26 de octubre de 2011

Dream capítulo XX

Y llegamos al capítulo veinte! woooaaaaaa!

Esperamos que les guste.

Diablos, no quiero ir a trabajar YoY y el hecho de que estén restaurando / destrozando la casa del lado me deprime. Un montruo más sin jardín ni patio, sólo concreto es taaaan... en fin, ya saben a que me refiero.

Como sea, aquí vamos con el cap y un montón de romance y claro: Dev y sus adorables locuras! (XDD)

(En la noche la subo a SH)


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Autoras: Amy Tomoe y CB Clasificación: NC-17
Aclaraciones: Esta es una historia original, por tanto sus autoras tienen todos los derechos reservados sobre sus personajes. Sin embargo, existen aportes de cultura Pop que pertenecen a sus dueños.
Los lugares representados en la historia existen.
Advertencia: (I)Aunque existen alusiones a prácticas peligrosas, y las mismas existen, no se recomienda copiarlas o efectuarlas, simplemente se muestran aquí como material informativo.
(II)Las organizaciones mencionadas si existen, y los abusos contra los animales mencionados, también ocurren, y SON un delito.
Gracias por sus comentarios!!
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Capítulo XX



—¿Puedo? —Brandon le besó la mejilla mientras tanteaba desabrochar el pantalón como ya había hecho con la camisa. La piel del muchacho era en extremo suave y parecía guardar en cada pliegue una juventud inmortal. Sus labios morían por probar esos pezoncitos de caramelo.

—Sólo si mañana no te arrepientes —, le sonrió con dulzura mientras seguía jugando con el cabello oscuro del hombre. Nadie se había tomado jamás su tiempo con él, excepto tal vez Santiago, pero él era agua de otro lugar, tal vez se había enamorado de él porque era muy apuesto, tanto como un modelo, y además porque lo había tratado con una decencia que no conocía.

Pero no era hora de pensar en él. No con Brandon tan cerca, mirándolo con sus ojos de cachorro y su expresión de intelectual que ni siquiera podía borrar la pasión que ya teñía sus mejillas y abultaba sus labios.

—No podría arrepentirme —le dio un beso suave mientras sus dedos desabrochaban el botón, pasando sus manos como un aleteo por las caderas, bajando la tela hasta dejar descubiertos la mitad de los glúteos firmes. Aún podía sentir en el ambiente la frescura de esa tarde en la lancha, el aroma de Harry y las miles de luciérnagas que parecían danzar a su alrededor. Definitivamente su mente era muy activa en esos momentos, parecía haber encontrado la personificación de sus anhelos más secretos.

Poco a poco fue acomodándolo entre los cojines que volaban de un lado a otro, deslizando la prenda otro poco mientras miraba sus interiores ajustados. ¡Vaya que era hermoso! Tuvo que reprimir una risita de tonto emocionado. ¿Cuánto hacía que ningún cuerpo visitaba su cama?

—Traeré algo para ti —le dejó otro beso sobre la mejilla y se levantó con pasos rápidos hacia el baño. Guardaba allí unos aceites para masaje que le venían como anillo al dedo. Él aun tenía puesto el pantalón y la camisa desabrochada dejando ver su torso con una ligera sombra de vello.

Estuvo a punto de gritarle una de sus ocurrencias de chico recorrido, de esas que rayaban en la argumentación de un prostituto, para decirle que él no necesitaba nada después de la cantidad de cosas que le habían metido. Pero ese hombre era diferente. Si quería mimarlo, él no diría una sola palabra. Decidió que la mejor manera de lidiar con Brandon Hardy mientras lo conocía un poco más, era quedarse con la boca cerrada y aceptar sus atenciones. De hecho, las anhelaba, le prometían que esta vez sería como ninguna otra.

El escritor tomó el delicado envase de vidrio y lo llevó hasta la mesita de noche, dejándolo allí mientras miraba a Harry allí tendido. Sin despegar la vista de encima se despojó de la camisa, revelando su torso que seguía firme gracias a su rutina diaria de ejercicios y su práctica de natación en sus años universitarios. Desabrochó su pantalón, pero dudó un poco si descubrirse. Aunque no lo quiso, recordó la vocecilla de su ex.

« ¡Es que eres demasiado! »

Suspiró y se sentó en el borde, tomando un poco de ese líquido aceitoso.

—Muy bien jovencito, relájate porque te daré un masaje que dejará suavecito cada músculo —le sonrió

—Hm —. Suspiró mientras subía los brazos sobre la colcha —No me quiero mover, la ropa no es mía, y tendrás que hacer algo al respecto porque si se daña, creo que me matan. —Lanzó una carcajadita profunda y sus ojos de color manzana relumbraron en la semi penumbra.

—Bueno… lánzala lejos entonces, que lo que menos quiero es meterte en problemas por ello —se movió y se colocó a horcajadas sobre el muchacho mientras frotaba sus manos para calentar el aceite

—No puedo… —le guiñó un ojo —Estoy pegado a la cama… quítala tú —movió su cuerpo para hacer un movimiento ondulante e insinuador.

Los ojos de Brandon asemejaron a los de un felino viendo a su presa resistirse. Claro, en este caso su presa parecía gritar “cómeme”. Ahora tenía un problema… ¿cómo quitaría la ropa estando sus manos ya llenas de aquel aceite?

