11 de febrero de 2012

Dream capítulo XXIV

Como ya lo he dicho antes: yo no me responsabilizo por las divisiones de los capítulos.

Bien, luego de un pequeño receso para igualar a la actualziación de Amor Yaoi, aquí tienen el humeante y romanticón capítulo 24 de esta humilde novela original.

Que lo disfruten y hasta el 16!!!


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Autoras: Amy Tomoe y CB Clasificación: NC-17


Advertencia: (I)Aunque existen alusiones a prácticas peligrosas, y las mismas existen, no se recomienda copiarlas o efectuarlas, simplemente se muestran aquí como material informativo.
(II)Las organizaciones mencionadas si existen, y los abusos contra los animales mencionados, también ocurren, y SON un delito.
Gracias por sus comentarios!!
Aclaraciones: Esta es una historia original, por tanto sus autoras tienen todos los derechos reservados sobre sus personajes. Sin embargo, existen aportes de cultura Pop que pertenecen a sus dueños.
Los lugares representados en la historia existen.
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Capítulo 24




Simon entró en aquella habitación y por primera vez no la sintió gélida ni gris. Si no supiera que era una habitación de hotel, podría jurar que se sentía como un hogar. Pero claro, esa sensación se la brindaba su compañía de esa noche.

—¿Quieres comer algo? —Dejó su chaqueta sobre el sofá y cerró las cortinas—, según dicen tienen buena comida en el hotel.

—¿Aquí? —Santiago miró hacia todos lados de la habitación. Una cosa era reconciliarse románticamente con Simon y otra diferente adoptar el papel de enamorados de la noche a la mañana como si nunca hubiese ocurrido nada malo entre los dos. Se quitó la chaqueta tratando de relajarse. Había sido más sencillo la noche anterior, porque de alguna manera había tenido el control, y claro, tenía un plan para eliminar las famosas grajeas.

—¿Prefieres bajar al restaurante? —Simon desabotonó su camisa—, acá hay una pequeña mesa, pero puede ser como gustes —le sonrió caminando hacia la cama —lo cierto es que necesitamos dormir…

—No, por mi está bien. —Sonrió quitándose la corbata y caminando hacia Simon. Lo abrazó tocándolo apenas, como si no estuviera seguro de su movimiento. —Hagamos lo que tú quieras. –Le dio un beso en la frente. —Por ahora dejemos así, y cuando estés mejor hablaremos, y hablaremos de verdad. —Tomó su mano de la forma más galante que pudo y la besó. —Mientras, las cuentas quedarán pendientes como si no hubieran sucedido. —Se ponía serio porque sentía la necesidad de hacerlo antes de que todo se trastocara o se echara a perder.

Simon le sonrió, le dio un suave beso en los labios rodeándolo luego con sus brazos para apretarlo. Podía sentir los tintes de duda en su compañero, así que no iba a forzar nada. Suficiente tenía con tenerlo allí a su lado.

—Durmamos —lo tomó de las manos y lo haló a la cama—, ha sido un día con muchas emociones…

—Sí. —Le besó el cuello y haló el lóbulo de la oreja con sus dientes. —Pero no me vas a engañar, no has comido en horas, ni siquiera en el bufet del aeropuerto. —Lo estrechó contra él con fuerza —Pidamos algo ligero y luego a dormir. El menú lo dejo a tu elección.

—Mmm, malvado no me hagas eso —se erizó todo cuando el moreno lo besó y le tiró la oreja—, me rindo… comeré —le haló la camisa y sus manos rodearon su torso—, tengo antojo de algo… dulce.

—Vamos, no te hagas el travieso —Santiago sonrió y le dio un último apretón luego le palmeó el trasero. —Ve a hacer ese pedido de una vez.

—Me tientas Santiago malvado —alzó su dedo y le miró con reproche, pero jugando. Caminó hasta el teléfono y ordenó una tanda de postres y algo salado por si se empalagaban. Cuando colgó, bostezó y se quitó los zapatos. —Dicen que no tardan…

—¿Y como no van a tardar si sólo has pedido dulces? Y si mal no recuerdo, el azúcar te pone hiperactivo. —Santiago cogió el teléfono, canceló el pedido (aunque dejó la torta de chocolate ante lo ojos de trauma de Simon), y después de escuchar el menú pidió algo de salmón con ensalada de la casa, crema de verduras con queso de cabra y sidra para bajar aquello. —Cuando colgó, cruzó los brazos sobre su pecho y levantó una ceja observando al castaño.

—Pero quiero dulces —su boquita hizo un piquito y se cruzó de brazos— y no me pongo hiperactivo…

Se le acercó despacio y le acarició la mejilla con los nudillos, luego sus yemas siguieron el mismo camino y su dedo pulgar acarició los labios abultados, algunas veces se preguntaba si de verdad Simon había madurado después de abandonar su carrera de modelo. Lo había investigado, había sido un malcriado hasta que todos se habían hartado de él. Lo detestaban, pero en pleno “boom” de modelos Top, lo contrataban porque vendía. Bastante. —Lo tendré en mente, cariño.

Simon le observó en silencio, dejando que lo acariciara de esa manera tan suave, tan cálida. Lo cierto es que aun le parecía un sueño el tenerlo allí en su habitación, diciéndole esas cosas, cuidando de él. ¿Y si todo era un sueño?, ¿una alucinación de las pastillas?

