no pudo ser contenida salió de los labios del pelirrojo, era la propuesta más pueril y encantadora hecha jamás. —Estoy a su entera disposición Mr. Hardy.
En ese momento el mesero les trajo el almuerzo. Todo vegetariano para Harry y todo muy saludable para Brandon.
—Mmmm, Mr. Hardy suena bien —sonrió tomando su vaso, alzándolo para un brindis—, por el comienzo de una buena amistad con altas probabilidades de algo mucho más intenso —rogó porque su sonrojo no se acentuara más
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A Devlin se le había pasado el disgusto cuando vio la carita de Ulisses medio cansado y medio aburrido, pero sobre todo muy hambriento. Le había pedido que le escogiera algo del Buffet mientras le quitaban maquillaje, plumas y demás. Luego del almuerzo lo habían vuelto a maquillar para la contra carátula. Fue un buen trabajo, su disco estaría lleno de pequeños detalles y de Ulisses.
Además le encantaba el maquillaje tornasolado que habían usado en su cuerpo en la tarde. Esperaba que no se lo hubieran quitado porque sus pezones se veían algo hinchados y muy provocativos cuando estaban maquillados.
Al día siguiente no tendrían que levantarse demasiado temprano, no valía la pena además por filmar 30 segundos de video. Se despidió a regañadientes de Simon y tomó a Ulisses de la mano ¡quedaba tan poco tiempo!
—Estaba pensando si no te gustaría ir a comer algo, después podríamos tomarnos un par de copas y salir a divertirnos. Una partida de billar, cine, una exposición… un lugar cálido y reservado para los dos —Le susurró en el oído mientras bajaban por el detestable ascensor. —A menos que estés muy dolorido, claro. En ese caso podemos ir a casa y me ocuparía de ti.
Ulisses le sonrió y se acercó a él, rodeándole la cintura y pegándolo a la pared de metal.
—Estoy cansado, ha sido un día largo —le besó la mandíbula—, vamos a comer algo y luego a la casa… eso de que te ocupes de mí me gusta…
—Esta bien, pero sólo si cumples ciertas condiciones… —Le mordió la mandíbula mientras seguían descendiendo.
—¿Cuáles? —susurró mientras le besaba el cuello, pegándolo más entre su cuerpo y la fría pared
Devlin le quitó la cara pensativo —Veamos, postre en la cama… que me dejes mirar dentro de tu camisa ahora… y que confíes en mi en todo momento de esta noche.
Ulisses rió y asintió, separándose mientras llevaba sus manos a los botones. Comenzó a quitarlos lentamente, sin despegar su vista de la del rubio, a pesar de que los niveles seguían bajando y cualquiera podría entrar en ese elevador.
Devlin abrió los ojos como platos y detuvo las manos inquietas —Sigue así y voy a castigarte dulzura, —aún así apartó la camisa y examinó los pectorales rápidamente, aún estaban maquillados y la línea dibujaba cada una de las hendiduras en su abdomen. Era invitador, —¡Yummy! —Le cerró la prenda como pudo antes de que sonara la campanilla.
—Algo me dice que ese castigo terminaría gustándome —el joven le robó un beso antes de que las puertas terminaran de abrirse —, puedo servirte de plato para el postre si quieres —le sonrió coqueto y caminó de manera sensual.
Devlin lo abrazó desde atrás aprovechando que todo parecía estar desierto. Le besó el cuello mientras buscaba su auto —Espero que si vas a caminar así sea sólo frente a mí. Y si, me gustaría que fueses mi plato para el postre, sobre todo aquí: —Le pellizcó brevemente los pezones y luego le palmeó el trasero. A lo lejos creía haber reconocido el Bentley destinado a su transporte.
—¿Santiago? —la sorpresa se dibujó en la cara del rubio cuando se lo encontró de frente.
—Devlin, Ulisses. —Saludó con algo de molestia. Extendió la mano para darle las llaves al cantante. —Pearson está en otra cosa hoy, espero que no se te halla olvidado conducir.