—Me pones a prueba —sonrió medio colocándose encima, halando la tela del pantalón con sus dientes. Aprovechó para rozar su ya despierta virilidad contra el muslo de Harry, para luego erguirse mientras llevaba la prenda en su boca, moviendo el cuello para lanzarla hasta que estuvo fuera del colchón. —Una menos…

—¡Oh Brandon! ¿Eso que siento en mi pierna es lo que creo? —Lo preguntó con el mayor descaro y elevó su rodilla hasta que tocó la parte a la que se refería… por si las dudas.

—¡Mmm! —el escritor sonrió y se sonrojó un poco. Su reacción parecía la de un adolescente con las hormonas a tope, pero hacía mucho tiempo que su única compañera de cama había sido su mano. —Sí… es eso… —le acarició la mejilla y le vio con un ligero tinte de preocupación—, ¿te molesta que…?

Harry se apoyó en sus manos y se elevó dejando que su camisa cayera por su hombro, sus labios se estiraron y los repasó seductor. —¿Molestarme? —Estiro sus labios para un amago de beso. —Dime, ¿que podría molestarme…

—Mi… tamaño —susurró aún rojo, mientras le daba otro beso suave y sus manos iban dejando el aceite en las piernas

El pelirrojo recibió el beso pensativo y luego miró hacia aquella parte a la que Brandon se refería. Su dedo índice trazó el contorno, adivinando su tamaño y su forma. —No entiendo porque habría de tener problemas con ello, ¡no entiendo por que alguien debería tener problemas con ello! —Alzó su mirada para buscar los ojos de Brandon —¿Te dijeron algo alguna vez?

El mayor jadeó al sentir ese dedito recorriéndolo, haciendo que su “amiguito” se irguiera más y gritara “¡estoy listo!”

—Sí —se movió y dejó que el chico curioseara cuanto quisiera—, alguien de mi pasado dijo que yo era demasiado grande para él…

Harry torció la boca en una mueca de fastidio. —Me suena a la típica excusa de un activo que no quiere ser pasivo. —Se agachó y besó la anatomía del hombre —En mi filosofía, el tamaño importa tanto como la habilidad. —Levantó el rostro para observarlo —Para mi ya tienes casi todos los puntos ganados. —Se estiró para conseguir un beso.

Brandon rió ante el comentario y no pudo hacer otra cosa que estrecharlo entre sus brazos y besarlo con ternura. Era increíble cómo en unas pocas horas ese jovencito se estaba acomodando muy dentro de su pecho, clavando su bandera de conquista.

—Es bueno saber eso —susurró pasando con suavidad las manos por la cintura, cuidando de no manchar la camisa que aún colgaba de ese cuerpo que lo estaba calentando como nunca—, aunque debo ser sincero… no he estado con alguien en mucho tiempo —al descuido sus dedos vagaron para bajar hasta esas nalguitas tan apetitosas

—¿Brandon? —Dijo cerrando los ojos —No tenemos que hacer nada hoy.

El mayor detuvo el aleteo de sus dedos y se quedó quieto. Obviamente no forzaría nada si su compañero aún no se sentía listo. Suspiró y le besó la mejilla, subiendo sus manos por la espalda, pegándolo a su pecho.

—Será como tú quieras —sonrió pensando en lo urgente que sería para él tomar una ducha a punto de hielo

Harry sonrió y se despegó un poco para quitarse la camisa y el resto de la ropa, luego se recostó y golpeó la colcha a su lado, totalmente desnudo, con una pierna estirada y la otra recogida. —Ven, abrázame.

El novelista pudo jurar que vio la personificación de una musa en ese bello cuerpo sobre su colchón. Estaba allí, en su cama, entre sus sábanas, desnudo… era suave, hermoso… ¡perfecto!

«¿Quién soy yo para negarme?»

Se deshizo de su pantalón y sus interiores y él mismo se sorprendió de la facilidad que tuvo en ese instante para mostrar por completo su cuerpo. Se acomodó entonces junto al muchacho, abriendo los brazos para recibir entre ellos al que sería el protagonista de muchos de sus sueños.

El muchacho se metió bajo su quijada y cruzó su brazo sobre el pecho del escritor. Empezó a repartir besitos suaves por los lugares donde alcanzaba y al final miró al hombre seriamente. —Yo me muero de ganas, tú te mueres de ganas de hacerlo, pero tú no estás realmente listo y yo no te voy a presionar. —Suspiró —He cometido muchos errores en mi vida, sobre todo comenzando las cosas como lo estamos haciendo, y por ésta vez, quiero que todo salga perfecto Mr Hardy.

El mayor escuchó atento y algo en su interior se conmovió. Ese muchachito tenía razón, con la salvedad de que él ya había comenzado a preparar ese roto corazón suyo para recibirlo, aun si significaba volverse a romper. ¿Qué sería de la vida si no se tomaran riesgos?

—Yo también quiero que todo salga perfecto, joven Poole. Aun si eso significa dejar mi coraza a un lado y exponer el pecho para que hagas de él lo que tú quieras. —Le tomó de la barbilla y lo vio con dulzura—Es curioso… sé que eres peligroso para mí, porque en pocas horas ya no quiero dejarte ir y sin embargo, no planeo dar marcha atrás.