—¿Ves? Ahora me has dado hambre —murmuró

—Espero que sea física. —Le sonrió y se dirigió al baño para terminar de desvestirse y tomar una de las batas del aparador. Salpicó agua de la llave sobre su cara, tratando de no cuestionarse si lo que estaba haciendo era correcto o no, ¿cómo había cambiado de idea desde la mañana hasta el anochecer? ¿O no lo había hecho? Tal vez la reflexión de la mañana era para buscar una excusa para lo que ya sabía era inevitable… estar con Simon de nuevo ¿En qué momento había tomado la decisión definitiva? ¿Cuándo lo había visto enfadado en el hangar? ¿Después de que intentara seducirlo tan torpemente amenazándolo con encerrarlo en un baño? No lo sabía, sólo sabía que era vulnerable a sus encantadores cambios de humor, siempre lo había sido.

Simon rió ante la repentina muestra de pudor del español al ir al baño a desnudarse. Supuso que mucho tiempo había pasado ya desde que se desvistieran a las prisas y pasaran las noches en faena sexual. Suspiró y terminó de quitarse la ropa, tirándose en la cama vistiendo tan sólo su bóxer. Él no se iría con delicadezas, de todas maneras no estaba buscando nada esa noche. Estaba cansado, quería dormir y tomar fuerzas para agarrar ese avión y pedirle a la agencia un tiempo fuera. Necesitaba encontrarse consigo mismo y darle sólo lo mejor a Santiago. Se lo merecía.

El discreto golpe del servicio a la habitación en la puerta alertó a Santiago que salió del baño con prisas, Simon estaba, como ya imaginaba, casi desnudo y dispuesto a ir a la puerta. Se le atravesó y con una mirada lo envió de vuelta mientras él le abría la puerta a un atractivo castaño de casi dos metros de altura… una presa perfecta para el tiburón que era Simon en casi todos los aspectos de su vida.

—Su orden —el joven observó la extraña aura roja que cruzaba al moreno frente a él. Simon se quedó sentado en la cama, sonriendo de medio lado al ver que Santiago casi le gruñía al otro “macho”.

El español recibió el carrito y le hizo señas para que esperara por la propina lanzando una mirada de advertencia a un regocijado Simon, en venganza tomó la billetera del castaño y sacó una generosa, aunque no excesiva cantidad. Se la entregó al camarero y le sonrió con todos los dientes a pesar de lo helado de su gesto. Cuando cerró la puerta lo hizo con un gesto de advertencia a su compañero, realmente le costaría mucho dejar “la charla” aplazada, pero todo fuera por el bien de los dos.

Simon se medio recostó en el colchón y no borró su sonrisita.

—¿Qué?... ¿creías que le iba a saltar encima?

—¿La fuerza de la costumbre? —lo dijo como al descuido pero con un claro tono de advertencia. Destapó las fuentes que les habían llevado y las olió con deleite… miles de ideas perniciosas le nacían.

—Buen punto —se levantó y caminó hasta la comida, tomando un bocado—, pero pretendo estar bien portado

Sonrió y lo premió con un beso por ese comentario. Sirvió un plato lleno de todo y se lo llevó a la mesita de café sentándose en el sofá. Le hizo señas al castaño para que fuera hacia él. Cumpliría uno de sus deseos: alimentarlo con cariño.

Y el hombre no se hizo del rogar. Caminó hasta allí y se sentó subiendo sus piernas para doblarlas y apoyarse en el moreno. Si siempre le dieran de comer así, seguro estaría rodando de gordo.

—Eso… engorda al fideíto —sonrió sintiéndose feliz

—No… —Le besó la mejilla mimoso mientras levantaba el tenedor con ensalada de papa para dársela, —sólo estoy alimentando a mi fideíto.

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Brandon dejó que su cuerpo cayera entre las sábanas, trayendo consigo a la delgada y firme figura que lo había llevado al cielo por enésima vez. Lo atrapó entre sus brazos, sintiendo la humedad que el sudor dejaba en su piel, regada como un rocío producto de la pasión contenida por años de soledad. Sabía bien que esa noche era especial, no podría ser algo de paso. Estaba abriendo todas sus puertas y derribando sus muros para dejar entrar al implacable conquistador. Y al día siguiente su cuerpo daría cuenta de muchos dolores, pero poco importaba. Tenía consigo lo que siempre esperó.

—¿Estás bien? —murmuró acariciándole el rostro

—Mmhhh —Harry estiró sus piernas buscando desacalambrarlas —Mucho, muy bien. —Tomó una bocanada de aire esperando que le llegara a los pulmones sin hacerlo toser. Se le había resecado la garganta y se sentía francamente abatido. Metió la cabeza entre el cuello del escritor con ganas de mimar y ser mimado. —Me encanta que seas tan… ¿intenso? ¿Apasionado?

—Me gusta dar todo en el terreno del amor —rió ante su trillado comentario, comenzando a acariciar las rojizas hebras y a darle besitos en la frente—, ¿y tú dónde te dejas? Eres un muchachito incansable…

Soltó una risita por los dos comentarios. —No es difícil serlo cuando… me alimentan tan bien —Su rodilla subió para tocar con suavidad aquella parte de Brandon que estaba descansando por fin.

—Mmmm… muchachito tentador —le dio una palmadita en la nalga que tenía roja de tanto estrujarla —te veo y creo que estoy soñando —le sonrió—, ¿lo estoy? Si es así no me despiertes… eres lo mejor que me ha pasado en años.

—No lo estás —Le dio un beso casto, o lo más casto que podía esperarse viniendo de Henry Poole. —Me gusta tentar, pero me gusta mimar, me gusta acariciar, me gusta besar… —Le dio otro beso en los labios —Me gusta dar… y me gustaría amar…—Lo lanzó como al descuido, sus labios se abrieron para decir algo más, tratando de acallar la vergüenza que sintió pero no pudo, no tenía palabras para retractarse. Después de todo era cierto, no se rendía en tener algún día un romance de cuento de hadas.