—Claro que no, aprecio que las trajeras hasta acá, ¿podemos llevarte a algún lado?
Santiago hizo un gesto de impaciencia hacia el ascensor.
—No realmente, tengo cosas que hacer aquí y luego tomo un taxi, pero gracias.
Ulisses se había quedado quieto y algo frío al ver a Santiago. Casi se sentía como si el moreno fuera una especie de esposo celoso y él el joven amante que había venido a refrescar la vida del rubio. Saludó de la misma manera escueta y no le quitó la mirada hasta que el español se perdió en el ascensor.
—Bueno… ¿en qué parte de ser tu plato estábamos? —el joven haló la camisa de Dev pegándolo a él —, tengo hambre…
—Yo también, y te quiero servido en mi cama ya mismo. Pero si no comemos de verdad, no llegamos ni a media noche— Se apoyó de espalda contra el vehículo repartiendo besitos esquivos en la cara de Ulises. Jugando con él. Nunca se había sentido más cariñoso que en ese momento, y nunca se había preguntado antes como haría para volver a su soledad el miércoles en la madrugada.
Ulisses sonrió y le detuvo el rostro, estampándole un mimo apasionado. Le encantaban esos besos con el rubio, tan fieros y profundos.
—Vamos entonces, comemos algo ligero y luego… —le mordió la barbilla y suspiró
—Y luego te tomaré toda la noche… —Lo volvió a besar hasta que lo dejó sentado sobre su lugar, cerró la puerta y dio la vuelta con todo el garbo que pudo reunir, para sentarse él en su sitio a la derecha.
Ulisses volvió a sentir la punzada sólo de imaginar la acción entre las sábanas. Una noche más de sexo apasionado y segurito no iba a poder pararse al día siguiente.
«Mmmh… pero valdría la pena»
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Simon observó su reloj otra vez. Ya había pasado bastante desde la hora acordada y comenzaba a temer que Santiago no iba a aparecer. Claro, ¿cómo podría pensar que el moreno en realidad iba a llegar? Sólo le había hecho prometer el no tomar más aquellos fármacos. Sí, era por su bien, pero de todas maneras la ansiedad seguía y parecía que sólo esas pequeñas pastillas lograban traerle calma.
Pasó una mano por su cara y suspiró. Lo mejor era irse ahora que todavía quedaba gente recogiendo la utilería restante y no parecer como el pobre plantado que se queda cuando todo mundo se ha ido.
Era tardísimo y estaba muy consciente de ello, pero Santiago había tenido un ataque de conciencia después de varias veces a punto de mandar a Simon al demonio. Al fin se había amarrado los pantalones y ahora estaba plantado frente a la puerta que fuera la entrada a foro ese día. Golpeó con educación, una parte de él estaba dividida entre no querer que estuviera su cita y un extraño anhelo porque aguardara aún a pesar de lo tarde.
Para su sorpresa, fue el propio Simon quien abrió, ya con abrigo en mano. Se quedó quieto, viendo al moreno, pero no puso su típica cara de reproche (aunque ganas no le faltaron), simplemente medio sonrió.
—¿Mucho trabajo? —no le importaba realmente. Estaba allí, eso era lo único.
—No fue un día sencillo —Lo dijo con un leve tono de advertencia. —Tienes una cara horrenda Simon ¿Seguro que has probado bocado en el último mes?
El castaño suspiró y negó, medio apoyándose en la puerta.
—No mucho, el doctor dice que mi estrés está llegando a niveles insospechados. Eso sí, no tomé más esas pastillas.
—Supongo que es un buen comienzo, pero no quiero hablar de eso. Abajo me crucé con el par de “enamorados”. Creo que iban a comer, si quieres te cambio el café por una cena.
Simon ladeó la cabeza sin borrar su sonrisa. Al parecer, lo único que tenían en común en ese momento era su rechazo ante la relación de esos “tórtolos”.
—Me parece bien, una cena caerá perfecta —se pusoel abrigo—, ¿vienes en tu auto?
—Noup. Pero podemos ir a un lugar cercano. Incluso creo que vi un restaurante de comida orgánica, como te gusta, si mal no recuerdo.