—Brandon… —Le dio un suave beso y se le encaramó cuan largo era —No tienes que hacer eso. No pretendo hacerte daño, y cuando el momento llegue, te aseguro que ya habré borrado tus dudas de esa seria cabeza.

—Que así sea entonces —le acomodó unos cabellos y luego sus manos acariciaron los hombros y espalda—, porque se siente genial tenerte así…

El pelirrojo lanzó una risita y se dedicó a besar al hombre con lento detalle, apenas permitiendo que las respiraciones de ambos se aceleraran demasiado. Sus dedos sosteniendo la barbilla del hombre mientras sus ojos lo miraban a través de las pestañas maravillándose de la serena belleza que se manifestaba allí. Parecía un busto tallado en piedra, no de esos fríos y sin expresión, sino de esos con facciones angelicales que a pesar de no tener pupilas lo dicen todo con sus rasgos.

Se soltó y su cabeza cayó sobre el pecho del hombre y mientras sonreía, jugaba con el epicentro de un oscuro pezón. —Creo que no quiero perder la oportunidad de ese masaje. —se irguió mostrándose totalmente al hombre, sin ninguna clase de tapujos o vergüenzas, como siempre. —Si me lo das, yo te doy uno, —Puso su dedo sobre los labios de escritor —Y creo que nos merecemos derecho a correrse, ¿te parece?

Brandon esbozó en su rostro una sonrisa digna de gato Chesire. Sus ojos se dieron el gusto de recrearse con esa arrebatadora sensualidad que poseía el muchachito. No pudo contestar nada, sólo asintió y sus manos fueron por inercia a las caderas, acariciando suavemente las nalguitas que daban ganas de morderlas. Se irguió y le besó el pecho, lamiendo uno de los pezoncitos que desde hacía rato venían llamándolo con ansias.

Mientras su lengua tenía acción, una de sus manos fue a buscar el envase de aceite, tomando otro poco para frotarlo en sus manos y comenzar a repasar con ellas el cuerpo de su compañero.

—Memorizaré tu cuerpo en mis dedos, joven Poole.

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El sonido de la recién despierta ciudad con su algarabía a veces desesperante, no constituía el principal problema de aquella mañana. Tampoco lo era la claridad que cada vez más llenaba cada rincón de esa olvidada habitación de hotel, o el trinar de los pajarillos felices de ver al astro solar. El problema de aquel instante era el instante en sí. ¿Cómo no sentir la agonía de saber que lo que tienes al lado puede ser simplemente un sueño? Simon Gray pudo experimentar por primera vez en muchos años, el desasosiego de los amantes “shakesperianos”.

«Oh claridad, vete»

Hacía una hora que estaba despierto sin moverse un ápice. No fuera a despertar al hermoso hombre que dormía a su lado con una expresión de serenidad envidiable por cualquier escultor que deseara dar ese sentido a su obra. Sabía bien que cuando abriera los ojos, toda esa bella burbuja iba a reventar. Y no quería que fuera así, tenía al frasco de pastillas vacío y a los dioses paganos como sus testigos. Quería que aquello durara por siempre.

Y volvió a maldecir su naturaleza inconstante, porque alguna vez había tenido eso que ahora deseaba con tanto ardor, y lo había desechado sin ponerse a pensar en el futuro. Merecía ahora estar rozando los cuarenta en completa y deplorable soledad.

Suspiró derrotado y no pudo evitar acercarse un poco y pasar sus dedos como una caricia casi etérea por ese rostro a sus ojos tan perfecto. Su falange hundió un poco los carnosos labios y deseó un beso. Pero si se lo daba, lo despertaría y entonces…

¡Bah!, todo iba a terminar de todas maneras, no podría encerrarlo en un frasco y no dejarlo salir (por más tentadora que fuera la idea), así que se irguió lentamente y buscó el aliento del otro hombre, rozando su boca y llenándose de una electricidad deliciosa. ¡Cuánto lo deseaba!

Al principio fue solamente un roce, pero cuando vio que el moreno no se despertaba, procuró aventurar su lengua hasta que encontró a su dormida compañera. Sus manos tomaron las mejillas con suavidad y le besó lento, degustando cada pedacito de esos labios. Ojala Santiago estuviera despierto para corresponder, el español daba unos besos que quitaban el aliento. Pero había que conformarse con ese contacto por ahora, no podía obligarlo cuando habían tenido una noche tan intensa a nivel emocional.

Poco a poco su cuerpo se fue acomodando, quedando sobre el moreno, sabiendo que no le pesaría nada, estaba realmente delgado. Deseó por un momento no estar hecho un desastre, quizá así le ofrecería al agente una mejor vista, algo más deseable… ¡no!, ¿qué más daba? Santiago no buscaba en él precisamente algo sexual.

Suspiró y tras darle otro beso húmedo, se separó regando besos por su barbilla y cuello, bajando a su pecho, donde dejó otros dos. Su cabeza se quedo allí apoyada, escuchando los latidos de ese gran corazón que alguna vez tuvo lugar para él. Ahora no sabía realmente qué figuraba en la vida de Santiago. Cerró los ojos para no pensar y volvió a besar allí donde escuchaba el latido.