Las pupilas del escritor se dilataron y su boca dibujó una sonrisa llena de emoción. Sus manos acariciaron la suave piel que enfundaba su espalda, los pelillos nacientes en su nuca y la deliciosa textura melocotón de aquel rostro que ya acariciaba. Su dedo pulgar pasaba por los carnosos labios, observándolo con adoración.

—Daría lo que fuera por ser ese al que ames… porque yo sé que para mí sería muy fácil amarte eternamente… ya parte de mí la llevas contigo Henry.

—¡Brandon! —Los párpados cayeron sobre los irises verdes. Su pecho delgado se hinchó tratando de tomar aire y luego puso sus cinco sentidos en el momento. Su mano se extendió hasta la del hombre y entrelazó los dedos con él, mirándolo con ceremonia a los ojos. —Pienso lo mismo, pero…

—Oh no, aquí viene el pero —murmuró sonriendo, porque ya sabía que el dulce sueño no podría ser tan perfecto. Le besó los dedos y esperó a que continuara.

Harry sonrió y apretó la mano que sostenía —Acabo de terminar con mi ex novio, acabo de terminar con un amor de años, y los dos no son la misma persona. —Bajó los ojos pensativo, investigando sí lo que iba a decir era verdad, al final lo sopesó todo y decidió que si. —Me gustaría pensar que estoy listo para acercarme completamente, pero no lo sé. Lo único que sé es que ese amor no ha muerto, pero está dispuesto a cambiar de nombre.

Lo dijo con sinceridad ¿amaba aún a Santiago? ¿Era la compañía y el placer proporcionado por Brandon como un espejismo para sus verdaderos sentimientos y su hambre de ser amado? En ese momento sentía que no.

El hombre escuchó atento, apretando y jugando con los dedos del joven.

—Eh, no vamos a ir como si fuera una maratón —acercó los dedos a su boca y comenzó a besarlos—, sé bien que aun está todo reciente y que comenzar así sería descabellado. Pero sé también que lo que ha pasado entre nosotros, no sólo esta noche, es algo más intenso que una cosa casual. Así que… con paciencia y constancia… creo que vamos por buen camino —le sonrió apretándolo entre sus brazos

—Me gusta lo que oigo —Se dejó apretar y luego le habló al oído —¿Brandon? ¿Sabías que me siento pequeñito e insignificante? ¿Qué creo que no le intereso a nadie? —Tenía los ojos fijos cuando lo decía, con la expresión de un muñeco de porcelana, lo decía porque se lo debía, lo había elogiado tanto en esos dos días que llevaban juntos, que era hora de ser justos y mostrarle como de problemático era el sonriente y candente Harry.

Brandon lo apretó más y buscó sus ojos, negando mientras le daba un beso en la nariz.

—No puedes ser pequeñito ni tampoco insignificante, mi bella “musa” —sonrió—, quizá no te has dado cuenta… y sé bien que otros no se han fijado lo suficiente, porque de ser así no estarías aquí conmigo —lo subió sobre su cuerpo y lo miró fijamente—, tú jamás podrías ser insignificante… porque iluminas todo lo que te rodea —le besó la naricita de nuevo—, o al menos para mí eres como una deidad de esas que sólo aspiro a describir en mis escritos de medio domingo por la tarde. Y me interesas… completito.

—Y tu a mi… Bran… —Tanteó el diminutivo, como si 48 horas antes no se hubiesen estado llamando por los apellidos. —Pero necesito que me conozcas antes siquiera de comenzar con este asunto de paciencia y constancia, así cuando te aburras de lo complaciente que puedo llegar a ser, entiendas que necesito aprobación. —Posó su mejilla en el pecho del hombre mientras sus manos se perdían en los cabellos oscuros a medias ondulados —No busco un padre, nunca he tenido uno de verdad, y no sé si quiero una familia, pero me la he pasado toda mi vida buscando un lugar al cual llegar y donde no sienta que estoy sobrando. Aún me comporto como un niño a pesar de mis 22 años, y sólo una vez he tenido algo remotamente relacionado con un trabajo. Así de imperfecto soy, —Lo miró a los ojos con un tinte de decepción personal —No digas que soy tu musa, porque sería una musa rota e imperfecta…

Ya estaba. Si aun le faltaba a Brandon un pedacito de tierra a la cual detenerse para no caer de lleno en ese delicioso precipicio, acababa de derrumbarse. Se irguió un poco y le alzó la barbilla, viéndolo con la ternura que creyó haber dejado enterrada tras sus grandes decepciones.

—Esas son las mejores —susurró halando las sábanas para cubrir la desnudez de ambos. La madrugada comenzaba a sentirse fría y él quería arropar a su “cachorro”. —Nadie es perfecto Harry, también debes saber que pierdo la paciencia cuando la inspiración parece estar al borde de mi pluma pero no descarga nada —suspiró recordando esos episodios—, que me convierto en un perfeccionista extremo y odioso antes de entregar el manuscrito final de un libro y que algunas veces me gusta encerrarme en mi habitación a ver los patrones que puedo formar en el techo, tan sólo por ejercicio mental —haló más la tela para hacerlo sentir cálido—. También debes saber que tengo mala suerte para esas cosas del amor y que estoy gratamente sorprendido de que aun estés aquí, sintiendo este calorcito tan confortante que no quisiera que desapareciera en muchas noches.