El castaño le observó un momento, sonriendo aún más porque recordara ese detalle. En verdad ese hombre frente a él era todo cuanto pudo haber deseado. ¿Por qué había sido tan imbécil?
—Sí, me parece perfecto —cerró la puerta y comenzó a caminar con él hacia el ascensor. —Según me enteré, mañana ya estará lista la pista ¿no?
—Los detalles están en tu correo. Además vendrán los de MTv para hacerle una entrevista a los protagonistas, y a tu chico lo quieren entrevistar pero en Miami, ¿no te había mandado esa información ya?
—Perdón, mi correo ha estado un poco loco—se pegó un poco a la pared del elevador pulsando el lobby—, igual que yo.
Santiago se quedó mirándolo unos segundos, estaba recostado contra la pared (la opuesta a la que minutos antes Devlin y Ulisses habían usado) —Te seré sincero, odio verte… con esa cara, con esa apariencia de acabado, como si todo te valiera cero. No llegaste así al Derbyshire, y aunque me odio a mi mismo por esto, me preocupa.
Simon abrió los ojos con un poco de sorpresa. No se esperaba escuchar esas palabras, al menos no en esa boca. Giró el rostro y le observó en silencio, bajando la mirada porque al final se sintió como una pequeña mancha en el suelo.
—No… no estoy bien —sonrió con ironía, metiendo las manos en sus bolsillos—, muchas cosas rondan mi cabeza. Llámalo conciencia.
Santiago le puso una mano en el hombro —Ya te dije, no te odio, pero tampoco me agrada la idea de estar contigo, así que te digo que me alegra que tu conciencia despertara, y por otro lado, digo que le pongas la cara a las cosas Simon, “lo pasado, pisado” dicen por ahí. Hazte un nuevo comienzo como una mejor persona y ya, de seguro te sobra gente que sería feliz de estar a tu lado en esa etapa.
El castaño cerró los ojos al sentir esa mano sobre su hombro. Era una energía que lo avivaba y lo quemaba hasta la raíz al mismo tiempo. Le sonrió y aunque quiso acariciarle la mano, se contuvo. No quería verlo huir repelido ante el contacto.
—Sí… supongo que con el tiempo quizás lo logre —movió inquieto un pie—, en ese momento voy a buscarte para… —desvió de nuevo su mirada—, para pedirte perdón.
La puerta se abrió y Santiago salió.
—Bueno, ¿dónde vamos a comer? Y no me pongas a escoger porque odias McDonald’s.
El castaño dio un suspiro y terminó sonriendo. Santiago siempre huiría en esos momentos y no lo culpaba. El recuerdo de sus ojos al encontrarlo en mitad de una intensa sesión sexual con otro hombre, era algo que lo acechaba en sus pesadillas. Le había hecho daño, había tomado su corazón y lo había pisoteado de todas las formas posibles. Santiago no merecía a alguien tan ruin como él, que no había sabido apreciarlo. Era justo pagar con creces aquellas acciones.
—No lo adoro, pero acepto que no me vendría mal una hamburguesa para aumentar mi nivel de carbohidratos y grasas saturadas —salió del elevador y se paró unos pasos delante de él—, además amas las papitas.
Santiago lo miró ¿Estaba tratando de ser complaciente? Se encogió de hombros, ese no era su problema. —Como prefieras, pero luego no te quejes.
—No me quejaré, prometido —levantó su mano y comenzó a caminar. La tarde ya casi había cedido ante la noche, regando aún con unos cuantos pincelazos el cielo.
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Brandon no podía borrar la tonta sonrisa de su rostro. Harry se veía precioso así medio recostado, con un brazo en contacto con el agua, la mirada perdida y sus cabellos lanzando destellos ante las últimas luces del día. Caía la noche, pero él realmente no quería regresar. Era un momento tan mágico, tan especial que parecía un sueño. Los remos descansaban a un lado y alrededor de ellos sólo se escuchaba el sonido de algunos grillos y el aleteo de las aves de vuelta a sus nidos.
