25 de diciembre de 2012

Feliz Navidad! (Con regalito!)

Feliz Navidad gente!

Y aquí un regalito que hicimos Amy y yo para todos aquellos que han seguido nuestra historia original: Dream.

Esta vez los protagonistas no son Devlin y Ulisses, sino un nuevo personaje que apenas hemos mostrado en los últimos capítulos: un chico un tanto maniático llamado Bet, y su mejor amigo: Bastian.

Si quieren un pequeño chisme, no será la única historia en la que estos dos buenos amigos aparezcan y de hecho, tendrán historias propias... y el oso también!

Vamos ahora con créditos y advertencias y MUY FELIZ NAVIDAD Y UN GENIAL FIN DE AÑO!!!



Autoras: Amy Tomoe y Freya Karstein
Rating: NC-17
Advertencia: Menores mentirosos sobre su edad buscando noches de pasión (quedan advertidos) y claro, acción boys on boys. O sea, sólo chicos!!
Además: Se aceptan comentarios!

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1

Bet bostezó una vez más y se abrazó más a su gran oso de felpa. Las luces en la habitación estaban apagadas, y estaba haciendo frío, por eso se había envuelto con su pijama más cálida. Sus ojos se cerraban a intervalos mientras los de Bas seguían abiertos a su límite, pegados a la pantalla del televisor.

Se preguntó qué haría su amigo si las pelis porno gay vinieran en 3D. Estaba seguro que ya se habría corrido. Personalmente para Bet no había nada como la acción real. Por ejemplo con Mike Donovan, a quien no veía desde que había abandonado la ciudad. Sus pezones y su sexo eran fieles testigos de que el hombre mayor le hacía falta.

Ajeno a las cavilaciones de su compañero, Bas continuaba observando atento cada movimiento, gemido y gota de sudor. Sus mejillas se mantenían como manzanas maduras y podría jurar que hasta despedían calor.

—¿Oye – dijo de repente entre una y otra escena – ¿es realmente así… así como muestran acá?

—¿Te refieres a la técnica? —Bet se abrazó de nuevo a su oso, escondiendo su cara en la suave barriga. Trayendo sus recuerdos a su presente —No tengo tanta experiencia, sólo he follado con dos y el primero fue un desastre, la parte oral si he tenido por montones, pero ninguno de ellos me había gustado ni eran especiales. Además siempre estaban preocupados de que alguien los descubriera retozando con alguien como yo en una calle oscura. —Sus ojos se angostaron— En cuanto a meterla… si, es básicamente así, aunque hay muchas formas.

—¿Duele? —los ojos de Bas se entrecerraron un poco.

Bet lo pensó unos segundos — A mi sí, pero él era un inepto. —Abrió los ojos mucho cuando las cosas se pusieron más calientes en la tv y empezaba una doble penetración, algo diferente a las comunes, los tipos que iban a insertarse eran de un tamaño más que regular, por lo general sólo los cortos y delgados hacían eso.

Bas regresó su atención a la pantalla ante la expresión de Bet y se puso completamente rojo.

—¿Es eso siquiera posible? —se abrazó a su cojín observando la escena.

—Al parecer, lo es. —Volteó a su oso para que los ojos tuvieran contacto con la visión de la pantalla y le sobó su inmensa panza. Miles de ideas empezaron a gestarse en su cabeza y luego se preguntó cuánto valía aquello la pena, como para ir y buscarse a un par de interesados ya que Mike no estaba. —¿Te gusta alguien Bas?

El pequeño tenía entreabierta la boca y notó cómo su cuerpo comenzaba de nuevo a presentar señales de que el asunto le gustaba. En demasía. Carraspeó al cabo de unos segundos y se giró hacia su amigo, con el rubor a flor de piel.

—Bueno… sí… pero no lo conoces —suspiró y se acercó hasta dejarse caer sobre la panza del oso — vive en mis sueños —agregó sonriendo.

Bet dio un respingo cuando el hombre receptor en la pantalla se sentó bruscamente sobre el buen par de erecciones e hizo cara de estar en la cumbre de sus fantasías más placenteras. —A veces los sueños se hacen realidad. —Su mano se metió entre sus pantalones térmicos con ositos blancos y azules, de pronto ni siquiera su oso expedía frío suficiente como para que su cuerpo lo resintiera.

—¿Qué haces? —Bas se sonrojó al extremo, ocultando sus mejillas entre el pelaje del oso, pero atento a las acciones de su compañero —¿te pone esa escena?

Un ruido grosero salió de la boca de Bet cuando expulsó aire por ella —Me pone todo, es la edad, dicen los psicólogos y no quiero hacer que queden mal. —Arrancó a su oso del lado de Bas y lo tiró al suelo para apoyar su cabeza sobre él. Sus ojos fijos en la pantalla  y su mano acariciándose obviamente, habló sin dejar de ver al hombre más bien feo en la pantalla mientras tomaba un ritmo parejo y fuerte, las películas porno siempre serían mejores si no aparecieran caras en ellas, casi nunca eran bellas o atractivas, ni siquiera interesantes. —No me voy a bajar los pantalones para mostrártelo Bastian. Si quieres puedes agarrártela y no me importará.

El moreno se puso más rojo aun, observando cómo su pantalón iba evidenciando lo mucho que aquello le agradaba a su cuerpo. El morbo se le metió hondo y deseó que Bet no se cortara y se quitara todo. Era mucho más hermoso que los tipos en la televisión.

—V-vale —murmuró apenas, apoyando su espalda al pie de la cama.

—¡Demonios! Le metieron un dedo extra! —Bet se levantó del suelo para observar aquello más cerca, el hombre tenía una cara aún mayor de placer. Definitivamente Boone se iba a ganar ese beso si le conseguía otra peli como esa.

Bas también se acercó, con el pantalón de dormir a media cadera, ya sin vergüenza de que su amigo le observara.

—Mmmm… se ve que le gusta.

El inglesito empezó a respirar entrecortadamente —Claro que le gusta, apuesto a que yo lo adoraría… está tan lleno… —  murmuró.

—¡Pero te partirían en dos! — desvió un poco la mirada y juró que vio al oso mover una pata.

—Todo depende —Murmuró Bet — Mira a esos tipos, no han partido a nadie… —De pronto miró a Bas a los ojos —¿Con que chicos del colegio te gustaría hacerlo? Nunca me lo has dicho, y hay unos que están realmente… pues… ¡muy bien!

Bas se sonrojó y desvió la mirada, tomando la pata del oso y acariciándola al descuido.
— No suelo fijarme mucho… considero que son demasiado snob —se mordió el labio y ladeó la cabeza — sin embargo…

—¿Sin embargo? —Lo apuró Bet, de nuevo su atención en la televisión, pero se acercó de medio lado a su amigo, poniendo su oreja casi contra los labios rosas del menor.

—El… el profesor Anders —balbuceó entrecerrando los ojos.

Los ojos grises se fijaron en los de Bas de repente, totalmente abiertos en clara impresión, luego sonrió: —¿Un profesor? ¿Quién es? ¿Cómo es? ¿Tengo clases con él?

—No es de la escuela —medio sonrió jugando con los pelillos del suave animal de felpa —va dos veces por semana a darme clases de italiano, una manía de mi madre con que aprenda ese idioma…

El inglesito le puso pausa a la película perdiendo interés en ella. Se abalanzó sobre Bas como si fuera su presa, su cuerpo lentamente escaló al otro, más pequeño en un roce de ropa, sus ojos grises fijos aún. —¿Cómo es? ¿Te gusta mucho?

—Qué curioso eres —Bas le hizo cosquillas pero no pudo quitárselo de encima. Optó por enredar sus dedos en los lacios cabellos de su amigo — tendrá como treinta y cinco, es alto, con un cuerpo de infarto porque se mata en el gimnasio… y sé por lo que me dice la tela de sus pantalones que no es precisamente pequeño…

Bet miró hacia un lado como meditando, su voz murmurada cuando habló —¿Te ha dicho algo? ¿Te ha hecho algo? Mira, la primera vez si duele, debes tener eso presente porque nunca hay nada tan grande ni duro ahí. Sólo recuerda eso.

Bas se quedó en silencio un momento sintiendo un poco de temor y pena al mismo tiempo. Se notaba que para su mejor amigo aquella primera experiencia había sido malísima. Ojalá para él fuera diferente.

— Es demasiado serio, casi no se desvía del tema principal de sus clases… aunque alguna que otra vez lo he cachado viéndome el trasero.

—Oh! —Bet se quedó pensando con la imagen de la doble penetración estática en su televisor. Los minutos pasaron y sus ojos no se despegaron de ella y su respiración apenas salía de su nariz. Miles de ideas corrían por su cabeza. Y en ninguna de ellas estaba presente el recuerdo de su más reciente obsesión: Mike Donovan.

—Por cierto… hoy me toca clase —Bas sonrió con picardía — ¿crees que debemos portarnos mal?

De nuevo lo miró fijamente, como si despertara de un sueño. —¡Claro que si! Tráelo aquí. Así lo conozco y… —Se levantó directo a su armario, la película totalmente olvidada — ¿Qué te parece estos? Son retro, según me dijeron, se usaban en los ochenta. —Le mostró al pequeño un par de shorts de corte masculino pero mínimo, con aberturas a los lados. Un poco más pronunciadas que los clásicos—Los he visto en muchas pelis y se veían uno poco ridículos, pero cuando te sientas, se te ve hasta la cadera!

Bas se levantó y observó la prenda. Sonrió con complicidad y se cruzó de brazos
—Trae esas prendas y vamos a mi casa. El tipo llega puntual y como plus… mis padres no están y los criados tienen el día libre.

Bet miró a su oso, en el suelo desparramado… —¿Puedo llevarlo  a él de nuevo? No le gusta salir, pero un trato es un trato…

—Tráelo, le dará más morbo ya que mi cuarto está lleno de ositos y conejitos.

—Genial! —Se arrastró por el suelo de nuevo a sus cajones —Sugiero un par de camisas con botones, las medias del equipo de fútbol —Le arrojó dos pares de las suyas y luego se dedicó a reburujar en un cajón en específico. —Esto le dará el toque final! —Exhibió muy orgulloso una pequeña caja de metal.

—¿Qué es? —Sonrió curioso — ¿es parte de tu kit de seductor letal?

Bet se la arrojó sin expresión. —Pomada rosada con olor a fresa para los pezones.

—Wow —la abrió y la olió con placer — creo que mi profesor va a morir de un infarto hoy…

Su amigo gateó hacia él y le arrebató la cajita abriéndola, su dedo índice pasó por la lubricada y dura superficie del producto y luego hasta sus labios, humectándolos. Su lengua salió para lamerlos luego de eso. —Entiendo porque las chicas lo usan, es dulce. —Se lo ofreció a Bas.

El moreno tomó un poco e imitó a su amigo, dejando sus pequeños gajos relucientes.
—Sí, lo es —chupó su dedo — ¿se supone que lo usan para que a los chicos les guste besarlas?

Bet lo miró fijamente —No suelo besar chicas… De hecho, no suelo besar a nadie. —Untó sus labios de nuevo. Gateó un poco más cerrando el espacio hacia Bastian. —Estira tus labios, sin abrirlos.

—¿Eh? —Bas se sonrojó al ver lo cerca que estaba su amigo — ¿para qué?

—¡Tonto! Deja de hacer esa cara de pescado y haz lo que te digo, así no te ves sexy y tu profesor no te pondrá un dedo encima. —Estiró sus propios labios y habló de piquito —Hazlo antes de que me aburra…

—¡No estoy haciendo cara de pescado! —se acercó e hizo lo que su amigo quería.

Bet no respondió. Sus ojos se mantuvieron fijos en los del pequeño neerlandés, sus labios se tocaron como picos de aves, lentamente Bet se fue acomodando, cambiando el peso de sus rodillas  a su trasero, mientras presionaba más sus labios abultados contra los de Bas, sintiendo esa suave respiración tornarse agitada de un momento a otro.