—Esas cosas no me importan, de alguna manera ya las he vivido Bran —Se acurrucó un poco más sintiendo que el sueño lo invadía amenazante —Estoy ansioso por asistirte en esos episodios… estoy ansioso por crecer y estar a tu nivel, Bran —Sus ojos se cerraron definitivamente y sólo un leve suspiro de agotamiento salió de sus labios.

—No tienes por qué buscar ser otro —murmuró el escritor viéndolo mientras se quedaba profundamente dormido —así estás perfecto.

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Ulisses había recuperado su sentido común cuando vio lo desmadejado que estaba su compañero en ese balcón. Así que no había perdido tiempo y tras sus intentos fallidos por reanimarlo con un ataque de besos, lo había cargado hasta la habitación, donde ya lo tenía casi desnudo sobre la cama. El ceñido bóxer gris era lo único que separaba al cantante de estar en traje de Adán, mientras que el brasileño ya andaba desnudo por la habitación, arreglando las pocas cosas que había desempacado. No quería perder tiempo con eso luego, y aprovechando la tregua con su compañero, ahora ya lo tenía todo listo.

—Me hubiera gustado ayudarte… —Los ojos de Devlin lo observaban empañados desde la cama. —Debiste despertarme.

El joven giró el rostro y le sonrió, negando mientras caminaba hacia la cama y se recostaba a su lado.

—Tenías que recargar energía para cocinar… recuerda que me debes una cena —le dio un suave beso en los labios

Devlin se lo devolvió entregado, luego se paró de un salto y corrió al baño para (al fin), lavarse las manos. Al regresar miró el equipaje —¿Necesitas una de mis maletas? No me gusta que te lleves las cosas en una precaria bolsa… —Se lanzó en plancha sobre el moreno, acostándolo de paso para atacarlo con múltiples besos cortos. Se sentía mimoso e inspirado «¡A la hora que te pones romanticón Dev! ¿Por qué no esperar para mimarlo cuando esté en su casa la próxima vez?»

Había sido un idiota en ese sentido, pero ya no tenía remedio. Aunque recordando esa noche, se sentía con más libertad de ser “abusivo”, cuando eran oficialmente algo.

—Mmm… no quiero ponerte en molestias —Ulisses se dejó hacer, acariciando la espalda de su pareja—, aunque claro, tener algo tuyo me da la excusa de llamarte todos los días para recordarte que vayas a recogerlo…

Devlin soltó una carcajada, las intenciones del brasilerito las conocía muy bien. —Lo mío es tuyo cariño. Así de simple, pero si tengo que ir por mis cosas, muy seguramente esperaré que no sea en vano.

El joven sonrió y se mordió el labio, ondeando su cuerpo para rozarse con el del rubio.

—Créeme… no te defraudaría…

—¿No se supone que tienes hambre? —el rubio le siguió el juego, acicateado por la próxima separación, no perdería ni un segundo en complacer los deseos de Ulisses, lo seguiría para saber hasta donde llegaría aunque sufriera un nuevo cuasi desmayo.

—Sí, pero me gusta picarte —rió y lo empujó para dejarlo bajo su cuerpo, acariciándole los brazos hasta entrelazar sus manos —me encantas…

—Estoy en tus manos dulzura —Su sonrisa se juntó con la otra para un suave beso —Y a pesar de que me haces sentir… increíble, sugiero que comamos algo antes de que tenga uno de mi bajones de azúcar. —Lo echó sobre su cuerpo desmintiendo a medias sus palabras —Eso sí, por ahora haz de mi lo que quieras, pero recuerda alimentarme a tiempo. —Su mano echó hacia atrás los cabellos de Ulisses sobre su cabeza y los retuvo ahí, le gustaba hacerlo, su frente le fascinaba, era… augusta, no había una mejor manera para describirla. Sus labios se posaron sobre ella, en un gesto más de adoración que fraternal. ¡Y cómo le encantaba a él Ulisses! Desde el primer momento en que lo tuvo en frente, en carne y hueso y a pesar de haberse llevado la mala impresión de que criticaba lo “avanzado” de su edad, había sentido fascinación por él.

El joven le sonrió y suspiró, dejando que el peso de su cuerpo cayera sobre el otro, acoplándose de una manera casi perfecta. Volvió a buscar sus labios y mientras su lengua buscaba a su contraparte húmeda, su estómago se encargó de recordarle que a él ya le hacían falta provisiones.

—Upss —se sonrojó y se palpó el plano estómago—, mejor comamos… mi estómago seguirá protestando…

Devlin también tocó esa parte en una caricia con el respaldo de sus dedos —Sexy estomaguito. —Se levantó apartando a su novio con delicadeza (la palabra aún lo sorprendía y lo llenaba de una calidez nunca antes sentida). Se puso una bata y le lanzó otra a Ulisses —Las vamos a necesitar mejor póntela.

Ulisses asintió y se la colocó, sintiendo lo suave de la tela contra su desnudez. Cuando terminó de ajustar el cordón alrededor de su cintura, caminó hasta su novio y le rodeó la cintura mientras sus dientes mordían el cuello

—¿Qué haremos de comer? —regó besitos en el área mordida

—Creo que debería hacerle una sopa de tomate a mi vampirito personal —Devlin rió y lanzó su mano hacia atrás atrayendo la cabeza de Ulisses para que besara sus mejillas, quedándose quieto en la penumbra del pasillo, dedicándose sólo a sentir, sus sentidos despiertos como nunca.

Y su novio entendió el movimiento, pues lo apretó más entre sus brazos y siguió besándolo, cerrando los ojos para grabar en sus labios el sabor y la calidez de Devlin.

—Como sigamos así nuestros estómagos seguirán haciendo un concierto —susurró palmeándole el trasero —anda, vamos de una vez a ponernos juiciosos con la comida.