—¿Hermoso verdad? —habló al fin sólo para tener un mejor plano de esa boquita abultada
Harry se sintió como si saliera de un sueño, por un momento se había sentido tan relajado que pensó que estaba solo, su mente en blanco y sus ojos concentrados en el agua. Cuando Brandon le habló, su voz le llegó tan natural que se sorprendió. Le encantaba su entonación y lo grave que era.
—No quiero regresar —Le dijo con sinceridad. —Todo es tan pacífico aquí que no quisiera volver a mí día a día. Me siento como en un mundo aparte…
—Entonces pensamos lo mismo —se inclinó un poco hacia delante para acariciar un mechón de rojo color, quitando una traviesa hoja seca—, nuestro pequeño universo personal…
Harry también se inclinó —¿Y en ese universo hay posibilidad de que me dé un beso Mr. Hardy? —No sabía ni por que quería algo así, sólo lo deseaba… satisfacer su curiosidad sobre esos labios, sobre la experiencia que manaba de su aura, y sobre todo de esa química que parecía salir de los dos.
El mayor sintió el calor en su rostro y su pecho. Aquel jovencito era bastante directo y eso le encantaba porque él odiaba los rodeos. Se acercó otro poco y le levantó con suavidad la barbilla, viendo las chispas del atardecer reflejado en los hermosos ojos verde manzana.
—Hay posibilidad de que no deje que bajes de este bote sin antes haberme dado un beso —susurró—, pero sólo si tengo el permiso… ¿lo tengo Harry?
—Brandon, no me preguntes esas cosas o me avergonzaré—Las mejillas del pelirrojo se pusieron como manzanitas, sin embargo entreabrió la boca para que el hombre hiciera lo que quisiera, inclinándose sobré él aún más, sus ojos a medias abiertos y sus extrañamente claras pestañas cubriendo el iris.
El escritor era humano. ¿Qué puede hacer un simple mortal cuando el fruto del Paraíso le es ofrecido de esa manera? Allí tenía esos labios en flor, podría matar ante la seguridad de que incluso eran dulces. Así que, con la reverencia necesaria, sus manos acariciaron las mejillas y lentamente, mientras sus dedos iban adentrándose en los suaves cabellos lacios, su boca buscó el contacto con la otra, rozando sus labios. Majestuoso, el contacto fue eléctrico y perfecto. No podía recordar si alguna vez había probado unos labios tan suaves, dulces y tan a medida para él. Era como si Harry estuviera genéticamente diseñado para ser su alma gemela. Aunque claro, quizá podría estar exagerando, pero las cosquillas en su estómago le mandaban la señal para creer firmemente que ese pelirrojo era todo lo que estaba buscando.
Al fin su lengua tanteó el camino para adentrarse. Como buen caballero, esperó por la respuesta del joven: no quería forzarlo, quería que fuera algo natural.
Harry lanzó un gemidito cuando sintió esa lengua resbaladiza dentro de su boca, tanteando con timidez, él era muy directo en sus deseos siempre, había aprendido que esa era la única forma de conseguir lo que quería: cuando se podía. En ese momento quería el contacto de Brandon en su boca y en su cuerpo. Le gustaba, le gustaba muchísimo a pesar de lo reacio que era a una nueva relación con un desconocido.
El escritor era apasionado bajo esa cubierta de educación y buenas maneras, y era un hombre en todo el sentido de la palabra, un hombre que no tenía por qué estar solo, pero al parecer así era, y aunque sonara ridículo, Harry se estaba convenciendo de que el destino se lo tenía reservado.
Se abalanzó para abrazarlo sin importarle que la embarcación temblara peligrosamente. Su lengua se ofreció al hombre a sus deseos mientras intentaba pegarse lo justo para no ser intenso u ofrecer una imagen de necesitado de afecto.
¡Por todas las deidades literarias! Ese muchacho era directo. Brandon lo tomó entre sus brazos sin importarle si la barca daba vuelta o terminaban nadando entre los lirios. Hasta su cuerpo parecía hecho a medida, como si la “deidad suprema” al fin hubiera escuchado sus reclamos.