Bastian abrió mucho sus ojos al primer contacto. Era el primer beso, la primera vez que otra persona (chico o chica) entraba en contacto con sus labios. No supo por qué, algo en su interior se removió, haciéndole cerrar los ojos y evocar sus sueños, de otras épocas y otros mundos, donde unos labios buscaban los suyos con ternura y deseo. Pero estos eran diferentes, eran cálidos, dulces y pertenecían al único chico al que estimaba en su mundo. Relajó los músculos y se pegó un poco más, dejando que su mano derecha reposara en el muslo de su compañero y la izquierda tomara tímidamente su cuello, jugando con los pelillos de la nuca.

Bet devolvió el gesto y lentamente estrechó a su amigo contra su cuerpo, mientras los labios de los dos se acariciaban, él succionaba los de Bastian suavemente, probando la vaselina dulce y sintiendo en los propios los pequeños bultos de esa boca encantadora. Acariciándolos con lentitud con su lengua mientras sus ojos se cerraban a medias, complacidos porque alguien jugara con sus cabellos de esa manera gentil. Su camisa se rozó contra la de Bas y lanzó un suspiro, deleitado con ese suave calor corporal que se pegaba al propio. No era uno pesado y gastado como el de los hombres y mujeres con los que había estado. Por primera vez, Bet se sintió relajado y en confianza en una situación tan íntima, no debía luchar por conseguir algo, o intentar parecer mayor para que la gente no se arrepintiera de tener sexo con él.

El moreno sonrió ante la proximidad y lo agradable que era experimentar su primer beso con Bet. Sus dedos vagaron de la nuca hacia la cabeza, enredándolos con las suaves hebras de cabello mientras aprendía los movimientos sobre los labios de su amigo. Su otro brazo rodeó la cintura del chico y lo atrajo más, haciéndolos caer sobre el felpudo oso que parecía esbozar una sonrisa cómplice.

—Saca tu lengua… —Pidió gentilmente y con voz ronca Bet. Feliz de estar frete a frente con su amigo, cruzando sus piernas con las de él, enlazándolos como si estuvieran en un capullo.

Bas asintió y obedeció. Debía ser un buen alumno si quería tener esa maestría que a tan corta edad ya poseía su compañero.

Bet lo miró un momento y luego sacó su propia lengua, para acariciar los bordes de la de Bas, con cuidado, incluso con cierto cariño, le pareció maravilloso sentir esa humedad extra en él. Luego lo lamió por encima, para ese momento Bas empezó a responder y Bet decidió succionar lentamente la lengua que se le ofrecía, estrechando más y más el cuerpo de su amigo contra él.

—Mmm —no pudo reprimir el sonido, logrando que sus mejillas se encendieran aún más. Definitivamente un beso era algo maravilloso, y si a eso se le sumaba el confortante calor de otro cuerpo, el latir acompasado de los corazones y la lava ardiente que parecía correr por sus venas, hacía de la experiencia algo definitivamente inolvidable. Cerró sus ojos por completo, abandonándose a la sensación, rodeando a su amigo con sus brazos para prodigar caricias por toda su espalda.

—¿Bastian? —Bet lo llamó suavemente, con una gentileza que no era la acostumbrada en él, soltando del todo sus labios y deteniendo las caricias sobre la cadera de su amigo.

—¿Mmm? —el moreno abrió sus ojos y le sonrió.

—Quiero correrme…

Bas se encendió completamente, mordiendo su labio con sabor a fresa.
—Y… ¿quieres que…?

El inglesito se mordió los labios, sentía que estaba pidiendo algo prohibido, pero sus hormonas le ganaban, el rubor cubrió sus mejillas como nunca. —¿Podemos frotarnos? Ya sabes… sólo debes pegarte más y seguir mi ritmo, sino…sino…

—Ok —lo pegó a él y sonrió cerca de los labios de su amigo — yo también necesito… necesito eso…

Bet cerró los ojos con alivio, y antes de tomar los labios de su amigo se pegó a su más pequeña forma y suspiró —No quería ir a darme una paja al baño…

Bas rió dentro del beso y asintió. Su cuerpo ya había reaccionado casi desde el primer roce, todo por esas hormonas juveniles. Acopló su erección con la de Bet y alzó un poco las caderas, esperando a que su amigo marcara el ritmo que quería.

Bet se arrancó de los labios tiernos y suspiró —Estás duro. Se siente diferente… nunca le había sobado la salchicha a nadie Bet, pero Mike siempre me pregunta si lo quiero duro o lento.

—¿En serio? —se rozó y retuvo un gemido de gusto — ¿y cómo lo quieres ahora?

—¡Duro! ¡Estoy que perforo mis pantalones!! —Hizo un movimiento para definir posiciones pero se detuvo —¿Si te clavo en la alfombra te asustarás?

—No —sonrió — justo ahora podrías pedirme que me parara de cabeza y lo haría con gusto si eso alivia esta lava que tengo en la entrepierna…

Bet soltó una carcajada y con algo de rudeza puso a Bas en su espalda, en la alfombra, cerca al oso de peluche. —A este tipo le encanta ver a la gente corriéndose. —Explicó y luego volvió a besar al neerlandés ubicándose entre sus piernas. Un primer movimiento a través de la ropa lo llevó al éxtasis, aunque no era muy cómodo cuando su barra de acero se pega a otra igual para frotarse, pero con eso venía un alivio tan increíble que el resto de cosas perdían importancia.

—Ahhh —Bas echó la cabeza hacia atrás y sus manos apretaron la alfombra y una pata del oso —¡eso se siente genial!

—Seeeh! — Rugió Bet y se recostó a medias sobre su amigo, su cabeza sobre un pedazo del muñeco. Mordiéndolo, sus manos apoyadas en la alfombra y sus caderas moviéndose a tal velocidad que pronto prenderían fuego a las ropas de ambos.

—¡Bet! —Bastian rodeó las caderas de su amigo con sus piernas, atrapándolo para que no se alejara y siguiera con ese ritmo. Su garganta dejó escapar gemidos como un pequeño felino que encuentra los juegos novedosos y extremadamente atractivos. Buscó de nuevo los labios de su amigo, desprendiéndolo del oso, tomando su boca y chupando su lengua.

Bet sintió que ese beso hacía que se corriera, era todo tan íntimo, pero no tuvo tiempo ni de pensar en si Bas podía correrse con él, sólo se desprendió de todo ese amarre y se movió de tal forma que los sacos de los dos entraron en pleno contacto, aplastándolos con dolor y placer al mismo tiempo mientras se drenaba entre su ropa.

Bastian se frotó un poco más y el chorro humedeciendo sus pantalones no se hizo esperar. Se quedó sin aliento por un momento y cuando lo recuperó, se relajó por completo y sonrió dejándose acariciar por la suave felpa del oso, que extrañamente estaba más cerca de sus cuerpos.

—Bet… —murmuró con los ojos entrecerrados —eso estuvo muy bien… demasiado bien…

—Vaya que sí! —El chico se levantó rápidamente y se quitó su húmeda ropa lanzándola a la cara del oso —Disfrútala —Le dijo y se fue al baño semidesnudo para buscar sus pañitos húmedos y ropa para él y su amigo. El frío de la madrugada le penetró en el cuerpo y la cabeza, y lo hizo consiente de que ya no era de noche, era de madrugada. El nacimiento de otro  día, lo deprimía irremediablemente.

2

Bastian ladeó la cadera y su cabeza mientras se miraba en el espejo. Los pequeños pantaloncillos y la camisa de botones lo hacían parecer una postal de porno para pervertidos. Sus labios y pezones se encontraban ya bastante lubricados con la pasta de fresa, esperando para ser degustados.

—Para rematar agarraré algún conejo de felpa para parecer un inocente ávido de perversión —bromeó girándose para ver a Bet, que traía las mismas pintas y estaba abrazado a su inmenso oso — oye, ese oso a veces me asusta.

Bet lo miró desde la cama con expresión vacía. —Nunca te haría daño.

—Lo sé — se sentó a su lado — me refiero a que algunas veces juro que lo veo moverse solito…

—Oh, hace mucho más que eso, y me imagino que podrá hacer más cuando esté mejor alimentado. —Lo tomó de las mejillas y le dio un beso en la naricita rosa y fría de plástico. —La verdad es que los hacían muy bien en el siglo pasado, con todo el tiempo que tiene, no tiene bultos, el peluche está brillante y no tiene costuras abiertas. Lo adoro.

Bastian le sonrió y acarició la cabeza del oso, apreciando lo que su amigo decía. Realmente parecía más reciente que el siglo pasado. Iba a agregar algo cuando escuchó el timbre sonando.

—¡Allí viene! —Sonrió levantándose —ven, a la sala.

Bet corrió detrás de él, tratando de guardar algo de compostura mientras se tambaleaba con el muñeco tan grande como él. —¡Bastian! ¡Nunca me dijiste si querías que te follara! —Le gritó de pasada.

El moreno frenó y observó dubitativo a su amigo.

— Creo que dependerá de qué tanto me ponga ya estando en esas —sonrió—, no lo sé, me agrada bastante, pero no sé si tanto como para dejar que reviente mi cereza —le guiñó un ojo.

Bet no pudo contener su risa y se acomodó en su lugar, justo como lo habían planeado. —La mía ya lo está, si quieres me ofrezco como carne de cañón, pero sólo si es más apuesto que Mike y la tiene más grande.

—Puede que sí —le sacó la lengua— ahora calla, que me toca actuar.

Caminó con sigilo a la puerta y abrió lentamente, asegurándose que su profesor notara parte a parte de su anatomía ataviada con esos pantaloncillos.

—Buena tarde señor Anders —sonrió terminando de abrir su puerta — cielos, no me di cuenta de la hora…

El hombre repasó rápidamente la figurita frente a él, poniendo especial atención en esas piernas y caderas. Pero si bien su interior entró en ebullición por ver a aquel hermoso jovencito en esas pintas, su exterior no reflejó más que su acostumbrada seriedad.

—¿Asumo que estaba ocupado, joven Bastian? —entró con paso firme y alzó la ceja al ver a otro hermoso jovencito en el sofá.

—¡Ocupado! ¿Defina ocupado… profesor? — Bet recorrió al hombre con sus ojos de pies a cabeza, en ese orden, detrás del inmenso oso de peluche, sólo una de sus largas piernas de futbolista imparable asomaban. Se atrevió a sonreírle al mayor, con ese gesto que usaba para ganarse a la gente de entrada cuando quería.

El hombre esbozó una media sonrisa, dejando su maletín en el sofá frente a él.

—Videojuegos o lo que hagan los jovencitos hoy en día para matar el tiempo —sonrió al ver a Bastian sentándose al lado de su amigo — Bastian, no me dijiste que tendría un nuevo alumno.

—Oh, no profesor — Bas sacó un bombón y comenzó a comerlo — este es mi buen amigo Bet, vino a visitarme y le interesó tanto lo que le conté de sus clases que le dio curiosidad —observó de reojo a su compañero — quizá y termine apuntándose después de todo.

Bet le quitó el dulce para lamerlo él. —No sé, puede ser que ya esté muy mayor para aprender un nuevo idioma. ¿Qué dice usted profesor?

El académico no perdió detalle de esas boquitas, mientras lamentaba tener puesto un saco y corbata. Comenzaba a hacer calor por todos lados de su cuerpo.

—Nunca se es demasiado viejo para aprender —sonrió acomodando sus gafas —además, eres bastante joven como para decir eso. Por cierto, Bastian… ¿en dónde está todo el mundo?

—Día libre —sonrió quitándole de nuevo el bombón a Bet —y mis papás, como es costumbre, están de viaje.

Solos. Solos en esa casona. Solo con esos dos hermosos jovencitos. El calor seguía creciendo.