Devlin se volteó un poquito ofendido porque le palmearan las nalgas de aquella forma, pero luego dio un paso adelante, tomó a Ulisses de las mejillas y le dio el beso más pasional y salvaje que le salió. Tenía la clara intención de robarle el aliento a ese jovencito increíble.

Ulisses apretó las manos de su compañero, buscando el aire que le faltó para comenzar aquel duelo de lenguas. Gimió y contraatacó, sintiendo cómo su pecho parecía la guarida de un tambor estruendoso.

—Espera, espera —jadeó separándose buscando aire—, intenso —sonrió y lo volvió a pegar a él, buscando sus labios

Devlin lo abrazó y volteó su rostro para besarle el lóbulo de la oreja al tiempo que se separaba un poquito de ese cuerpo cálido e incitante —La comida ¿Recuerdas? —Su dedo índice se posó en los labios sellando la boca, luego lo resbaló por el mentón hasta el confín de la bata y se apartó luego para ir directamente a la cocina. —Cumpliré tu sueño y dejaré que me ayudes a cocinar… —lo dijo con la risa floreciéndole en el pecho.

El joven suspiró y caminó tras Devlin, esperando sus instrucciones como buen aprendiz y ayudante.

—Tienes que venir a Río conmigo —dijo de repente mientras husmeaba las frutas—, con mis hermanos hacíamos parrillada nocturna… claro, contigo cocinaríamos una rica ensalada y abriríamos una helada botella de vino, comeríamos mientras la brisa nos llega… —rió y sacudió la cabeza —me haces soñar despierto, ¿ves? —Caminó hacia él y le acarició los cabellos—, pero en serio quiero que vayas conmigo algún día…

Eso mereció un nuevo beso, uno pequeñito pero amoroso. Devlin no sabía si su corazón sería lo suficientemente grande para guardar todos los sueños del brasilerito, así como no sabía si su carácter daría la talla al de Ulisses. —Iré a donde me quieras llevar… —Le dio otro besito y lo apartó de las frutas para abrir la puerta de la amplia terraza de nuevo, caminó los escasos centímetros desde la puerta corrediza de cristal a la puerta corrediza de su invernadero, asegurándose de que el moreno estuviera tras él. —Hoy entrarás en algo así como la bóveda de mis tesoros, dónde cultivo la mayoría de mi comida.

Sonrió tratando de no darse importancia, pero adoraba ese lugar, le dedicaba cada momento libre, y sólo lo dejaba a cargo de una mano experta cuando tenía que ausentarse. Allí, entre materas grandes hechas de madera, estaba sus plantas: tomates, pepinos, fresas, moras, entre otras más, y al fondo, en una mini alacena debajo de las mesas cargadas de plantas, uno de sus tesoros: la alacena de los hongos. Champiñones y algunos raquíticos portobello y orejas crecían ahí.

Devlin se agachó para tomar algunos de los más grandes y se los pasó a Ulisses, realizando el proceso en silencio, concentrado en no dañar la delicada estructura blanca que parecía poder brillar en la oscuridad y que crecía al amparo de algunas estacas de madera.

El joven se mantuvo en silencio, conmovido por esa muestra de confianza. Ya había notado muchas cosas de la personalidad de Devlin y ciertamente el estar entrando en aquel lugar era como haber sido aceptado para una audiencia papal. Una sonrisita boba se instaló en su cara sintiéndose como un niño por primera vez en Disneylandia, ayudando a su novio a sacar todos los ingredientes necesarios. Esa noche se esforzaría por ser de buena ayuda en la cocina, todo debería quedar perfecto.

Debajo de la alacena había un pequeño sistema de enfriamiento parecido al de una nevera pero Devlin la utilizaba también para mantener sus vinos espumosos a punto. Bajo la mesa de al frente la pequeña cava de vinos varios era protegida por las estructuras de madera. Había procurado que nada se desperdiciara allí: El agua lluvia era recogida en una canal y dispersada como suave aspersor los días que llovía. El espacio era mínimo y apenas se podía pasar, pero el sol entraba a raudales en la estancia, la puerta permanecía cerrada por los posibles insectos y en otros tiempos, porque Willie solía usar sus macetas para hacer sus necesidades y Devlin debía comenzar un proceso de abonado con los “regalitos” de la gata. Además un par de personas del servicio del aseo habían echado mano de sus envidiables legumbres despertando su ira.

Se levantó y con unas tijeras cortó los tomates con total silencio, como pidiendo permiso por lo que tomaba. Unas fresas siguieron en la canasta, y un raquítico calabacín. De su matera de especias tomó varias hojitas en silencio total. Cuando terminó, apagó las luces y le sonrió a Ulisses, dándole un beso antes de salir. Se veía adorable con todas aquellas cosas entre las faldas de su bata.

Entraron de nuevo a la casa, y Devlin dejó la botella que había seleccionado de su costosa cava. Abrió la nevera y sacó un viejo vino de cocina.

—Voy a hacer la versión vegetariana de uno de los platos de Santiago. —Le sonrió mientras ponía los hongos en agua —espero que no te aburra mi manera de cocinar, si quieres algo de carne…

El joven aun venía flotando en la nube de confianza, cargando con las cosas como si fueran los últimos alimentos sobre la faz de la tierra.

—Tranquilo amor, disfruto de todo lo que haces —colocó el resto de cosas en la mesa y le observó atento—, bueno… soy tu ayudante, así que dime… ¿qué hago?