«Si estás allá arriba y esto es una compensación… trata de seguir comportándote dadivoso, ¿quieres?»
Sonrió entre el beso y no tardó en halar al muchacho para quedar recostados sobre el bote, él sobre la madera y Harry sobre su cuerpo. No sabía si estaba siendo demasiado atrevido, pero le encantaba esa química entre ellos.
—Hermoso —le acarició los cabellos mientras lo veía con ternura—, tus labios son dulces.
—¡Brandon! —La sorpresa del pelirrojo duró un momento, luego se rió un ratito y se acomodó sobre el cuerpo del otro hombre. Amoldándose a su figura de pies a cabeza. La barca seguía tambaleándose y la oscuridad ya tocaba las aguas del lago, sus cabellos se esparcieron por su frente al levantarse un poquito —Me gusta estar así. Y aquí pienso quedarme hasta que vengan a sacarnos.
—Apoyo la idea —le dio otro besito—, podríamos ocultarnos o alegar que nos hemos quedado dormidos y no sentimos el tiempo —otro besito—, que se aguanten… este es nuestra pequeña burbuja.
—Aja… —Harry se dedicó a besarlo lentamente, explorando su boca con lento detalle. Era nuevo, no ir rápido, porque ya lo había hecho muchas veces, si no que era nuevo probar una lengua que lo satisficiera de esa manera, una calidez que le resultara tan agradable y conocida. Pasó sus manitas por la espalda del hombre a la altura de los omoplatos buscando acomodarse mejor.
La respiración de Brandon salió con algo de fuerza al sentir ese beso tan lento y matador. Ese muchacho lo estaba encantando con cada roce, colocándole un lazo a su corazón para no dejarlo escapar. ¿Caería de nuevo en ese abismo?, de todas maneras, ¿qué podía perder? Si su corazón ya había sido roto una vez, ahora quizá tuviera suerte y encontraría lo que anhelaba. O quizá no. La vida era complicada si se comenzaba a buscar una justificación a cada acción. Lo mejor era vivir el ahora, porque el mañana siempre era incierto.
Fiel a su premisa de carpe diem, pasó sus manos delicadamente por la delgada espalda, deseando recorrer cada pedacito de Harry sin una sola prenda. Se sonrojó, allí estaba de nuevo ese pensamiento pecaminoso.
—¡Ah! —No pudo contener el gemido que ese roce le despertó, el calor del cuerpo de Brandon traspasaba su ropa y se le impregnaba, también su olor a macho maduro y ansioso. La cabeza le dio vueltas —Te deseo Brandon…
El mayor casi sintió romper sus pantalones con la reacción que su cuerpo tuvo al escuchar ese sexy gemido. Rematando con las palabras dichas por esa boquita, su pulso se aceleró y tuvo que calmar a la bestia dentro de él que quería arrancarle la ropa y hacerlo suyo en ese barquito.
«¡Cálmate Hardy!»
—Y yo a ti —volvió a besarlo—, a pesar de que es todo tan… tan rápido —lo abrazó con ternura aún entre el calor que ya se regaba entre sus cuerpos—, no quiero ser un tipo aprovechado, mi hermoso niño… ¿qué magia posees que me tienes a tus pies?
—No digas eso, no te tengo a mis pies, no me gustaría. —Lo miró a los ojos — y si vamos rápido, ¿a quién le importa? Yo no respondo ante nadie. Si no aprovecho hoy, tal vez no haya un mañana… —Le dio un nuevo beso a despecho de las potentes luces de las linternas que desde la orilla los llamaban en advertencia.
Brandon observó las linternas y suspiró, apretándole la cintura y dándole otro beso.
—Entonces salgamos de aquí y vamos a otro lugar —lentamente se irguió llevando consigo al pelirrojo —, por si no hay mañana…
—Vamos… —Le dijo Harry con una sonrisa en los labios mientras tomaba el otro remo para alcanzar la orilla rápidamente.
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