—Bueno, será mejor comenzar —carraspeó y acomodó sus cabellos, quitándose al fin el saco. A través de su camisa se adivinaba un pecho firme y marcado.

—Profesor, —Bet se levantó para tomar el saco del acalorado hombre y doblarlo mientras lo ponía sobre el respaldo de una silla, su intención era mostrar su atuendo, no de forma descarada su cuerpo, o el mayor sabría a ciencia cierta que le estaban tendiendo una trampa y saldría corriendo de allí. —¿Cómo digo en italiano “tengo 16 años”? —Listo, la barrera de la edad desplomada por una mentira a propósito.

Había decidido que si bien el cabello de Anders no era tan largo como el de Mike, ni tan amarillo, el hombre era definitivamente mucho más apuesto. Le gustaba los destellos color trigo de sus ojos y cabellos. Además lo llevaba libre, Bet imaginó miles de cosas para hacer mientras pasaba sus manos sobre los pectorales. Una lástima que el hombre se hubiera quitado el saco sentado, ahí no podía ver dos cosas de las que más le interesaban.

«16 años… bueno, al menos no es tan niño» Anders tomó nota del trasero respingón.

—Ho sedici —se levantó y le sonrió —ahora jovencitos, a la mesa que hay que comenzar la lección.

Bas sonrió y asintió, tomando a Bet de la mano para que el hombre los viera caminar como dos “niños” joviales e inocentes.

—¿No es nada feo, cierto? —murmuró Bas llegando a la mesa.

—No en lo esencial, pero ¿Te has dado cuenta de que no podemos verle la salchicha? Parece que se la cubriera a propósito, ¿qué tal tiene el trasero? —Le murmuró rápidamente.

—Creo que lo hace a propósito, pero la he logrado ver y sé que es grande —dejó el murmullo porque el hombre llegó hasta la mesa — profesor, ¿le apetece tomar algo? Hace un día caluroso.

Anders, que hasta el momento se había deleitado con la visión de los dos jovencitos, pareció regresar a tierra ante la pregunta de Bastian.

— Gracias, agua con hielo estará bien —sonrió comenzando a sacar algunos libros.

— Enseguida —Bas rozó uno de los libros hasta hacerlo caer, haciendo que Anders se agachara para recogerlo. Rápidamente le guiñó un ojo a Bet para que contemplara la firmeza de ese trasero.

—Lo siento, soy un torpe…

—No pasa nada —dejó el libro en la mesa y se sentó — bien Bet, en lo que Bastian regresa ¿qué te parece si me cuentas algo más de ti?

Bet se sentó en una de las sillas de trono y encogió sus piernas hasta que las rodillas quedaron bajo su mentón y se las abrazó. Lo pensó un momento. —Bueno, tengo 16, aunque parezco más joven, soy soltero, adoro la CocaCola, Bas y yo vamos al mismo colegio, soy futbolista y huelo a fresas por todas partes. ¿Y usted?

Anders alzó una ceja y carraspeó.

—Bueno… siguiendo tu línea… tengo 35, aunque parezco más viejo —sonrió— soy soltero, me encanta el café, le doy a clases a Bas desde que tenía 12, soy profesor de italiano, inglés y francés y… bueno… supongo que huelo a colonia —aflojó su corbata hasta que la desanudó.

Bet le lanzó una sonrisita tímida e hipócrita. —No parece tener más de 35, y no es un halago, me gustan mayores.

Los nudillos de sus manos se pusieron casi blancos al apretar la tela de la corbata, escuchando lo que salía de esos labios apetitosos.

—¿Te… te gu…?

—Acá está el agua —Bas regresó con un vaso enorme—, ¿de qué me perdí?

—Le decía al señor Anders que parece más joven de 35 y que nos gustan mayores. —Respondió Bet como quien comenta el tiempo o el clima.

—Oh —Bas se sonrojó un poco—, ¿en serio tiene 35? No los aparenta, juré que tenía 29 a lo más…

—Me halagan, pero creo que es hora de comenzar con la clase —tomó un gran trago de agua para aplacar la ebullición en su interior. ¡Ese par de niños lo estaban alterando demasiado!

—Ok, mientras usted le enseña a Bas, yo presto atención, aunque creo que estoy bastante atrasado aquí. —Sonrió y se levantó de vuelta a buscar a su oso. Preguntándose qué clase de atención quería de Anders, y si sería un tipo serio u otro que sólo quería mamársela a un chico joven como él.

Anders suspiró y abrió el libro de trabajo. Bas le observaba atento, sin dejar de lamer su bombón.

—¿Puedes dejar de comer en clase? —sonrió extendiendo la mano para que le diera el dulce

—Ya casi lo termino —lo sacó lentamente de su boca mostrándole lo poco que quedaba ya del dulce.

—No importa, dámelo —movió sus dedos hasta que el dulce estuvo en su mano. De reojo observó cómo Bet regresaba con el gran oso en brazos.

—¡Mío! —Bet se lo rapó y lo succionó con ganas mirando el puchero de su amigo, blanqueó los ojos con un suspiro. —Bien, aquí, una probadita más. —Y le ofreció su lengua dulce para que hiciera lo que estuvieron practicando toda la madrugada.

Bas sonrió. Su amigo sí que sabía hacer las cosas. Se levantó un poco, apoyándose en el borde de la mesa hasta alcanzar la lengua de su amigo, saboreando el dulce y ahondando el beso.

«Oh Señor»

Anders tuvo que contener la respiración y pellizcarse. ¿Se había vuelto tan fuerte su fantasía como para proyectarla a la realidad?

Bet se alejó cuando Bas se entusiasmaba más, era el momento de probar si tenían a un maníaco sexual en casa, a un pervertido que le gustaba observar, o a un tipo normal con hormonas normales. Le sonrió al profesor y tomó de nuevo su oso para sentarse en  su silla.

Al hombre le tomó dos minutos regresar a la compostura que debería tener todo profesor. Pero ese beso… esa escena…

—No… no sabía que tenías un novio —observó a Bas ligeramente sonrojado.

Bastian sonrió de medio lado y negó con la cabeza.

—No es mi novio —dejó descansar su mandíbula sobre su mano— nos gusta… hacer cosas… ¿cierto Bet?

—Estoy soltero. —Reafirmó con un ceño en la frente, no queriendo repetirse.

Anders carraspeó de nuevo y desvió su mirada a los libros. Pero no podía, no podía concentrarse después de haber visto eso. ¿Les gustaba hacer cosas?

—¿Qué tipo de cosas? —la frase salió más rápido que su razonamiento. Apretó las manos y maldijo internamente.

—Soy el profesor sexual de Bas. También alimentamos a mi oso, vemos porno, y me comporto como un niño debe comportarse a mi edad profesor. —Siguió lamiendo el caramelo y luego se lo tendió a Anders —¿Quiere un poco? —Bet jugaba duro para acorralar a su presa, y en esa habitación, todos se dieron cuenta de que ese gesto tenía grandes implicaciones.

El profesor abrió mucho los ojos, tragando saliva y tratando de comprender lo que acababa de escuchar. ¿Había dicho profesor sexual? Tomó el vaso y apresuró el contenido hasta dejarlo vacío.

—¿O prefiere más agua? —complementó Bas acercándose hasta rozar sus dedos con los del hombre mientras tomaba el vaso.

Anders le observó detenidamente, luego a Bet.

—¿Saben que están jugando con fuego?

El inglesito se puso a la defensiva, rápidamente giró a su oso para que mirara de frente al profesor, el cuerpo de felpa vibró casi imperceptiblemente. —¿Por qué profesor Anders, es usted un maniaco sexual? ¿Un violador? ¿Va a hacernos daño?

—¡Claro que no! —Se puso de pie, evidenciando lo despierto que se encontraba ya cierto miembro de su cuerpo — pero sepan que no soy… ¡no soy ajeno a lo que están haciendo!

—Sí, se nota —Bas observó con descaro la forma y el tamaño.

Los ojos grises observaron al hombre con cuidado. —¿y le molesta?  ¿Lo que sea que estamos haciendo aquí?

Anders se alejó un poco de la mesa y desvió la mirada. Su cuerpo pedía a gritos acercarse a esos jovencitos y desatar sus deseos. Después de todo, Bastian siempre le había parecido muy hermoso, tentador. Pero un niño. Y Bet, con 16 y todo, no se quitaba la palabra “menor de edad” de la frente.

—No… pero no es lo correcto para un tipo de mi edad —observó al oso y suavizó el gesto — ustedes son… son…

—Sabe que no hay nadie más que nosotros tres —Bas se levantó y se colocó tras la silla de Bet, acariciando sus cabellos.

Los ojos de Bet perdieron expresión de nuevo. —Bas quiere probarlo profesor Anders, y después de verle lo que tiene entre las piernas, no me importaría que me enseñara italiano o lo que quiera mientras me folla. —De un momento a otro, el cristal de los ojos del oso pareció más brillante.

El hombre tenía la respiración más agitada. Tragó saliva de nuevo y observó cómo su erección parecía querer decir “presente”.

—Bastian, eres demasiado niño…

—¿Lo va a hacer o no? —Rebatió el moreno caminando hacia las escaleras —vamos a mi habitación, allí estaremos más cómodos…

Bet estuvo de acuerdo con eso. Se bajó de la silla arrastrando al inmenso muñeco por el suelo. Se detuvo a unos centímetros de Anders y se abrió la camisa de un tirón (los dos muchachitos habían estado agrandando los ojales para que los botones salieran más fácilmente), dejando ver su pecho, sus pezones con ese rosado artificial, se lamió su dedo índice y lo llevó a su ombligo, luego siguió a Bastian escaleras arriba.

Al llegar a la habitación, Bas se tendió en la cama, con la camisa abierta, dejándole espacio a Bet. Sabía que ese lugar despertaba más morbo, por estar rodeado de tantos muñequitos de felpa, elementos tan infantiles.

—Espero que no sea cobarde —murmuró moviendo su pierna de manera impaciente
Tardó unos minutos, pero Anders apareció en la puerta. Llevaba un poco desabotonada la camisa y les observaba cautelosamente.

—¿En serio quieren jugar este juego? —dijo con voz profunda.

Bet se estiró como un felino y se acostó sobre su estómago. —Hay un precio profesor…

—Debe haberlo —sonrió caminando hacia la cama, sentándose en el borde, derrotado ante esas bellezas.

El muchachito se acomodó rápidamente para poner su cabeza en el regazo de Anders. —Lo primero que debe saber, es que pase lo que pase, no puede penetrar a Bas, él es virgen y está prohibido. Si quiere hacerlo puede usarme, y yo no penetro a hombres. Lo segundo es muy sencillo.

Anders volvió a tragar saliva, asintiendo a la primera condición. De todas maneras, sabía que meterse con el menor de los dos sería lo más grave.

—Dime…

Bet se retiró de su cómodo lugar y se entregó a los brazos de Bastian. —Debe decirnos con lujo de detalles lo que planea hacer con cada uno de nosotros. Nos gusta escuchar cosas sucias mientras nos humedecemos, así que tendrá que hacerlo realmente jugoso.

«Ok, esto no es un sueño, es la realidad, ¡deja de ser un gallina!»

El hombre sonrió y se quedó un momento pensativo.

—Debo aceptar que los chicos de hoy en día están mucho más despiertos —les observó con menos recato y más descaro — juegan juegos peligrosos… y eso me encanta… como pueden ver.

Se recostó de medio lado y dejó que su erección fuera del todo evidente. No era de los que anduviera alardeando, pero sabía que estaba muy bien dotado. Abrió su camisa y su cremallera, pero no mostró más piel.

—Piden que les diga qué es lo que quiero hacer con ustedes… me parece justo. Entendido el plan de acción, la ejecución será mucho más grata. Primero lo primero: esos hermosos pezones que tienen untados en fresa… sé que es fresa, reconozco el color y el aroma —sonrió— los lamería hasta dejarlos sin rastro de esa pasta… lentamente, degustando la textura que tienen, porque sé que es diferente la de cada uno.