—Pica los hongos, y si no te molesta, la cebolla —Le puso dos en frente y sirvió dos copas del vino tinto que había traído como para entrar en ambiente. Partió algo de queso holandés y se lo dio en la boca, el corazón se le saltó un latido al verlo en bata, esforzándose por cortar todo de forma meticulosa.

Encendió el estéreo y luego se dedicó a lavar las fresas, haría una mermelada ligera y caliente para ponerla sobre el pudín instantáneo que iba a preparar. Necesitaría energía y calorías, aún faltaban unas horas y algo le decía que Ulisses no se resignaría a usar su cuerpo hasta que estuvieran sobre la hora. Pero estaba preparado, es más, lo ansiaba, su cerebro y su cuerpo estaban listos para ello, lo estaba planeando desde que supo que el moreno se iba y que él no dormiría.

Ulisses picó todo sin problemas, concentrado en dejarlo bien. Aunque claro, era humano y los ojos se le iban hacia la figura de su pareja, más cuando caminaba de una alacena a otra o cuando había ido a encender el estéreo. Si tuvieran más tiempo, le hubiera encantado bailar con él. Pegados, en una danza lenta, sensual y cargada de erotismo.

«Ya me desquitaré en Río» pensó mientras terminaba su tarea y tomaba otro trago de vino.

Continuó en su estado de misticismo mientras vertía la pasta en el agua caliente, sólo noodles, rápidos y fáciles de preparar, además la pasta rizada exigía menos. Hizo una preparación rápida, de vez en cuando acordándose de alimentar a Ulisses con el queso. Empezó a tararear mientras ponía en una pequeña cacerola salsa de soja y algunas de sus especias, un poquito de pimienta negra y mientras aquello hervía, ponía la leche del pudín y se acercaba al moreno para darle un beso, un trozo de queso y seguir en lo suyo tarareando la canción que se escuchaba en el casi desierto salón.

Luego se le ocurrió otra idea: sacó otra pequeña cacerola, puso algo de vino, algunas fresas y un poquito de azúcar, era un desperdicio tratar así el contenido de la botella pero lo valía, sonrió mirando con picardía a su novio que ya comenzaba con las cebollas.

Todo hirvió casi al mismo tiempo. Agregó canela a la mezcla, bajó los noodles de la estufa y se dedicó a batir el contenido del pudín en el resto de la leche… lo que podría hacer con el postre…

Su sangre subió a su cara y el resto bajó a su entrepierna observando la bronceada V del pecho del modelo.

El joven terminó su tarea y tras dar otro sorbo al vino, llevó todo en una cacerola, dándole un beso al rubio. Justo en ese momento, la estación sintonizada comenzó a regar una deliciosa melodía en el idioma natal de Ulisses. El brasileño pensó que algo debería estar coordinándose gracias a las fuerzas del Cosmos, porque la canción venía como anillo al dedo.

—Meu coração não se cansa… re ter esperanza de um dia ser tudo o que quer… —entonó en esa voz masculina, cargada de sensualidad. Sus labios vibraban en el pabellón de la oreja de su compañero—Sem dizer adeus… e fez dos olhos meus um chorar mais sem fim… —lo meció un poco, logrando que sus batas se abrieran, colándose para sentir la piel de su novio —Meu coração vagabundo quer guardar o mundo…Em mim…

—No sigas Ulisses —Gimió apenas —vas a hacer que me corra aquí mismo y se me quemen las ollas. —Lo decía en serio, siempre, durante la sesiones apasionadas de los dos, le había excitado sobremanera escucharlo hablar en su lengua natal, le daban ganas de penetrarlo más fuerte y más profundo, pero al tiempo le frustraba no entender lo que decía… tenía que hacer algo al respecto.

—Eu sei ... —le acarició los cabellos— eu quero você dentro de mim —le dio otro beso y se alejó, no sin antes acomodarle de nuevo la bata.

—¡No se vale Ulisses! —Devlin lo miró con reproche en los ojos — No entendí ni una letra y por tu actitud y tu mirada, creo que debería saber que dijiste — Lo amenazó con un revolvedor de salsas en la mano— ¡Eres un provocador!

El joven rió con ganas y se apoyó en la mesa, ladeando un poco el rostro.

—Mmm… lo sé, soy tramposo y me encanta provocarte… pero sé bien que eso te encanta —sonrió con picardía dejando que su bata aun colgara libremente sin ser atada de nuevo

El rubio observó el espectáculo completo, de pronto recordó ese domingo memorable de su primera vez juntos, y las ganas de agacharse y rendirle pleitesía completa a Ulisses y a su "amiguito" de pronto fue abrumadora.

Se contuvo sin embargo, y bufando volvió a su mezcla, vertiéndola por fin en la leche hirviente. Bajó el vino de la estufa y lo dejó lejos para que se enfriara. Era tonto portarse así, pero estaba rumiando aún su frustración y se concentró sólo en sus "pociones" como le gustaba llamarlas cuando hacía bromas.

Ulisses alzó una ceja y tras terminar su copa de vino, ató su bata y caminó hacia Devlin, besándole el cuello.

—No te enfades… ya me porto bien —le hizo cosquillas—, anda, dime en qué más te ayudo… comemos y luego nos enredamos en esa cama tuya tan cómoda…

Hizo una mueca de disgusto aún no muy convencido de lo que le decía el modelo. —En ese caso, debes revolver esta mezcla hasta que hierba y 5 minutos más —Estaba siendo malo al dejarle las tareas más dispendiosas, pero era su desquite.

Sin decir una sola palabra más, se dirigió al wok puso algo de aceite, algo de sal y un poquito de mantequilla dejando que se calentara para poner los hongos. En silencio se dirigió de nuevo a sus fresas, el agua con azúcar y canela ya las pedía para hacerlas dulce. Y los noodles estaban listos para ser escurridos.