—Eres el único capaz de ponerme así… ¿lo sabías? —Susurró acariciando el fuerte torso—, ojalá yo te mereciera…

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Los ojos del modelo estaban fijos en un punto mientras sus dedos iban con delicadeza recorriendo la extensión dormida de su compañero. Luego del monumental orgasmo gozado, ambos se habían quedado enredados entre las sábanas y ya era casi de mañana. Pero Ulisses no se quedaría con el gusto de experimentar lo que quería experimentar. Así que sabiendo lo quisquilloso que era el rubio, en los últimos minutos de la madrugada se había deslizado fuera del lecho para conseguir un pañito húmedo para limpiar la “herramienta” del cantante. Se había esmerado en dejarlo hasta suavecito haciéndolo con cuidado de no despertar a Devlin en el intento.

Había costado, pero se había contenido y ya la tarea estaba completa… o al menos eso creía, la oscuridad no era buena compañera para aquellos asuntos. Cuando consideró que era tiempo, sonrió de manera pícara y dejó el pañito a un lado mientras su lengua pasaba por el glande, humedeciendo y haciendo un sonido goloso. Ahora sí, era momento de despertarlo.

—…No… —Susurró entre dientes Devlin aún dormido, su mano bajó para detener el agresor de su parte baja —Está sucio… no…

Ulisses siguió y apartó las manos del rubio. Aún estaba en el mundo de Morfeo, así que había que traerlo definitivamente a la realidad sobre aquel lecho.

—Ya está… limpio —susurró hundiendo su lengua en la rajita

—¡Ah! —Las pesadillas de Devlin comenzaron a aumentar, tras sus párpados la imagen de su madre cuando lo descubrió masturbándose o el terror que sentía cuando alguno de sus compañeros quería chupársela o que se la chuparan. Sentía placer, pero un placer muy culpable. Quería pedir perdón a su madre por hacer esas cosas en su casa y al mismo tiempo negarse a que lo lamieran. Su cabeza se movió sobre el lecho negando hasta que quedó despierto y sentado, alejando a Ulisses con su brusco movimiento.

El joven se quedó quieto cuando vio esa reacción en el cantante. Le observó fijo por unos segundos y luego tomó el paño, mostrándoselo.

—Lo limpié —bajó la mirada—, perdón, no quería que despertaras así…

—¿Eres tú Ulisses? —Lo dijo como si le hablara a un fantasma. Sus ojos fijos en el rostro compungido que lo miraba. —Perdóname, no te merezco, soy demasiado viejo y demasiado mañoso para ti. —Estaba convencido de que su sueño no había terminado, si no, ¿por qué otra cosa querría una belleza del calibre de Ulisses Mateus mamársela? Se tapó la cabeza con la almohada al volver a acostarse intentado dormir de nuevo, rogando porque cada feo recuerdo lo abandonara.

Ulisses ladeó la cabeza y no pudo evitar reír. Devlin sí que era un caso completo… pero eso sólo aumentaba su interés y esa calidez que parecía venir de muy adentro.

—Eh, mañoso —se metió bajo la almohada junto a él—, ¿en dónde quedó el maestro eh? Soy un buen alumno, te limpié tan bien que no sentiste —se pegó a su cuerpo y enredó sus piernas—, tranquilo, no es ningún mal sueño… soy yo —sonrió sabiendo que sonaba un tanto engreído—, bueno, eso si no me consideras una pesadilla —rió mordiéndole la barbilla

—¿Me limpiaste? —Le sonrió como un enajenado y le tomó las manos y se las besó —¿Dónde? —Sus ojos no se abrían por completo aún, era algo que le costaba tanto que dolía. —Te adoro mi hermosa pesadilla. —Seguía sonriendo pero sus párpados habían perdido la batalla frente a la molestia. Decidió dejar que su conciencia bajara a la Tierra mientras el malestar pasaba. Su cabeza empezó a hacer un recuento de su alrededor sin dejar de lado el recuerdo del mal sueño. «¿Por qué las madres son tan inoportunas? ¿Qué hubiera pasado si hubiera visto como Brian Keaton me la mamaba después de gimnasia?»

—Limpié de manera minuciosa y muy despacito —su mano reptó por todo el torso hasta bajar a la pelvis, jugando con los rizos rubios—, no quería dejar de probar… ¿puedo?

Los ojos color miel se abrieron lentamente, dibujando en ellos el escaso contorno de Ulisses bajo la almohada frente a él. Le tomó la mano que se perdía hacia el sur y volvió a besarle las manos sonriendo como tonto. —Me gusta tenerte bajo mi almohada. Quisiera despertar contigo aquí siempre…

El joven entrecerró sus verdes orbes y le vio fijo por unos segundos. Luego simplemente suspiró y pegó su frente a la del rubio.

—Yo también —murmuró quedándose quieto. Tampoco iba a forzar a su compañero si claramente evitaba el asunto. Era cuestión de gustos y obviamente Devlin no se sentía cómodo con ello. —viviría bajo tu colchón en lugar del monstruo.

Cerró de nuevo los ojos con una sonrisa y abrazó muy fuerte al moreno. —¡Bah! Déjalo, es parte de la familia—. Se dedicó a repartir besitos en los hombros de su compañero… —¿Ulisses?

—¿Mmmh? —se dejó hacer mientras sus dedos se metían entre los rubios cabellos —dime…

—¿Eras tú el que estaba jugando allá abajo mientras dormía? —Lo dijo serio aunque la confusión no pudo abandonar su voz.