Volvió a acomodarse, dejando que asomara un poco de su ropa interior abultada.

—Lentamente, mientras lamo tus pezones —señaló a Bas —, mis manos irán buscando los tesoros prohibidos que guardan esos sexy pantaloncitos tuyos Bet —mordió su labio al verlo —imagino que esa parte de ti ha de ser extremadamente suave, deliciosa y caliente…

—Me han dicho que soy totalmente delicioso profesor, por fuera… y por dentro. —Sonrió y empezó a mordisquear el cuello de Bas, mirando fijamente al hombre para que continuara, sujetando sutilmente al menor para que no se moviera hasta que el hombre estuviera a punto de hacer combustión por sus propias palabras.

—Pronto vamos a comprobar eso —no perdió detalle de las acciones entre esos dos — cuando tus pezones estén limpios, seguiré para degustar tu ombligo…  y ese delicioso bultito que ya puedo ver…

Bas se sonrojó y ladeó más su cabeza para dejarle espacio a Bet. Su corazón estaba palpitando muy rápido, al igual que su entrepierna y su trasero.

—¿Y qué más? —murmuró acariciando los muslos de Bet.

—Voy a coger a Bet —observó al chico—, vamos a prepararlo muy bien para que no le duela cuando reciba esto —sacó su miembro al fin, dejando que los chicos lo vieran por primera vez.

Bet lo miró fijamente y luego lo miro a los ojos.  —Me alegro de que la tenga grande. No me gustan pequeñas. ¿Hay algo que quiera que hagamos mientras sigue contándonos sus fantasías? — Su dedo índice se deslizó por el hombro de Bas para morder su hombro.

—Enséñenme cómo juegan —masajeó su miembro acomodándose — eso alentará más a mi imaginación.

—Pero, si usted deja de hablar nos detendremos. ¿Está de acuerdo?

—Es un trato —sonrió.


Bet tomó la caja con la pomada desde la repisa al lado de la cama, y untó los labios de Bastian con ella, muy suavemente, sin detenerse mientras los ojos de ambos chicos se dirigían al profesor.

—Eso es —se acomodó de nuevo — bueno, cuando ese agujerito tuyo esté listo para mí, voy a penetrarte sin contemplaciones, porque se nota que te gusta duro.

El chico no le respondió. Se giro a Bastian y le dijo suavemente, mientras seguía con su dedo en sus labios — ¿Te duelen? — miró hacia los minúsculos e hinchados pezones.

—No… sólo están duros —sus párpados estaban a mitad de sus ojos — Bet… me estoy calentando mucho…

—No pasa nada precioso, ¿recuerdas anoche? Sólo espera un rato y luego todo estará bien. Aquí, ven, contra mí. —Sus ojos se dirigieron de nuevo hacia el apuesto profesor, con una leve advertencia. —Muévete contra mí. —Hizo que los pechos de ambos se juntaran y se frotaran suavemente, a veces sus pezones chocaban y ambos lanzaban suspiros, luego le susurró al oído. —Deja que tu profesor se gane su premio. ¿Has oído que quiere hacérmelo duro? Todos los hombres son iguales, pero está muy bueno. Confía en mi Bastian.

Sus ojos de nuevo enfocados en el hombre, esperando por sus palabras. Era un juego muy pesado para alguien tan inexperto como Bastián, pero Bet pocas veces calculaba los riesgos de sus acciones, por eso su equipo lo amaba.

El jovencito asintió y lamió la mejilla de su compañero, acercándose a su oído.

—Está grande… ¿no va a dolerte?... no va a ser dulce precisamente, se nota que está a punto de estallar.

—Oh, qué hermosos son —Anders murmuró aquello sin perder detalle de esos suspiros y secretitos entre ambos — apuesto a que Bet puede ocuparse de aliviar tu excitación mientras yo alivio la de él —dejó su miembro un momento para pasar lentamente su dedo por la planta del pie de Bet  —díganme que tienen lubricante, no quisiera que mi brusquedad te ocasionara algún daño, pequeño…

Bas sintió un poco de aprensión en ese momento, no recordaba tener nada de eso en su habitación. ¿Cómo iba a entrar eso en…?

«Definitivamente no quiero que se coma mi cereza» pensó.

Bet sonrió y se adelantó un poco de nuevo a la repisa, donde había estado la pomada de fresa. Le arrojó un condón lubricado. Luego su expresión mudó a una seria. —Bas decide que quiere hacer, por mi parte, profesor, aún no se ha ganado su derecho de entrar en mi. —Su respiración estaba agitada mientras sus brazos apretaban al menor contra él de una forma totalmente posesiva.