Se sentía indignado, pero ya vería Ulisses, estaba decidido a aprender portugués así fuera por Internet.

El joven se puso serio y tras cruzarse de brazos, se apoyó en la mesa y observó al rubio con una trompita.

—Lo haré si me das un beso y dejas esa cara de enfado —observó al descuido las cuerdas de la bata

El rubio le puso uno de sus cucharones en los labios con un suave golpecito. —Lo dicho, eres un provocador… pero a mi no me gusta quedarme atrás. —Siguió con lo suyo prestándole la menor atención al modelo. Estaban en un punto crítico, así que con maestría pico el calabacín, las hojas de albaca y algo de nueces para ponerlos en una de las cacerolas y tostarlo todo antes de poner encima los noodles.

El cuidadoso paso de los champiñones con el vino hasta que se redujera todo, era el siguiente. Estaba concentrado en ello, inconsciente de que en una de sus pasadas al lado de Ulisses, éste había tironeado de su bata y la había abierto. La cocina era algo serio para Devlin Ford, cuando estaba creando, nada podía distraerlo, aunque nunca hubiese experimentado un quemón en (o cerca) de sus partes nobles.

Ulisses no se dio por vencido. ¿Así que no iba a prestarle atención? Bien, él también podía jugar ese juego. Se despojó por completo de la bata y dejó que su cuerpo comenzara a moverse desnudo por la cocina. Tomó otro poco de queso y comenzó a comer, observando desde la ventana el paso de la noche.

—¡Demonios! —Exclamó el cantante cuando la suave jalea que se cocinaba con leche y vainilla empezó a derramarse. Corrió hacia ella para apagar el fuego y poner la olla en el lavaplatos, no pudo evitar que una ceja se levantara al observar a Ulisses en la ventana, desnudo después de abandonar el postre a su suerte. De pronto las dudas lo atacaron de nuevo y ya la vida doméstica con el moreno no le pareció tan alentadora como antes.

¿Estaban destinados a separarse por lapsos con momentos de enervante silencio? Devlin sabía que él era bastante difícil, pero le gustaba dedicarse a lo que estaba haciendo cuando lo realizaba, y de otro lado, también era sensible a los cambios de humor de las personas a su alrededor.

Sintió que su antigua y confortable concha lo envolvía de nuevo alejándolo del mundo exterior, mientras pensativo se dedicaba a saltear la pasta y ver las extrañas formas que se cocinaban allí. El vino que había calentado estaba en la temperatura exacta para mezclarlo con el resto y las fresas ya estaban crujiendo deliciosamente en su almíbar mientras la lenta mezcla del ragú de hongos se reducía.

Había perdido el apetito.

—Solo te costaba un beso —Ulisses no se giró. Sabía bien lo que pasaría con la salsa, pero tampoco iba a dar su brazo a torcer cuando no había hecho nada malo. O al menos para él no era malo el hablar en la lengua que había aprendido desde que tenía conciencia. Sin embargo, suspiró cansado y recogió la bata, colocándosela de nuevo. — Lo siento, quizá estoy siendo infantil… pero no me gusta que se enojen conmigo sin razón.

—No sé a que viene ese comentario. —Devlin mezcló el vino, escarchó las copas con azúcar y vertió la mezcla —No he dicho que no te fuera a besar. Estaba ocupado. —Revisó las ollas viendo que todo estaba perfecto, en un momento más podría verter la mezcla del pudín en los moldes y sacarlos al viento otoñal de su terraza, mientras tanto llevó las copas de vino caliente hasta la ventana y le dio una a Ulisses mirándolo fijamente, con calma —¿Vamos a pelear siempre así? ¿Vas a molestarte porque no te sigo la corriente y luego te dedicarás a lastimar mis sentimientos? —Su voz no se levantó más de la octava sedante que usaba para calmar a los animales heridos del refugio de su madre —No pretendo ser una Reina del Drama, ni aburrido ni llorón, sólo te lo estoy diciendo porque odio que esto pase.

Ulisses tomó la copa y por alguna razón su estómago se cerró, dejando de protestar. Había resultado un pésimo ayudante en la cocina… peor aún, estaba dejando salir su lado más infantil y esa faceta que no le estaba dando demasiados puntos si su objetivo era ser pareja del rubio.

—Lo siento —dijo viéndolo fijo—, creo que quise jugar cuando debí ser serio… perdóname.

La concha de Devlin se resquebrajó un poquito permitiéndole sonreír. —No tienes que ser un viejo gruñón como yo Ulisses. —Se acercó tanteando un beso que no estaba seguro de sí sería bien recibido, sus ojos recorriendo las facciones fuertes, bellas y a la vez duras, como esculpidas en piedra, del brasilero. Sentía una fascinación increíble por sus pómulos altos, sus labios a medias delgados, y su mentón cuadrado ¿De verdad ese hombre casi niño era serio sobre hacer una pareja con él? ¿Justo con él? —Sólo que hay momentos en los que estoy abstraído y no intento ignorarte a propósito… no soy una mujer para jugar de esa forma… aunque soy consciente de que no todas lo hacen, pero ya sabes, estereotipos hay… Sólo soy así.

Ulisses frunció el ceño y lo haló, apresándolo entre su cuerpo y la mesa.