—Sí —le peinó las hebras mientras le daba un beso en la nariz—, ya sabes que soy un chico muy malo…

Devlin lo besó y quitó la almohada de la cabeza de los dos. Lo volteó y lo abrazó mientras le miraba las manos — ¿Te molesta si te cuento algo? Una pequeña historia ocurrida hace mucho.

—Cuéntame —se acomodó halando más al rubio, jugando con sus dedos —pero omite los detalles que me puedan poner como un celoso energúmeno —sonrió girando su cabeza para darle un suave beso—, es broma… cuéntame lo que quieras.

Devlin rió a pesar de que le molestaba no haberse lavado los dientes aún. —no, no puedes ponerte celoso porque aún era un niño. Bueno, casi. Cuando tenía trece, conocí a un chico un año mayor que yo, su nombre no importa. Íbamos en el mismo curso del colegio privado donde estuve toda mi vida. Y además estaba el coro. Siempre nos tocaba cantar juntos. Él tenía una buena voz, pero la mía tardó un rato en madurar, a los trece parecía aún un castratti y me dejaban los coros más difíciles a mí.

Hizo una pausa como recordando, mientras los dedos de ambos jugaban.

—Nos hicimos amigos y por las noches parecía obsesionado con él. La verdad es que es un cuento común, o por lo menos he sabido de muchos así. Como sea, hacíamos gimnasia juntos, cantábamos juntos, incluso compartíamos bromas en el salón de clases. Su madre me invitó a su cumpleaños y allí él me dio mi primer beso.

Hizo una pausa y luego continuó: —Eso me volvió como loco, aprendí lo que era masturbarse y lo hice esa misma tarde agazapado tras mi cama. Estaba volando mientras mi mano se movía hasta que me corrí. Lo malo fue que cuando estaba sucio y tratando de respirar, mi madre entró a la habitación y me vio. Nunca comentó nada pero hasta hoy siento ese peso sobre mi espalda. —Rió —Creo que hubiera sido mejor que me regañara o algo.

Ulisses le apretó los dedos y se los besó.

—Todos hemos sido víctimas de ese tabú, para los padres parece ser una misión titánica explicar algo tan natural.

Eso se mereció un intenso beso en la base del cuello. —Pero la cosa no paró ahí, mi amigo y yo solíamos tocarnos y la primera vez que decidí jugar hacia el sur, fue en un rincón apartado del coro. No lo hice nada bien aquella vez, y fue una sorpresa total sentir a mi amigo corriéndose en mi boca. A esa edad nadie avisa que ya va a llegar —Volvió a reír sintiéndose realmente cómodo de hablar de ello con Ulisses, de hecho, con alguien por primera vez. —No puedo decir que me haya molestado, de hecho, creo que disfruto hacerlo, ¿como el domingo cuando estuve pegadito a ti todo el día?

—¿Cuándo casi me dejas seco? —rió mordiéndole una falange para luego chuparla.

—¡Como si pudieras durar seco más de cinco minutos! ¡Cielos Ulisses, debes ser el hombre con más producción de esperma en el mundo! Aunque a mi no me molesta… ni un poquito.

—Mmm, eso es porque me llevas al límite —movió sus nalgas contra la pelvis del rubio.

—A veces me pregunto si algún dios de la naturaleza me ha premiado con mi propio gatito en celo. —Le dio otro beso en el cuello y dejó que se frotara. Él respondía a los instintos de Ulisses, pero se contenía más. Por eso no se movía, había una historia que contar.

—Es tu premio por ser tan ecológico —rió el modelo quedándose quieto mientras se medio giraba para verlo a los ojos—, sigue contándome…

Eso se mereció otro beso, esta vez en los labios y uno muy profundo, Devlin mandó al demonio la necesidad de crema dental.

—En recompensa a mi osado acto, mi amigo decidió hacer lo mismo después de clase de gimnasia. Como era a última hora, solíamos escabullirnos a donde no hubiera nadie. Era algo rápido casi, caso espontáneo, me bajaba los pantalones y yo estaba más que listo. —Ante la mirada de Ulisses sonrió, —No te preocupes, nunca nadie nos descubrió.

»—Seguimos así casi todo el año. Un día los papeles cambiaron y decidí ser yo quien le hiciera el favor luego de gimnasia, pero lo que probé era tan diferente a lo que tenía en la boca los sábados por la mañana que sentí que vomitaba —Se quedó mirando el escaso reflejo en los ojos del moreno. —Lo extraño es que desarrollé una fobia… una de tantas… pero al revés. Me molesta que me hagan sexo oral porque siento que debo saber horrible. Pero no me ha molestado hacerlo, cuando decido practicarlo con alguien.

Bajó los ojos para ver las manos bronceadas agarradas a las suyas y volvió a besarlas. —No es una historia interesante pero eso te demuestra lo que soy.

Ulisses le observó en silencio, procesando lo que el rubio le había contado. Se giró sin perder el cercano contacto, entrelazando mejor sus dedos y besando la piel de su pecho.

—Entiendo —le sonrió—, y respeto eso Dev… aunque… ¿te digo un secreto? —apretó uno de los pezones del rubio

—Me muero por saberlo… —Sonrió y dejó un pequeño beso en los labios expectantes.