—Mmm… supongo que debo ser más explícito o… ¿demostrarlo? —Anders se quitó la camisa y la tiró al otro lado de la cama. Gateó hasta el par de chicos y sonrió, acariciando la mejilla de Bastian.
—Eres precioso Bastian… pero sabes que no puedo tocarte… no aun…
—Estamos de acuerdo en eso —dijo el chico en un murmullo, buscando refugio en el cuello de Bet
El profesor asintió, colocándose a espaldas de Bet, acariciándole la cadera.
—Contigo en cambio —susurró en su oreja, mientras su mano abría el pequeño pantaloncillo, acariciando el glúteo —puedo permitirme ser un poco más… intenso —tomó con sus labios una pequeña porción de su cuello — si tú quieres, por supuesto…
—Eso se siente realmente agradable profesor. No sabía que me gustaba que me besaran ahí…
—Supongo que quien haya estado contigo no se ha tomado el tiempo de degustar tu belleza —murmuró succionando un poco más fuerte el cuello, sonriéndole a Bas que miraba con atención
Bet rió: —A veces no entiendo ni la mitad de cosas que me dice, señor.
—Al final lo que importa es que te guste lo que sientes —haló de él para buscar sus labios— me gusta darle placer a quien está conmigo en la cama. —Delineó con sus dedos los carnosos labios y se acercó, tan solo rozando y sintiendo el dulce aroma a fresa.
Bas se mordió el labio inferior y se acomodó viendo el espectáculo. Aquello sin duda era mucho mejor que ver películas.
El inglesito echó su cabeza hacia atrás. Listo para sentir totalmente. Le gustaban las suaves caricias, dadas por voluntad propia y por primera vez sintió que no tenía que esforzarse para que le otorgaran su placer.
Anders tomó al fin la suave boca del chico, dejando que su mano recorriera lentamente uno de los costados hasta llegar a la cadera. Sujetó el firme glúteo y elevó la pierna de Bet para que lo rodeara. El primer paso sería una sesión de besos nada santos.
Un suave suspiro salió de sus labios, su mano se clavó como garra en los muslos de Bas. La ropa le molestaba. —No ha dicho que… que me va hacer mientras me prepara…
El mayor sonrió, halando un poco el labio del chico mientras se despegaba de su boca. Estiró su mano y tomó con suavidad el cuello de Bas, halándolo para darle un beso también.
—¿Qué dices pequeño? —Habló sobre sus labios— ¿me ayudas a preparar a Bet?
Bas sentía su rostro incendiado. No pudo decir nada, solo asintió y esperó la orden de su profesor.
—Bien… quita su camisa, quiero probar esos dulces pezones.
El moreno así lo hizo, sonriéndole nervioso a su amigo.
—¿No te dará frío? —murmuró dándole un beso en la mejilla
—Me estoy quemando Bas. Es increíble, y… ¡La tiene tan grande! —Lo afirmó sujetado con fuerza la barra de carne que se insinuaba cerca de su cadera. Bet sentía que no le alcanzaban los sentidos para experimentar todo ese placer al mismo tiempo.
Un gruñido salió de la garganta de Anders al sentir el firme agarre del chico en su miembro.
—Tranquilo, la tendrás a su tiempo —susurró mordiéndole ligeramente la oreja, para después halarlo y colocarlo bien de espaldas —cielos… eres precioso.
Sin esperar más tiempo se enterró en el blanco pecho, succionando los dulces pezones mientras sus manos alzaban las pequeñas caderas para quitar todo a su paso. Lo único que le iba a dejar puesto eran esas medias… se veían tan bien en sus piernas y hacía todo aún más erótico.
—Sí, se siente calor —murmuró Bas en la oreja de su amigo, mientras observaba la manera de lamer de su profesor. Si así era con los pezones…
Anders alzó la mirada y le sonrió al pequeño que le observaba. Le hizo una seña con la mano señalándole la pequeña cajita plateada donde estaba esa rica pasta. Bas comprendió y se la pasó.
—Gracias —dijo tomando un poco en su dedo —esto puede ser efectivo en otras áreas también —acto seguido, mordió ligeramente el pezón derecho de Bet mientras su dedo comenzaba a untar ese pequeño punto palpitante que tenía entre sus nalgas
—¡Ah! —Saltó el chico y luego agitando su cabeza de un lado a otro, levantó más la cadera —También… también Bas… ahí…
El profesor asintió y haló de Bas para que viera aquello más de cerca.
—Míralo —pasó su lengua en la oreja del moreno—, pareciera que palpita… tócalo
Bas dudó un momento pero cuando puso un dedo en el sitio y vio cómo reaccionaba Bet, se animó a hacer círculos alrededor.
—Sí… está caliente.
Anders sonrió y dejó que el pequeño curioseara un poco mientras él terminaba de desnudarse. Explotaba de ganas por poseer a Bet, pero sabía esperar. Tendría que llevarlo al extremo de rogar por ser llenado con aquella barra de carne.
—Usa tu lengua —murmuró a Bas mientras él volvía a la carga con su boca sobre los pezones y un dedo entrando en ese agujero que comenzaba a dilatarse.
El neerlandés obedeció y comenzó a introducir su lengua, siguiendo el ritmo que marcaba el dedo del señor Anders. Aquello se le hacía bastante erótico y su propio cuerpo estaba ya en ebullición.
—Quiero morir… —Murmuró  Bet al borde de la inconsciencia. Su estómago se contraía rítmicamente. Y sus piernas se abrían como si se fueran a saltar de sus caderas mientras sus dedos, como garras se agarraban de la cortina. Era muy poderosa la sensación de abandonar su cuerpo a alguien que no era él, para que hicieran lo que desearan al darle placer.
—Aun no —susurró Anders tomándolo con suavidad de la mejilla con su mano libre— voy a hacerte alcanzar el cielo Bet… como nunca antes
Volvió a besarlo, pero esta vez imprimiendo más pasión y deseo desbordante. Se irguió y observó el bello cuerpo alterado de su joven amante, perlado de sudor y ese rubor tan especial.
—Bastian, la lección de hoy será cómo poner un condón —sonrió—¿puedes dejar un momento tu tarea?
El jovencito asintió a regañadientes. Escuchar los gemidos de Bet y ser él en parte quien los provocaba se le hacía muy intenso y agradable. Le gustaba… y mucho. Pero tenía que continuar y si quería ver la acción completa, debía poner su grano de arena. Alcanzó el condón que Bet le había lanzado a Anders y lo abrió con cuidado.
—Eso es, precioso, acércate —sonrió observando la obediencia de su alumno— antes de que lo pongas, ¿por qué no lo mojas un poco? —agitó su erecto miembro frente al chico
Bas se quedó quieto, dudando si atreverse o no. Había visto hacer eso a muchos chicos en los videos, pero una cosa era ver, y otra muy distinta hacerlo en vivo y en directo.
—No sé cómo —se sonrojó sentándose sobre sus nalgas
—No te preocupes, vas a aprender —sonrió acariciándole los cabellos —Bet… ¿quieres enseñarle a tu amigo cómo se hace?
—Estoy muy cómodo aquí —Y era cierto, parecía como si no pudiera moverse, como si los huesos de su cuerpo se hubiesen derretido y su piel se hubiera pegado a la cama. —Profesor,  ¿me lo va a hacer duro o lento?
—Ya veré… depende cómo tu cuerpo reaccione al recibirme —se acercó a Bas y le quitó el envoltorio — recuéstate a su lado y juega con sus pezones, ¿está bien?
Bas asintió y se recostó al lado de su compañero, dejando su cabeza sobre el hombro mientras sus manos buscaban los erectos pezones. Se sentía bastante inútil, pero supuso que era de esperar eso de él, puesto que era un inexperto.
Anders por otro lado, parecía saber exactamente lo que debía hacer. Deslizó lentamente el condón en su miembro y se acomodó entre las piernas del chico. Pasó su dedo nuevamente por el pequeño agujero y sonrió al ver lo húmedo que lo había dejado Bas.
—Buen trabajo Bastian, así costará menos —sonrió colocando la cabeza de su miembro en posición— bien… relájate Bet, si te molesta me dices para ir más lento.
Asintió y apenas abrió sus labios respirando muy agitado —No me falle, profesor…
El hombre sonrió y comenzó a penetrar el apretado sitio, acercándose a los labios del chico para robarle un beso en el proceso. Jadeó cuando estuvo completamente dentro, buceando en los ojos de Bet para encontrar algún rastro de molestia.
Bas abrió mucho los ojos cuando sintió la reacción del cuerpo de Bet. Cómo sus piernas se abrieron más y su pecho pareció contener el aliento. Se alejó un poco para darle más espacio a Anders, moviéndose hacia abajo para ver la penetración.
—Wow —murmuró al ver a su profesor enterrado dentro de Bet
—Profesor… es… genial. Me encanta —Sus ojos parecieron recobrar vida y lo miró fijamente, directo al alma de Anders. —Deme todo. Ahora.
El hombre sintió un correntazo de adrenalina al escuchar esas palabras. Lo besó con más ímpetu y lo tomó con fuerza de las nalgas, halándolo más hacia él, comenzando a embestir cada vez más rápido, más fuerte. Decidido a taladrarlo hasta verlo desmadejarse.
Bastian por su parte, se acomodó sobre la peluda panza del oso, quitándose la ropa. Ver en directo esa escena lo había puesto a cien, haciendo a un lado su vergüenza. Comenzó a tocarse al compás de las embestidas, aventurando uno de sus dedos a su tierno agujero.
—Pequeño lujurioso —sonrió Anders clavándole los dedos en las caderas— ¿puedes… sentirlo?
—Ahuuum —Casi bufó, sus ojos clavados en Anders, su cuerpo decidido a recibir solamente ya que le era todo entregado tan de buena gana. Mientras tanto, sin que Bastian lo percibiera, las delicadas cerdas en el peluche del inmenso oso, empezaron a vibrar, la suave tela encogiéndose, buscando apretar el pequeño cuerpo contra él. Deleitado por toda la escena ante sus ojos de cristal.
—Mmmm — Bastian cerró un momento sus ojos, dejando a su dedo aventurarse por ese sitio virgen, mientras su mano seguía masajeando su erecto miembro. Sintió un ligero movimiento en el oso, pero no le dio importancia. Creía en lo que Bet le había dicho: era incapaz de hacerle daño.
Mientras, Anders agarró más ímpetu, acelerando sus embestidas hasta alzar las caderas del chico y casi clavarlo en el aire. Ya no pudo articular más que jadeos y gemidos, sonriendo al ver esos ojos inyectados de placer y las mejillas sonrosadas.
—Profesor… profesor… —Bet soltó las cortinas y lo abrazó, sus labios secos acercándose para susurrar al oído del hombre — ¿le gusto profesor? —Jadeó a pesar del fuerte movimiento. —¿Se siente bien?
Otro gruñido fue la respuesta de Anders, halándolo hasta girarlo y continuar con las embestidas.
—Delicioso —jadeó en su oreja mientras le daba una nalgada
Bet lanzó un grito desgarrador y empezó a llorar, mientras tomaba las cortinas entre sus manos y las arrugaba. El oso comenzó a vibrar, como si quisiera moverse.
Bastian abrió sus ojos y observó cómo habían cambiado de posición. Las embestidas cada vez se veían más fuertes y profundas.
—Bet…
Anders aminoró un poco la intensidad, besando la blanca espalda del chico, buscando con su mano masajear el erecto miembro.
—¿Estás bien?
—No quiero más… —Las lágrimas rodaban por las mejillas del muchachito, —Suélteme por favor, no quiero más… —El volumen de su voz empezó a crecer, y el oso dio un leve brinco.
Bas saltó como un resorte y haló al profesor, haciéndolo a un lado y abrazando a su amigo.
—Bet…
Anders se quedó completamente descolocado, jadeando aun y recuperando su respiración.
—Lo… lo siento…
Bet se colgó de Bastian, sintiendo la quemazón cuando se arrancó del hombre, y al mismo tiempo tiró a su amigo contra el oso en busca de consuelo. —Perdóname Bas, no pensé que fuera a pegarme… no puedo… así no puedo… No soy tan fuerte Bas. —Casi no se oía su voz porque su boca estaba pegada al muñeco. —Lo siento…
—Tranquilo, ya pasó —Bastian le besó las mejillas y lo acunó, halando la sábana para cubrirlo —tranquilo Bet…
El profesor bufó llevando una mano a su cabeza. Agarró su ropa y se metió al baño, aunque su cuerpo le pedía terminar lo que ya había comenzado. No se trataba de forzar a nadie.
Bastian se cubrió también, sin dejar de darle besitos al hombro de su amigo. Observó de reojo cuando Anders salió del baño y se acercó a la cama.
—Yo…
—No tenía por qué pegarle —Bastian hizo un mohín y le lanzó una almohada —váyase ahora… ¡váyase!
Anders esquivó el ataque y suspiró.
—En verdad lo siento… perdóname Bet.
Se alejó de la cama y abrió la puerta para bajar por sus cosas. Bastian se levantó tras él para cerrar con pestillo la puerta, volviendo enseguida al lado de su amigo.
—Yo y mis ideas —se reprochó
—Lo siento Bas, debí hacer esto mejor —Siguió llorando. —Pero, ¡estoy tan cansado de que me peguen! —Siguió abrazándolo más fuerte, sintiéndose cómodo entre el muñeco y el calor de su amigo. —No quiero irme de aquí jamás.
—No te quiero ver llorar —Bastian sintió sus ojos húmedos también —anda, ya pasó. No dejaré que él se acerque ni te toque de nuevo, ¿vale? —le besó la frente y lo abrazó con más fuerza
—Gracias Bas, te amo mucho. —Suspiró y sus ojos se enfocaron en el techo, tratando de recobrar su respiración. Tratando de sentirse cómodo y olvidarse de muchas cosas que había vivido en su vida, cosas que no le gustaban, que le dolían. —Es una lástima porque todo iba muy bien. —Se volteó y se enroscó en Bastian.
—Creo que se le fue de las manos —jugó con los cabellos de su amigo— seguro hacía mucho tiempo que no veía a un hermoso como tú —los arropó mejor y acarició también la pata del oso — es un tonto.
Bet buscó los labios de su amigo para besarlo. Acomodándose mucho mejor contra su piel desnuda. —Creo que deberíamos hacerlo sólo con el oso mientras tanto. Ya no quiero que me toquen.
Bas sonrió y entrelazó sus piernas con las de su amigo.
—Creo que este amigo felpudo tiene mucha suerte —rió quedito — ¿necesitas que te traiga algo?, ¿te duele mucho?
Bet escondió la cabeza mucho más entre las piernas del muñeco. —No me duele, es sólo que no me gusta que me peguen —Ya empezaba a sorber por la nariz, sintiéndose mucho mejor. —Me han pegado desde que tengo memoria, y sólo se detuvo cuando entré al equipo de fútbol, nadie me había pegado mientras los hacíamos. Se siente horrible Bas…
—Debiste ponerlo como regla —lo abrazó más fuerte—, yo sé que soy más peque, pero siempre he sido bueno para los golpes. Cuando te quieran hacer daño, me avisas.
El inglesito se sentó de pronto en la cama, mirando a su amigo con los ojos muy abiertos: —¡Nunca se me hubiera ocurrido que alguien querría pegarme! Soy tan peque… y tan delgado, pensé que sólo con ser delicioso bastaba para que la gente quisiera amarme, no atacarme. —Volvió a meter la cabeza entre alguna pieza del oso, sintiéndose como un tonto.
Bas suspiró y volvió a acariciar sus cabellos.
—Supongo que nunca se sabe con los adultos y sus manías…
—No todo es malo… todo iba bien hasta ese momento, y mientras tanto fue… bueno, fue bueno. Él de verdad me estaba haciendo sentir bien. Y todo me estaba gustando, y tú te veías realmente lindo. —Acercándose de nuevo a su amigo, le dio besitos castos en el hombro. —No te metas con cualquiera Bas, hoy me di cuenta de que estás hecho para algo mucho más importante, no para vivir tu vida como lo hago yo… ya ves, las cosas que pasan…
Bas sonrió y le dio otro beso en la nariz.
—¿Te confieso algo? —Entrelazó sus dedos con los de Bet — estaba muriéndome de miedo —se sonrojó — no sé… siento que debe ser alguien… diferente —suspiró— con toneladas de paciencia…
—El que sea, llegará, y será afortunado, y te amará, y tendrá paciencia, y tú lo querrás mucho, y vivirán felices y yo nunca los olvidaré… —Metió la cabeza en el cuello del menor y le dio una serie de besos delicados en el cuello.  —No dejes que esto te altere, ni que tus clases se suspendan. Sólo, ten cuidado con Anders y si alguna vez tienes que estar solo con él, te daré a mi oso y él te cuidará.
Bas asintió y se acomodó mejor.
—Creo que tendré que inventarme algo para que Anders ya no sea mi profesor —suspiró—, imagino lo cansón que se volverá intentando algo en cada clase…
Bet lo miró a los ojos, la tarde rojiza empezaba a teñir todo, y la habitación infantil de Bastian se veía como un palacio lleno de inocencia que relajaba la psiquis de Bet. Le gustaba estar ahí, y a pesar de todo, se sentía muy seguro entre esas cuatro paredes. —No te tocará, el mismo lo dijo, eres muy pequeño… ambos lo somos, ¡si no hubiera sido un mentiroso, y no me hubiera parecido tan apuesto, esto no hubiera sucedido!
—No hablemos más de esto, ¿está bien? —Le acomodó los cabellos —anda, descansemos un poco y luego nos damos un baño de burbujas, ¿cómo suena eso?
—Me gusta —Se acomodó y los minutos pasaron, empezaba a quedarse dormido, cuando se levantó inclinándose del todo sobre Bas. —¡Oye! ¿Aún tienes ganas?
Bas parpadeó sorprendido ante la pregunta.
—Bueno… creo que se me fueron las ganas cuando te vi tan afectado….
El otro chico se tiró en la cama como un saco. —Lo haremos un día de estos, de forma pervertida Bas, te lo prometo. Solos tú, yo y mi oso.
—Está bien —sonrió el moreno— es una promesa Bet… solos tú y yo.
Bet lo abrazó y por fin pudo entregarse al sueño. Ambos casi envueltos uno en el otro y sus cabezas acomodadas sobre la suave barriga del gran oso de peluche.

3


Había algo en la nieve que ponía muy triste a Bet.  La gente jugaba como si nada en ella, los chicos de su edad reían mientras la lanzaban y él había escogido la fecha para hacer prácticas libres de fútbol en el cole. Era 24 de diciembre y al menos tenía la satisfacción de que estaría solo esa noche, sus padres habían comprado de todo para la cena y al mismo tiempo, Bet quería pensar que era una muy afortunad casualidad, ambos tenían turnos dobles en urgencias esa noche.

Se levantó el cuello de su gabán de paño sintético color verde navidad, hundió en su boca su chupeta de fresa y se fue por la calle, tarareando un villancico mientras pensaba en que sus guantes de gatito no eran suficientes contra el frio.