—Sé bien que no eres una mujer Devlin… pero así soy yo, me gusta jugar con mi pareja, tentar, llámalo sacar de las casillas… pero nunca con mala intención. Así que perdóname… no me gusta enfadarme, mucho menos contigo…

—¿Y a cuántas de tus parejas les haz hecho lo mismo? —El rubio lo miró burlón mientras interponía entre sus rostros la copa de vino que tenía en la mano. Aún siendo ambos hombres, a Ulisses le gustaba tomar ese papel de macho fuerte y casi dominante, y a él le encantaba, no podía negarlo, el moreno lo hacía inconscientemente incluso, y así el cantante podía entender como resultaba de arrolladora su personalidad entre las mujeres. Sin embargo Devlin no era una, tampoco era un pasivo débil o un activo con aires de grandeza, ambos estaban de hecho, en las mismas condiciones, pero si Ulisses necesitaba manifestarse de esa forma y apresarlo con violencia, bien, por él no había problema, ya le enseñaría que con él recibes lo que das.

—A dos —confesó ladeando el rostro, observando al rubio a través de la copa—, una se desesperó a los dos meses y la otra sólo buscó seis meses de fama… así que —se inclinó otro poco, pegándose más—, no he tenido mucha oportunidad de jugar como quisiera…

Devlin recibió de lleno con su cuerpo el peso del otro y dejó su copa de lado sobre el mesón para darle el beso que le tenía reservado desde hacía rato —Mhh un chico experimentado… —Le dio otro beso y luego se zafó del agarre porque un misterioso olorcillo a recalentado salía del wok.

—Es peligroso cocinar contigo cerca, ¿lo sabías? —Sonrió mientras revolvía sus hongos en una mezcla perfecta y apagaba todo lo demás. Sus ojos se fijaron en el increíble trasero que se adivinaba a través de la tela de la bata y que se apoyaba sobre el extremo de la superficie.

—Lo sé —haló la tela para que se pegara más, consciente del escrutinio—, aun más comer… —se apoyó adrede parando las caderas, tomando otro pedacito de queso. Sabía bien por los ojos del rubio que este no le había creído lo de esos dos “amores”. Claro, tenía una fama bien elaborada por un genio maquiavélico de la publicidad.

—Doy fe de ello. —Devlin fue por los platos dejándolo sentado allí sólo por el lindo espectáculo con el que estaba recreando sus ojitos. Empezó a servir el humeante guiso y luego un plato de pasta para los dos. Lo dejó encima del mesón y tomó un recipiente grande para verter el pudín ahí, sacándolo a la terraza para que se enfriara en media hora.

El estómago de Ulisses pareció volver a la carga cuando el delicioso aroma asaltó su nariz. Le sonrió al rubio y se aventuró a pasar su dedo por el borde del plato, tomando un poco de la salsa para llevarla a su boca.

—Delicioso

Agarró la mano traviesa cuando iba por la segunda probada y lamió él su dedo. —Y espera a probar el resto…

El joven rió de manera fuerte y sin esperar más, tomó otro poco de salsa y con la otra mano hizo a un lado su bata, mostrando su erecto y sensible pezón.

—¿Quieres probar? —susurró dejando que su dedo embadurnara el erecto montículo

Algo entre el bóxer del cantante levantó cabeza y empezó a olisquear la pasión. ¡Claro que querría probar! De hecho se inclinó más sobre el mesón y dio una corta y contundente lamida al pedacito de carne que se erguía para él. Luego le sonrió —Y entonces, ¿qué harás con el postre? —Tomó en su tenedor algo del guiso y apoyándolo con su otra mano debajo lo llevó a los labios de Ulisses.

El joven tomó el bocado de la manera más seductora que encontró, viéndole con la picardía en las pupilas.

—Eso depende… ¿dónde quieres ponerlo? Seré tu plato…

Devlin miró el reloj de la cocina, las 11:21, no sabía si tendrían tiempo para hacer un desastre gourmet y luego estar listos a las 02 a.m. —Un día de estos Ulisses Mateus, voy a tomar lista de cada una de tus propuestas indecentes y te las voy a hacer cumplir. —Le dio otro bocado, estaba dispuesto a aprovechar la noche de muchas maneras y si quería durar, al menos tendría que tener algo en su estómago.

—Esperaba que dijeras eso —sonrió comiendo obediente, tomando él a su tiempo un bocado para dárselo a Dev—, nos divertiremos cumpliéndolas… mira que tengo mucha imaginación

—En ese caso, resérvame un espacio para el postre en ese lindo lugar que tienes ahí abajo. Y hazme la lista, a lo mejor me sirve de desestresante. —A veces se arrepentía de no tener una mesa de comedor como todo el mundo, pero comer así, los dos de pie entre los bancos, recargados contra el mesón y alimentándose el uno al otro, también podía ser íntimo. Le agradaba mucho, tal vez demasiado. —Creo que mi novio tendrá trabajo para rato —Lo dijo como al descuido y en un falso tono pensativo.

Ulisses sonrió con todos sus dientes. Devlin le acababa de hacer entrega de una oportunidad para desatar su lado más pervertido y lujurioso.

—Tu novio estará atareado —le robó un beso entre bocado y bocado—, cuando sientas la lista será un compendio que no tendrá nada que envidiar a una enciclopedia…

—Mi novio… me encanta como suena eso —Le dio otro bocado y luego lo miró de medio lado. —Si me armas la Enciclopedia Británica de las perversiones sexuales, no sé si viva mucho tiempo… Sonrió y las pequeñas arruguitas en el extremo de sus ojos se acentuaron como si fueran pequeñas líneas pícaras

—Mmmm… mataré de placer a mi novio —le besó las mejillas y luego la nariz— Dev… quiero… ya…



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Eso es todo por hoy gente!! Comentarios y demás siempre son muy apreciados.




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