—Mmm… mientras estuve “jugando” allí abajo —haló la piel notando lo duro que se ponía el pezón—… realmente me supiste… dulce.

Devlin sintió que toda la sangre de su cuerpo bajó directamente a ese punto para responder a las palabras del modelo. Un pequeño gemido escapó de sus labios —Es como has dicho tú Ulisses, tú eres mío y yo soy tuyo. —Se cuadró de tal manera que quedara de espaldas abriendo las piernas —Has lo que quieras hacer.

El modelo jadeó al ver la disposición de su compañero. Por un momento se sintió intimidado, ¿y si no lo hacía bien? Tocaba recordar lo que a él le había gustado de todo ese asunto para emularlo y darle placer al cantante.

—Me dices eso y me sube la presión Devlin —sonrió dándole un beso mientras su mano iba descendiendo por el torso, jugando con el ombligo —, ¿seguro que no te molesta?

—¡Ah! Sólo… no te sientas forzado a terminar, ¿vale? —Su cuerpo se estaba poniendo de nuevo caliente, de solo ver que los labios de Ulisses, un hombre heterosexual consumado hacía sólo días atrás, y una belleza como pocos, lo hacían sentirse en la gloria. Él había dicho que era suyo, que los dos tenían por dueño al otro. La esperanza de esa realidad empezó a consolidarse en su cabeza llenándolo de excitación, de un deseo abrumador y casi exponencial.

—Mmm… no me fuerzas a nada, yo quiero…. —sonrió bajando al fin para pasar su lengua desde la base hasta la punta, reconociendo el terreno que solo su interior había conocido. Aquello fue como el gusto de una nueva golosina, exótica y atrayente. Los ojos del moreno parecieron cobrar un intenso color, comenzando a lamer cada pedacito de piel mientras una de sus manos amasaba esas bolsas calientes y suaves. Su otra mano acariciaba un muslo, pero sus inquietos dedos querían buscar ese territorio que ya habían conquistado unos días atrás.

Devlin se dejó caer hacia atrás en la cama completamente desmadejado, era una sensación extraña la de sentirse débil y al mismo tiempo añorando el placer que le estaba prodigando. Hacía mucho que alguien se había atrevido a hacerle algo así al gran Devlin Ford. No era su práctica favorita para la cama, teniendo en cuenta la profilaxis de los hombres que solían buscarlo, pero tenía plena confianza en Ulisses… su sonrisa luminosa y la pulcritud que emanaba de cada una de sus acciones y formas de hacer las cosas.

El joven sabía que no era un experto en dar ese tipo de placer, pero aprendía rápido. Su lengua comenzó a humedecer más, pero al poner más fuerza notó algo que no había notado hasta ese momento. El miembro de Dev poseía – además del agujerito de la uretra – otra perforación que no era normal. Eso tenía que ser…

—¿Piercing? —el moreno se sonrió y pasó la lengua por esos orificios—, mmm… Dev… estás lleno de sorpresas — se relamió —, sexy… ¿lo tienes allí?, póntelo… quiero verlo…

—¿Qué? —Abrió los ojos alertado por las palabras justo en el momento en que estaba por dejarse llevar de la mano del placer más acuciante —Es vieja historia. Y no, no lo tengo, además, las perforaciones casi han desaparecido… ten piedad de mi Ulisses.

Lanzó el pequeño discurso a una velocidad impresionante y sus ojos se dirigieron hacia el cajón de una de las mesitas de noche ¡Bendito adorno ese!

—Mmmm —Ulisses ladeó la cabeza y no perdió de vista el gesto de esos ojos viendo hacia el cajón. Seguro el pequeño objeto se encontraba allí metido, refundido y olvidado, quizá esperando por ser usado. Pero comenzaba a comprender cómo funcionaba el “sistema Devlin”, así que decidió no insistir o de lo contrario agobiaría a su compañero. —Tendré que comprarte uno entonces —pasó su lengua una vez más— así puedo saborearlo junto con este húmedo amigo —le sonrió y se decidió. Abrió su boca y comenzó a engullirlo.

Devlin volvió a lanzar un lamento bajo, la verdad es que la boca inexperta de su compañero de cama lo tenía bastante entretenido. Casi no escuchaba sus palabras, sólo sentía… ¡hacía tanto que no sentía nada así!

Ulisses se detuvo cuando la primera arcada invadió su garganta. Hasta ese momento supo por qué en algunos lenguajes aquello era considerado un “trabajo”. Sacó de su boca el brillante miembro y lo masajeó, pasando su lengua desde la base. Tendría que acostumbrarse a esa intrusión… relajar la mandíbula, la garganta…

—Grande —fue lo primero que salió de su boca para luego reír un poco—, perdón si soy un desastre —sus dedos pasaron acariciando la descuidada entrada del rubio

—Mhh mételos… eso se siente tan bien… —Tal vez fuera por el sueño, pero Devlin estaba decidido a sólo sentir, a darle el gusto a Ulisses de hacer lo que quisiera sin restricciones. No podía sentirse decepcionado cuando su mente estaba ocupada con la idea de ser el primero dentro de la boca del modelo. Ni siquiera fue consciente de sus tribulaciones ni de que lo había abandonado el húmedo calor de su cavidad.