Hayden Anders frotó sus enguantadas manos contra su abrigo, esperando por la hora indicada. No se había aparecido más por la casa de Bastian, tan solo una carta excusándose con los padres del chico por un repentino trabajo que le absorbía por completo. No podría ver a Bastian a los ojos sin recordar la tórrida escena en su habitación. Pero más que nada, no podría dejar de recordar los ojos llorosos y el trémulo cuerpo de Bet. Sintió nuevamente la punzada de culpa, consultando por septuagésima vez su reloj. Alzó la vista cuando distinguió la bella figura saliendo del colegio. Era ahora o nunca, aunque ya estaba mentalizado en que el jovencito quizá lo rechazaría, saldría corriendo y si no tenía cuidado podría terminar en la cárcel.
Caminó dubitativo detrás de él hasta que tuvo el valor de sacar su boca de la bufanda para pronunciar aquel nombre que no salía de su cabeza.

—Bet…

El muchachito se dio la vuelta en un giro dramático como le gustaba hacerlo siempre que podía, sus ojos se pusieron redondos cuando vio al hombre, pero eso sólo duró un momento. Se sacó el dulce de la boca: —Profesor Anders, Señor. —Su expresión fue cubierta de estudiada solemnidad.

El mayor medio sonrió, manteniendo una prudente distancia.

—Antes de que salgas corriendo… solo vine porque necesito pedirte una disculpa por mi comportamiento tan… fuera de lugar. No sé qué se apoderó de mí, es solo… —sus ojos se fijaron en la expresión del menor y aventuró otro paso adelante — no quise ser tan brusco… perdóname.

—No voy a correr, no soy un cobarde señor. —Bet  succionó de nuevo el caramelo, adoptando una expresión de completa tranquilidad y siguió observando al hombre mayor esperando por si tenía algo más que decirle. Su mente se concentró en una serie de hechos, ese hombre lo había tocado íntimamente, había estado dentro de su cuerpo, y a él le había gustado hasta que las cosas se pusieron raras. Era extraño que personas que habían estado tan cerca ahora estuvieran tan alejadas. Los seres humanos no sabían actuar, y a veces él mismo caía en errores comunes. Aunque no esperaba volver a encontrarse con ese hombre, por lo que nunca calculó caer en ese tipo de pensamientos.

Ahora, tristemente, no sabía que pensar. —¿Es usted un pervertido señor? — lo dijo muy suavemente porque sabía que los chismosos abundaban en todos lados, y su vida era sólo su asunto. Pero tenía esa duda desde esa nalgada esa tarde. La sensación de fastidio perduraba si se concentraba mucho en ella.

Anders suspiró, arreglando su bufanda.

—No… no es eso —se acercó otro poco—, no sé qué me pasó, creo que para un tipo como yo cuya mayor vida sexual los últimos meses ha sido principalmente interactuando con una computadora, encontrarse con un par de hermosos chicos como ustedes… y tan deseosos… perdí el buen juicio.

—¿Y que quiere hacer ahora, señor? —Bet apenas podía comprender las frases del profesor, y hasta ese momento, nunca le había molestado la brecha generacional. Aunque nunca relacionaría eso con fingir su edad para obtener sexo. Sus ojos seguían fijos en las gafas de Anders.

—Pedirte sinceras disculpas y… —se acercó al fin y sacó de su abrigo otra bufanda. Para su suerte, era de un verde más claro que el gabán de Bet. La colocó con suavidad, cubriendo el hermoso cuello en el que había depositado unos cuantos besos — para que te abrigues bien.

Bet dio un paso atrás, cauteloso —¿Me ama, profesor Anders?

El sonrojo cubrió por completo su rostro y pudo jurar que sus gafas se empañaron bastante. ¿Enamorado de un muchachito de 16 años? Pero aun así, debía aceptar que toda esa semana había estado pensando en esos ojos, esa boquita y…
—Eres precioso Bet —carraspeó— no te asustes… solo quise hacerte un regalo y… pedir disculpas.

—Veo, —dijo bajando la vista al suelo blanco y dio la vuelta.

—¡Ey Bet! —Llamó un hombre grande con gruesos jeans y un inmenso abrigo, tan grande y amplio como él mismo. —¿Problemas? ­—Preguntó mirando a Anders de pies a cabeza.

—Sí Rice. —respondió el jovencito volteándose nuevo para mirar a los dos hombres mayores. —Mis padres tienen turno doble justo hoy, no vendrán hoy por mí… tampoco.
El hombretón no le quitó los ojos al profesor de encima. Las llaves de la verja principal del colegio dando vueltas alrededor de un dedo grande y grueso. —¿Y este?
Bet también miró a Anders. —¿El esclavo más reciente de mi padre?

—Hayden Anders —extendió su mano por educación — he venido por Bet para escoltarlo a casa.

Rice miró a Anders sin darle la mano. Luego a Bet de pies a cabeza. —Te demoras 8 minutos en llegar a casa, si éste —miró al hombre de pies a cabeza —te lleva en auto son 3, así que te doy los 8, Bet, para llamar a casa y que todo esté bien. —Se dio la vuelta y volvió a la verja del colegio, la cerró y se quedó mirando a los dos a través de las barras ­—¡Te chequearé seguido!

Bet le sonrió sinceramente con todos sus dientes, su maletín de deporté chocando contra sus botas plásticas violeta. Movió sus caderas como una muchachita para que el inmenso abrigo ondeara y abrió la marcha sin mirar al rubio tras él.

Anders entrecerró los ojos y le dedicó una sonrisa por compromiso al hombre, caminando tras el muchachito hasta quedar a su lado.

—Puedo llevarte y asegurarme que estés bien —dijo acomodándole de nuevo la bufanda—, hoy es Navidad… ¿vas a pasarla solo?

—Si le digo que si, ¿va a violarme señor? —No lo decía del todo en serio, pero realmente sí quería saber. Si Bet hubiera conocido el sentido del verbo “subestimar” sabría que eso era lo que él y Bastian habían hecho con Anders aquella tarde lejana.

—Si me dices que sí, puedo hacerte compañía hasta que lleguen tus padres —metió sus manos en su abrigo—, sé que a tus ojos soy un pervertido, pero realmente no soy tan ruin como para aprovecharme de ti.

—Si Rice sabe que está en casa conmigo, lo cuelga de las pelotas… aunque eso sería una lástima. —Bet se giró esperando al mayor sólo un segundo, dejando la decisión en manos de Anders. Cuando éste lo siguió, Bet redujo un poco el paso. —No sabía su primer nombre señor, y no lo entendí muy bien.

—Hayden —repitió con firmeza — y sí, ese hombre parecía decidido a matarme con la mirada —sonrió un poco—, no tengo mala intención Bet, pero quizá tengas razón y sea mejor que solo te escolte a casa y luego me vaya…

El chico se encogió de hombros y comenzó a chupar su caramelo con succión constante, apenas fijándose en las vitrinas, disfrutando de los copos de nieve sobre las aguas del canal cuando llegaron a su casa. —Es una lástima que ese asunto no haya funcionado profesor, cuando lo miro, no parece un golpeador de chicos. —esta vez Bet lo evaluó detenidamente de pies a cabeza. —Estoy fundido con el universo ¿sabe?, por eso odio cualquier tipo de violencia. —Completó parándose en el portal de su casa.

Anders sonrió con calidez y se animó a acariciar la mejilla del chico, quitándose antes el guante para degustar la suavidad de su piel.
 
—Lo sé… fui un estúpido al atreverme a dañarte. No creas que soy un abusador —le dio un beso suave en la mejilla acariciada y se alejó dos pasos — fue una mala pasada de mi subconsciente.

Bet se tocó la mejilla con la sensación cálida y ardiente en su piel le gustó en ese momento. —No vuelva a hacerlo Hayden.  ¿De acuerdo? —Su tono de voz fue extraño.
Hayden parpadeó y asintió avergonzado, volviendo a guardar sus manos enguantadas en el abrigo.

—Bueno… ¿me perdonas entonces?

—¿Por el beso o por nalguearme?

—Por… nalguearte —bajó la mirada avergonzado — el beso fue sincero… eres muy hermoso Bet.

Bet se decepcionó, Anders le decía las mismas cosas que los hombres que se la chupaban en los callejones de las discos. —¿Quiere pasar, señor?

El joven profesor apretó las manos entre sus bolsillos y le observó dubitativo.

—No sé si debería después de lo que pasó —se rascó la nuca y observó de reojo el interior de aquella casa — quizá un rato, para hacerte compañía. No me quedaré muy tranquilo sabiendo que te quedas solo en esta gran casa… ¿vienen tus padres más tarde?

—Tal vez mañana, ¿quién sabe? —Lo observó con desconfianza por un momento y luego entró. Seguro en unos momentos Rice llamaría —Si suena el teléfono tiene que quedarse muy callado—, empezó a subir las escaleras sin fijarse si Anders había entrado o no. —Tengo que ir por una cosa, ya vuelvo.

Hayden entró y asintió observándolo desaparecer hacia el segundo piso. Aquella casa era bastante grande, cómoda y de apariencia cálida. Sin embargo, se sentía fría… impersonal, falta de esa flama que quizá debería tener un hogar. Sonrió y negó para sí mismo: a veces buscaba demasiado lo que había experimentado en su casa antes de que sus padres se enteraran de sus preferencias sexuales. Después, todo se fue al caño.

Bet agarró rápidamente a su oso, pero antes de eso lo miró muy seriamente a los ojos de cristal: —No te vayas a poner agresivo amor, el tipo del otro día... está aquí. Conserva la calma y te prometo que esta noche te daré una recompensa. —Empezó a arrastrarlo escaleras abajo —Una recompensa de navidad.

El pelillo del oso se erizó mientras era arrastrado y sus ojos se encontraban con la cara de sorpresa de Hayden.

—Creí que el oso era de Bastian —sonrió — ¿te gustan los animales de felpa?

—Sólo éste. Es mi compinche. —Se sentó al lado del profesor de forma brusca y lo miró seriamente. —Bien, profesor Anders, cuénteme más acerca, de por qué me buscó en el colegio hoy. —Le sonrió como un muchachito ingenuo. Y puso su mandíbula sobre la palma de la mano, le gustaba ver la expresión del profesor cuando Bet le decía algo que no estaba en el libreto.

—Necesitaba decirte que lo sentía —dijo tras un breve silencio — odié la expresión de tu rostro cuando estuvimos juntos y… no era así como hubiera querido que terminaran las cosas.

—No me gusta acordarme de eso. —Metió su rostro en el pelo del peluche que pareció ablandarse. —¿Qué piensa hacer esta noche señor? —Le preguntó con auténtica curiosidad, el tipo tenía facha de ser de uno de dos tipos, o uno que vivía en familia y era muy cercano a ella (con ropa navideña de renos incluida), o el que se transformaba de noche para salir a cazar lo que se le cruzara por el frente y pasar la media noche en una calle oscura y sórdida.

—Bueno —suspiró — mi plan de esta noche incluye a una egocéntrica bola de pelos llamada Mr. Cuddles, una taza caliente de té y maratón de programas navideños —sonrió— sé que suena patético, pero es eso o ir a casa de mi tía Martha y aguantar sus villancicos y sobredosis de dulces.

—Ohhhh —Bet estaba sorprendido. —lo de Mr. Cuddles suena genial. Siempre he querido un gatito pero no me lo permiten. —Se acostó en el regazo de su oso, realmente no podía quedarse quieto. —La tía Martha suena tan horrorosa como mi familia.

—¿Te obligan a ponerte chaquetas de lana con bordados de Santa? —aventuró a alargar su mano para acariciar una porción del sedoso cabello— no es tan malo, supongo… pero me gusta más estar con quien me siento cómodo. Mr. Cuddles es mi peludo compañero… como tu oso.