El joven no necesitó más orden que aquella que los labios de su compañero dejaron salir. Mientras su boca de nuevo abrigaba el largo miembro, sus dedos comenzaron a acariciar esos bordes rugosos, tanteando, jugando a meterse pero esperando para alargar ese momento de tensión. Le gustaba ser él el que iba marcando el ritmo, quien observaba las facciones de placer en el cuerpo que ahora disfrutaba bajo su cuerpo.

—Me dan ganas de meterte otra cosa —hablaron más sus hormonas—, justo ahora te ves tan… tan…

—¡Ah! —Hacía mucho que Devlin no lanzaba un jadeo como ese. La intrusión y el estímulo frontal fueron increíbles para su cuerpo tan sensible en la mañana… uno de sus momentos de mayor vulnerabilidad. Sus piernas se abrieron más aún, sus caderas pujaron contra la boca preciosa y sus pies se enredaron entre las vestimentas de cama.

—Mmm —Ulisses frunció el ceño cuando el rubio pujó contra su boca, pero no se detuvo. Metió aun más sus dedos y sus ojos parecieron hasta cambiar de tonalidad por una más encendida. Sacó de nuevo el miembro de su boca y lo siguió masajeando con su otra mano mientras sus dedos buscaban la manera de perderse en esa cálida estrechez. No había pasado desapercibido ese sonido tan erótico emitido por su compañero.

—Eso es Dev… quiero escuchar que te gusta…

El rubio bajó las manos para tomar al moreno de los cabellos. Quería más presión allí abajo, y la empujó con toda la suavidad de que la que fue capaz ¿A dónde se había ido el amable y considerado amante que solía ser? No entendía las palabras del modelo, pero su tono de voz pulsaba cuerdas muy profundas dentro de él.

Era la hora, era el momento. Nunca era más sexual que antes de que su razonamiento se pusiera en marcha luego del sueño.

Ulisses sintió ese agarre y entendió que su compañero en ese momento necesitaba sentir más que hablar. Así que relajó su garganta lo más que pudo y volvió a tragar el miembro mientras sus dedos entraban más profundo, moviéndose en toda dirección. Sabía que en pocos momentos Dev explotaría… y lo haría en su garganta.

Devlin abrió los ojos y miró al techo mientras sentía un corrientazo de anticipación en su espina. Su mano presionó sobre su abdomen y como pudo trató de salir de la boca de Ulisses antes de que las gotas salieran en un espasmódico chorro. Mientras se corría en silencio pensaba en el desastre que habían hecho. No quería ver al moreno con el semen escurriendo de su boca. Con los últimos espasmos sobre las sábanas se convenció de que el pequeño experimento había resultado fallido y que Ulisses debería estar al menos bastante indignado por haber sido salpicado de esa manera. Él lo estaría.

El joven se había quedado quieto y no pudo evitar la tos que lo aquejó. Se calmó pronto para no hacer más evidente que casi se había ahogado, no necesitaba traumar más a Devlin. Como pudo, tanteó buscando la caja de toallitas que había traído consigo en su labor de limpieza, comenzando a pasar una por las ingles manchadas y también por su barbilla. Luego besó la pelvis del rubio y subió dando besitos hasta llegar a su cuello, viéndolo fijamente y posando uno de sus dedos sobre los generosos labios antes de que los abriera para lanzar otro discurso.

—Shhh… está bien —sonrió dejando que sus cuerpos se rozaran así desnudos—, me ha encantado escuchar ese jadeo…

Devlin abrió un ojo ante el toque del dígito en sus labios aún sensibles. Luego escuchó lo del jadeo y se sintió avergonzado. Abrió el otro ojo y miró a Ulisses con un sentimiento que no sabía qué era, pero que de seguro se le desbordaba por los ojos. Se acercó como un corderito dorado y lo besó, degustando incluso su propio sabor en sus labios.

Tomó la barbilla del modelo y la acarició. —No estoy seguro de que aún te sepa dulce.

Ulisses sonrió y volvió a besarlo mientras su piel se encargaba de arropar el cuerpo del rubio.

—Me sabe bien… porque sabe a ti —le mordió ligeramente la barbilla—, solo me falta tener más práctica…

Lanzó una ronca e íntima risita mientras se iba sobre el moreno y lo obligaba a quedar de espaldas con la ternura saliéndole por los ojos. Le dio un suave beso en los labios —Sólo tú puedes hablar de practicar cuando ya me tienes vacío — Le dio un lametazo en la barbilla y fue a contracorriente pecho abajo hasta llegar al pubis del moreno. Estaba tan erguido que irse con sutilezas sería una tortura inaudita, y él no era así, Devlin iba directo al punto cuando la situación lo requería.

—Me siento responsable, ya sabes, hay que emparejar las cosas. —Y tomó a Ulisses en su boca y garganta de un solo movimiento.

—¡Ahhh! Me encanta cómo quieres emparejarlas —sonrió y se removió entre las sábanas. Obviamente Devlin era más diestro para “esos menesteres”. —¿Y yo? —Preguntó de pronto—¿soy… dulce? —se mordió el labio sabiendo que otra vez su boca no se podía quedar cerrada.

Le respondió haciendo un sonido de deleite del todo vulgar, sus labios se apretaron sobre el falo y halaron la piel que lo recubría hasta quedar solo con ella en los labios. Lo miró a los ojos de una forma tan traviesa que estaba seguro de que no había usado esa mirada desde que había descubierto a su hermana toqueteándose con su novio en el auto de su padre, y los había amenazado con contarlo en casa. Él sólo tenía 8 años, pero había sido su más terrible soborno.

—¡Ahhgh Devlin! —jadeó el modelo moviendo por inercia las caderas—, sii… creo que… —abrió sus ojos y se dio cuenta que el alba comenzaba a pintar con ligeros trazos el cielo—, ¡ahhh que no amanezca! —volvió a removerse mientras sus manos se metían en sus hebras oscuras, entregándose al placer más crudo

—No pienses en eso. —Se detuvo y lo miró directo a los ojos con una última lamida, luego se acercó a su rostro —Estoy aquí, piensa sólo en mí y permite que te dé el placer que te di el domingo. —Esperó pacientemente su respuesta esperando que los ojos de oliva lo observaran.

El joven entreabrió sus orbes y le rodeó el cuello.

—¿Crees que puedo pensar en algo más teniéndote aquí? —Susurró enredando sus dedos en los rubios cabellos—, me tienes en tus manos Ford… pídeme lo que quieras, que lo voy a cumplir…

Las pupilas se dilataron en los ojos de miel. Sus labios actuaron por cuenta propia cuando se dejó abrazar, el beso que arrancó de los labios del brasilero fue crudo, pasional, masculino y profundo. Un beso destinado a robar el aliento, a querer alimentarse del calor del otro cuerpo. Uno que no era tímido porque intentaba confiar en cada palabra. Devlin se sorprendió al darse cuenta de que en efecto creía cada cosa que Ulisses le decía.

Correspondió al gesto abarcándolo con su brazo y el otro bajó para acariciar el vientre dorado e ir más abajo, adorando la manera en que esa zona se sentía, tan sensual y al mismo tiempo tan natural.

Ulisses se dejó hacer, viéndolo fijamente y sonriéndole mientras halaba sus labios, jugando, tentando. Su naturaleza siempre sería así, desinhibido con quien era su pareja, mostrando esa faceta de él que nunca nadie vería, sólo en esa rica intimidad. No sabía cómo ese hombre de mirada tan clara y ambarina se había metido tan directo en su vida, cómo en tan sólo unos días había revolucionado sus cimientos, derribándolos de tajo, dejándolo expuesto y vulnerable. Pero era una vulnerabilidad exquisita, sabiéndose querido, sabiéndose suyo.

—Mmm… tus labios —chupó golosamente la abultada boca—, exquisitos…

Lanzó una risita de esas profundas de madrugada. Acarició los cabellos de Ulisses echándolos hacia atrás hasta despejar su frente, observando con atención las facciones del muchacho bajo él. Quería recordar cada pequeño detalle para cuando se fuera y él se sumiera en su rutina y cantara sus canciones de despecho. —Entonces, no los sueltes…

—No lo haré —susurró enredando su cuerpo con el de él— eres todo lo que necesito —volvió a halarle el labio y se le lanzó, recostándolo ahora a él sobre la cama sin dejar de besarlo.

Devlin aprovechó para estrecharlo contra él, dejándolo lado a lado sobre la cama en una pequeña diferencia de posiciones. Su brazo libre apretó a su pareja contra él mientras que la otra mano se decidió a bajar definitivamente para tomar ese miembro decidido a vaciar la necesidad que allí se asentaba. Sus labios nunca dejaron los otros.

El joven gimió dentro del beso y lo volvió más apasionado cuando sintió los dedos expertos en su miembro. Elevó su pierna para pegar más al rubio contra sí y dejar que lo tocara de aquella manera hasta hacerlo venirse. Deseaba llegar al clímax de mano de su pareja una vez más y de una vez por todas dormir o arriesgarse a lucir como un zombie en ese video.

—Mmm… más rápido —jadeó sintiendo cómo se calentaba la zona

Su lengua se introdujo dentro de la cavidad de Ulisses y empezó a masajearle el paladar de la manera más erótica que podía. Cualquiera diría que entregadamente, le estaba sacando las amígdalas. Sin embargo, su mano no soltó su presa. Quería acariciar más y acariciar todo, pero no podía dada su posición. Así que se contentó con apretar el miembro firme entre sus manos y hacer que su palma creara una fricción como el fuego. Sin importar que Ulisses estuviera relativamente sobre él, se sentía dueño de la situación y eso lo hacía rebosar orgullo masculino y una satisfacción que iba mucho más allá del placer sexual.

Cuando la fricción alcanzó el punto en el que Ulisses tuvo que separarse de esa boca para tomar aire, su cuerpo se arqueó y se vino entre gemidos queditos, como un inquieto felino que felizmente ve recompensados sus juegos con las intensas atenciones de su amo. Poco a poco fue dejándose vencer por el dulce sopor hasta quedar acurrucado sobre Devlin, besándole el pecho y abrazándolo de manera posesiva.

Devlin se lamió los dedos, para él, el sabor de Ulisses le era ya conocido y lo disfrutaba. —Ven, duerme pegadito a mí, que luego se me despierta el estómago y no puedo dormir. —Lo dijo mientras lo observaba con intensidad, con un anhelo que parecía desmentir sus palabras. A Ulisses se le cerraban los ojos y sólo los pájaros habitaban las calles a esa hora temprana.

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