Bet lo miró a los ojos fijamente. —No, no igual, Mr. Cuddles debe ser bueno, el señor oso es malo, muy malo. —Volvió a relajarse, —pero como sólo yo lo entiendo, no hay problema. Y... si me obligaran a usar cosas de lana de navidad, sería probable que luego me vieran desnudo corriendo por la casa. —Rió con suavidad imaginándose a sí mismo en esas y a sus padres tapándose los ojos mientras negaban que fuera su hijo.

—Tentador —rió enredando sus dedos en los cabellos mientras se acomodaba mejor entre los cojines del sofá — cuando quieras puedes llegar por un té a mi casa y  dejar que Mr. Cuddles se acomode en tu regazo demandando caricias.

—Eso me gustaría... —Sonrió soñador. —Esta época del año es genial para sentarse frente a la chimenea, con un gato en las piernas y tirarse al piso envuelto en una manta calentita. Para eso es la navidad, ¿no? —Volvió a mirar fijamente a Anders.

—Podríamos hacer eso, si quieres —acomodó los cabellos del chico y de paso se deleitó con tocar la mejilla — si tus padres no vienen hoy, podemos ir a mi casa, nos acomodamos frente a la chimenea, cargas a Mr. Cuddles y vemos televisión.

—¿De verdad tienes una chimenea? ¿Victoriana o eduardiana? ¡Nunca he visto una de cerca! —los ojos de Bet brillaban como si estuvieran en otro mundo.

—Es pequeña y yo solo le llamo chimenea —le apretó con cariño la nariz y se levantó del sofá— pero logra generar bastante calor y comodidad… ¿vamos?

—No. —Lo miró fijamente levantándose del todo — Si quiere tener sexo conmigo, podemos hacerlo en cualquier lugar, incluso aquí, —Miró hacia todos lados — No me gustan los lugares que no conozco, aquí estoy protegido y seguro.

El teléfono sonó y Bet se tropezó para contestarlo. Tuvo una breve charla con Rice a toda velocidad, la misma que terminó con un: ¿Puedo llamarte si necesito algo? —Sus ojos se clavaron con precaución sobre Anders. Sonrió con la respuesta de Rice y luego se despidió y colgó el teléfono.

Hayden suspiró y desvió la mirada hacia la ventana. Comenzaba a nevar.

—No te busqué porque quiera sexo Bet. Pero comprendo que tengas esa impresión de mí después de lo que pasó —frotó sus manos ante el frío que se comenzaba a sentir—bueno, quizá en otra ocasión puedas conocer a mi gato —sonrió colocándose de nuevo los guantes.

—No sea hipócrita profesor, sabe que quiere estar conmigo de nuevo. Estoy loco pero no soy tonto. —Le sonrió desde la mesita antigua del teléfono. —Así que porqué no me lo dice.

—Porque no es lo correcto —caminó directo hacia él —dejando a un lado tu juventud, está el tema de que no te conozco y algo me dice que tus experiencias no han sido muy gratas para reaccionar como reaccionaste el otro día —volvió a acariciarle el rostro con la mano enguantada —con esto no estoy excusando mis acciones, sé que actué mal y te causé incomodidad. Me lo indican esos ojos que me miran con precaución y ese teléfono que no sueltas por si tienes que pedirle ayuda a tu guardaespaldas escolar. No tengo intención de tocarte Bet, es solo que me preocupé y quise asegurarme que estuvieras bien —se alejó dos pasos y recorrió la sala — ¿te contó Bastian que ya no soy su profesor?

—No volvimos a mencionarlo. Bas cree que me hace daño cuando habla de usted. —Caminó lentamente hasta sentarse en el sofá de nuevo—. Profesor ¿Cree que soy alguna clase de prostituta juvenil? —La pregunta no tenía ninguna connotación especial. Sentía curiosidad.

—No —sonrió sentándose en el sofá frente a Bet — mi impresión es que eres un muchachito muy curioso y con ganas de vivir el ahora. Quizá eso te ha llevado a tomar malas decisiones —se señaló a sí mismo

—Usted no parece una mala persona señor. —Lo miró con curiosidad — Es sólo que me han dicho que a veces me porto así, y no quería que se llevara una mala impresión de mi tampoco. —Se mordió el labio inferior con fuerza mientras apretaba a su oso-guardián de nuevo. —No sé si son malas o buenas decisiones, hago lo que me parece adecuado en ese momento.

—Tú no pareces un chico malicioso Bet, pero deberías ser cauteloso. Algunos tipos son unos verdaderos idiotas que pueden dañarte mucho. No me gustaría eso —volvió a frotar las manos —oye, hace mucho frío, ¿tienes café o algo que me caliente?

—Pensé que estaba cómodo con sus guantes puestos. — le sonrió al tiempo que se levantaba. — Soy muy bueno en la cocina ¿Sabe? hago un té delicioso.

—Eso suena bien —se levantó tras él —mis guantes ayudan, pero siempre he sido demasiado friolento

—¡Igual que yo! —Rió Bet. —¿No le pasa que a   veces tiene  que levantarse a mitad de la noche a buscar todo un arsenal de ropa para  poder dormir?  Me es imposible pegar el ojo si tengo los pies fríos... —Puso la tetera sobre un buen fuego y  él mismo empezó a frotarse las manos. —Esta casa es vieja, y como queda cerca al canal es muy húmeda, pero me gusta.

—Es linda —Anders se sentó y le pasó sus guantes al chico —venga, póntelos un momento para que entres en calor… yo me las arreglo cuando el té esté listo.

Bet le extendió ambas manos indicándole claramente lo que deseaba, sus ojos agrandados miraron a los del mayor y sonrió sin abrir los labios.

Hayden dudó un solo segundo. Tomó las delicadas manos y lo acercó, frotando los deditos mientras le sonreía.
—Estás helado Bet…

—Sep, así soy yo...

El hombre continuó con su tarea, acercándolo más para percibir su dulce aroma. Cerró por un momento los ojos, deseando que ese momento fuera el primero en que conocía al excéntrico muchachito.
—Te vendrá bien entonces si te regalo una chaqueta de lana con un reno bordado…

—¿Lo dice a propósito para después verme desnudo profesor? —Bet decidió imitarlo y cerrar también sus ojos, para percibir mejor el toque gentil en sus frías manos. Se le habían encallecido por tomar la pelota repetidas veces en el frío inclemente mientras practicaba.

Anders rió y llevó las manos del chico hasta sus labios, soplándoles aire caliente. —Tal vez… pero sería un problema hacerte entrar en calor si te desnudas en estas temperaturas.

—Me gusta profesor... y... y ya no le tengo miedo...

El hombre le observó en silencio sin borrar su sonrisa, frotando las manitas para mantenerlas calientes.
—Es bueno escuchar eso Bet —se acercó de nuevo a su mejilla para depositar un beso suave y cálido— no quiero ser el profe pervertido todo el tiempo.

—No creo que lo sea, señor —Bet ladeó ligeramente la cabeza buscando los labios del hombre.  —¿Que dice si  no vuelve a pegarme y hacemos como si nada hubiera ocurrido?  A veces me gusta tomar riesgos y enfrentar peligros.

—Es como se disfruta la vida —murmuró observando los labios de Bet—, no volvería a pegarte, muchachito hermoso —sonrió pegando su nariz con la del chico — apetece comerte a besos lentamente hasta escuchar las campanadas de media noche.

—¿Lo promete, señor?  —Preguntó en voz baja, no tenía miedo, no de este hombre, era el primero que no había tenido que seducir y casi obligar, bueno, quitando a Boone, pero ese ya no contaba. —¿Le gusto?

—Lo prometo —le dio un beso en la comisura de los labios — y sí… me gustas mucho Bet, pero no es algo sólo físico ¿sabes? Me gustas porque no eres ordinario… destacas aunque quieras mantener un bajo perfil.

El chico le lanzó los brazos al cuello y se pego del cuerpo del mayor quedando con los pies en el aire. —¿Quiere estar conmigo? —Bet pensó que él también era un hipócrita. Había rememorado esa tarde de camino a casa y no podía negar que había sido genial. Tampoco podía negar que entre más miraba los rasgos del hombre, más le gustaba, y que era gentil,  y que tal vez él y Bas se habían equivocado aquella tarde  desquiciada.

Abrió lentamente su boca, queriendo que se la poseyeran.

Hayden dejó que su nariz disfrutara del fresco y dulce aroma de ese cuello que moría por besar y morder lentamente. Lo rodeó con suavidad y lo haló hasta dejarlo sentado en su regazo, metiéndolo entre su abrigo para darle más calor.
—Sabes que me estoy derritiendo por ti, pequeño tentador —murmuró en su oreja, acariciando los suaves muslos envueltos en tela — no hay nada más que desee esta navidad que tenerte entre mis brazos.

—Me gustaría que alguien me amara...

—Creo que enamorarse de ti es algo inevitable Bet —le dio otro beso en la mejilla—, pero, ¿te dejarás amar?

—Supongo que sí, no sé cómo es eso, señor. —Se dejó abrazar  con ese olor a colonia fresca del hombre en su nariz, con el suave crepitar de las llamas de la estufa y se prendió del cuerpo más fuerte de forma definitiva, esperando a que la tetera pitara.

—Creo que tienes entre tus brazos a un potente candidato para que te lo muestre —le besó el cuello y olfateó con ganas ese aroma que lo ponía eléctrico.

—Quiero eso, definitivamente. —En ese momento, dos cosas ocurrieron, la tetera empezó a pitar lista  para ser usada, y el teléfono volvió a sonar.  Bet no se lo pensó. Soltó al hombre mayor y corrió al salón a contestar.

Hayden tomó una bocanada de aire, tranquilizando sus hormonas. Caminó hasta la estufa y la apagó apartando la tetera mientras comenzaba a buscar las tazas.

Bet le reportó a Rice que estaba muy bien, además le aseguró que iba camino  a tomar la siesta de la tarde, y que cuando se despertara, lo llamaría para que estuviera tranquilo, también le aseguró que ajustaría la puerta con todos sus pasadores, definitivamente el torpe pero apuesto profesor no era de su devoción.

Cuando volvió a la cocina lo halló con las tazas y el agua hervida, sonrió, el hombre no había puesto el té. Le pareció curioso y  gracioso, pero no en un sentido burlón. Le tomó la mano con cuidado acercándose por detrás y apartó la tetera de la porcelana. Lo hizo con su ademán inquieto de niño que está ansioso por enseñar lo obvio.

—Muéstrame cómo es que haces ese delicioso té —Hayden le sonrió y se sentó, observando cada movimiento del muchacho

—Bet le sonrió con aire de suficiencia. —Es muy fácil en verdad, sólo pone la bolsita primero, luego lo  tapa unos dos minutos  “en los que espero  me bese realmente”  y luego  agregamos la leche y el azúcar. —Se sentó en la silla del  lado  después de al fin, quitarse su abrigo verde navidad.

—Woow, justo como lo hacía mi abuela —imitó el gesto del menor quitándose su abrigo oscuro, revelando un jersey ajustado de cuello de tortuga — veremos si sabe igual —estiró la mano para enredar en su dedo un mechón suelto del cabello de Bet — tienes unos ojos muy expresivos, ¿sabías?

—Nop —Bajó la vista auténticamente avergonzado. —Pero no me gusta decir mentiras, generalmente prefiero no decir nada... Es como diría Wilde, una hermosa mentira... que se sostiene por sí misma.

La risa del hombre salió natural y no se contuvo más. Se acercó por completo y tomó con suavidad esos labios tan sagaces, dejando a un lado las pretensiones. Después de todo, contaba con dos minutos para comenzar a calentar su cuerpo previo al té.

—Oooohhhh... —Se atragantó con la sorpresa de ser tomado a quemarropa, al chico le encantó, se dejó doblar un poco hacia atrás y entregó su boca a su explorador. Le gustaban los besos de Hayden, nunca un hombre parecía haberlo besado por voluntad propia y descubría que la acción le encantaba. Que no tenía que analizar su siguiente paso en su juego de seducción porque con él, todo se estaba dando genialmente familiar.

Hayden no le dio tregua a esos labios ni un segundo, atrayendo el cuerpecillo del chico hasta sentarlo en su regazo, acariciando con suavidad su espalda. No se podía creer la suerte de tener de nuevo al muchachito y que ya no le tuviera miedo o le rechazara por lo acontecido.

Bet se arrancó de esos labios para respirar, luego miró al hombre entre sus pestañas, reclamándole  un “más” con los labios brillantes de saliva e hinchados, dispuesto a sumergirse en el delicioso mundo del hombre de nuevo.

—Goloso —murmuró Hayden sonriendo mientras lo atraía y pasaba su pulgar sobre los húmedos labios — creo que el té está listo… ¿Qué tal si tomamos un poco, vamos al sofá y… vemos televisión? —sonrió socarrón

—¡¡¡Pero... la telly está en mi habitación!!!  —Protestó el chico, no quería interrumpir esa suave caricia en su lengua.

—Mmmm —Hayden besó su cuello de nuevo — bueno… vamos a tu habitación entonces…

—Está bien... beberemos el té frío para refrescarnos y... —Empezó a arrastrar al hombre de la mano. —¿Cree que necesite a mi oso?

—Si quieres traerlo y te sientes mejor con él, por mí no hay problema —se acercó y lo abrazó por atrás rodeando su cintura —no haré nada que no quieras Bet… puedo estar a punto de estallar, pero si quieres únicamente una sesión de besos, eso es lo que tendremos… ¿está bien?

Bet sonrió coquetamente y fue por su oso, luego alcanzó al profesor de nuevo —¿Sesión de besos al desnudo?

 Hayden volvió a reír y asintió.

—Si eso es lo que solicita mi príncipe, entonces eso tendrá

Bet lo tomó de la mano y empezó a arrastrar a su amante y a su muñeco escaleras arriba, la  última puerta a la izquierda, —Aquí es donde la magia sucede, —rió con ganas y dejó que  el profesor admirar su  habitación  —Las únicas reglas son no zapatos, y no sentarse en la cama con ropa de afuera.

El hombre asintió y lentamente se descalzó, dejando los zapatos al lado de la puerta. Caminó observando cada pequeño detalle en la habitación, leyendo el entorno del chico, viendo si aquel sitio tenía esa chispa sin descanso.

—Es más cálido acá que el resto de la casa —sonrió observando al muchachito — ven acá… dime cómo quieres esos besos

Bet se quitó el pantalón de deporte y  se quedó en su short de jugador,  largo pero un tris entallado. —Dulces, deliciosos, y húmedos como el de abajo. —Se volteó para volver a colgarse del hombre, más alto y más fuerte.

Hayden no perdió tiempo y buscó la boquita, abrazando de manera delicada pero firme el cuerpo que le estaba provocando calor. Haló de él entre beso y beso hasta que se sentó en la cama con Bet en su regazo.

—Así que un futbolista —susurró besando el cuello, pasando con delicadeza sus manos por los firmes muslos.

—Ah ah nooo. ¡No pantalones de calle en mi cama!—Saltó el chico con casi pánico, así que lanzó al profesor hacia atrás y le arranco en cuestión de segundos la  prenda de la discordia.  La arrojó al pasillo y luego le sonrió dándose la vuelta —¿Me veo lindo con mi uniforme?

—¿También contaban los pantalones? —Hayden sonrió quitándose el jersey hasta quedar solo con su bóxer ajustado. Su lampiño pecho firme se erizó un poco al contacto con el ambiente. —Te ves precioso, pero creo que con cualquier cosa que te pongas te verás delicioso…

—Todo cuenta, profesor. —Bet se quedó mirándolo un buen rato, le gustaba el cuerpo desnudo  de un hombre, a la luz del sol y en su cama. Y luego, se sintió incómodo por estar casi completamente vestido.

Hayden caminó seductor hasta llegar frente a él de nuevo, metiendo una de sus manos atrás de la nuca del jovencito, mientras la otra se colaba bajo la camiseta.

—Ésta también es ropa de calle Bet… ¿no crees que deberíamos quitarla?

—Directo al corredor, señor. —Levantó sus brazos hacia el techo como un niño pequeño,  feliz de que al fin el hombre se pusiera en “modo” de sensualidad. Se preguntaba qué pasaría después.

Hayden fue lentamente pasando sus dedos por la tela, llegando al borde de la camiseta para subirla y pasarla por la cabecita ahora despeinada. Lanzó la prenda lejos, sonriendo al ver que aún quedaba otra prenda cubriendo el pecho de su niño. —Friolento —descendió hasta su cintura, besando el ombligo tras descubrirlo bajo la tela, dándole besitos mientras subía lentamente la última camiseta que lo separaba de sus dos manjares preferidos.

—Hoy no traigo fresa ni cereza... sólo soy yo, pero no sudé durante el entrenamiento. —Bet se dejaba hacer como si tuviera cuatro años y el siguiente paso fuera meterlo en la bañera con sus juguetes favoritos.

Bet suspiro profundamente con esas intensas caricias, nadie lo había tocado antes allí, y era mucho mejor que hacérselo a sí mismo. Su sangre se calentó y pronto estuvo muy erecto, sus dedos se enredaron con desespero en los cabellos de Anders, deseando que sus pequeños botones se sintieran así por siempre.

Hayden no fue ajeno a la reacción del pequeño. Sonrió al rozar la tierna erección, sintiendo los jalones en su cabello y los excitantes gemiditos que salían de esos labios entreabiertos. Dejó un momento su tarea para terminar de quitar toda la ropa del chico, para luego cargarlo hasta depositarlo sobre la cama.

—Hermoso —susurró acariciándole la mejilla mientras su otra mano apretaba el pezoncito que le faltaba lamer.

—Gracias...—murmuró Bet y luego abrió sus brazos y piernas, demandando más de esos cálidos besos y que ese cuerpo presionara contra el suyo.

No tomó mucho tiempo que Hayden aceptara la invitación. Se colocó sobre el chico y comenzó a comerle la boca lentamente, acariciándole los brazos y piernas, elevándolas para que lo rodeara y así poder acariciar de nuevo las redondas nalgas y pasar al descuido sus dedos por ese apretado sitio en el que posteriormente se enterraría.

El chico lo encerró como si él mismo fuera la coraza de un capullo, deseando sentirlo todo, ese cuerpo que se le hacía tan sexy, con todo bien definido y puesto en su lugar (incluyendo la barriga, algo a lo que Bet le tenía pavor en sí mismo), y ese cabello que olía a hombre grande y que se metía entre ellos de una forma agradable. Descubrió que además que intentar fusionarse con la piel del profesor, le encantaba agarrar mechones gruesos de su cabello para manejarlo a su gusto.

—¿Te está gustando? —Hayden atacó su cuello, tomando porciones de piel y succionando mientras su mano buscaba la tierna carne erecta para masajearla.

Bet suspiró profundamente, tomando después mucho aire para compensar el que había perdido mientras se auscultaban las lenguas y gargantas. —Mucho, señor. —Apretó sus piernas alrededor de la espalda del rubio y terminó de arrojarlo contra su cuerpo de nuevo —y ahora, más. —Sonrió como una caricatura malvada.

Hayden rió y lo besó con ganas para luego alejarse un poco y descender hasta su pelvis, tomando sin más el miembro del chico en su boca. Pudo jurar que el líquido preseminal del pequeño hasta sabía dulce. Comenzó a lamer como si estuviera degustando un postre carísimo, dejando que un poco de humedad se colara en la parte baja, comenzando con sus dedos a preparar el terreno.

¡OH! ¡Es maravilloso!” —Pensó con un respingo, mientras sujetaba las cobijas bajo su cuerpo —”Mucho mejor que en los callejones... además, demonios... ¡me está chupando las pelotas!!”

Anders fijó sus ojos en las reacciones del chico, sonriendo al ver cómo poco a poco perdía la noción del entorno. Se notaba que pocos amantes se habían tomado el tiempo de prepararlo. Sus ojos se desviaron únicamente tratando de ubicar algún indicio de condones o lubricante.

Bet aprovechó para mordisquearle la oreja y el tendón bajo ella. Se sentía sensual y juguetón además de adorado. Parecía que al menos por ese día, había hecho una elección correcta.

—Mmmm, qué ricos mordisquitos —Hayden le observó con cariño mientras acariciaba su torso y piernas — dime, ¿quieres que lo hagamos por completo?

Bet lo miró a los ojos con sorpresa ¿A qué se refería? No se supone que desde que Bet había aceptado harían de todo y de todas formas? ¡Se lo había prometido! “hasta las campanadas de Media Noche” Había dicho él. —¿Totalmente?

—Sí —le besó la barbilla—, totalmente… profundamente y sin reservas. ¿Estás de acuerdo?

—Fóllame hasta sacarme el alma, profesor. —le susurró y cerró los ojos con un poquitito de vergüenza. Sus dientes se aferraron a ese cuello masculino, haciendo presión para paliar el montón de cosas raras que sentía por dentro.

Hayden jadeó en respuesta, sintiendo cómo su propio miembro levantaba cabeza para prometer que eso era lo que más quería hacer. Follarlo hasta dejarlo desmadejado y satisfecho.
—Tu deseo es una orden, Bet —murmuró descendiendo de nuevo, comenzando a humedecer el apretado orificio, mientras se iba quitando el bóxer que estaba demasiado apretado ya.

—¡Me gusta! ¡Me gusta mucho! ¡Me gusta! —Empezó a murmurar en letanía mientras agitaba la cabeza de un lado a otro y halaba más de ese cabello claro. Concentrado sólo en sentir.

El profesor se esmeró en seguir el ritmo, alternando con uno de sus dedos para preparar bien antes de penetrarlo. Le encantaba verlo tan entregado, tan metido en el cúmulo de sensaciones.

—Wow, mira cómo estás —dijo de repente viendo cómo el agujerito parecía una boquita ansiosa

—Esta mañana... — Suspiró —...cuatro de mis dedos... antes del fútbol. —gimió entrecortadamente.

—Mmmm… imagino lo erótico que ha de verse —Anders sacó su dedo para humedecerlo, junto con otros dos —veamos… van tres dedos —los metió lentamente, buscando llegar al punto exacto.

Bet gritó y se desesperó, sintiendo como ardía ante esa intromisión, se dobló sobre su cuerpo como pudo intentando erguirse, cuando lo logró, tomó el rostro del hombre. Mirándolo con ojos vidriosos y las pupilas dilatadas. —Se lo mostraré señor, sólo... sólo... Entre en mi pronto...

—¿Es una promesa? —sonrió colocándose sobre él y alzándole las piernas — me encanta ver ese color en tus mejillas… estás que ya no aguantas, ¿verdad? —Rozó la cabeza de su pene lentamente en el anillo de piel —yo también lo deseo… —comenzó a presionar, entrando lentamente en el conducto, tan apretado que tuvo que apretar los dientes para no dejarse ir y follarlo hasta correrse en un instante.

El chico cayó hacia atrás con la boca trabada en una interminable “A”, su cuerpo tenso como un arco, con todo como si estuviera desmadejado, pero en tensión total, su parte favorita del sexo, además del orgasmo, era sentir como lo llenaban, como su cuerpo se abría a una intrusión para nada cotidiana, la sensación de que alguien le impelía a recibirlo profundamente, inexorablemente, con un poco de dolor, un poco de tensión, y ese cosquilleo nervioso que se producía en su recto profundo al ser llenado. Y todo eso mientras una mano gentil le presionaba el abdomen para que sintiera mejor la intrusión. Anders era maravilloso.

Lentamente, la gruesa barra de carne comenzó a moverse, tomando un ritmo lento, sensual, sin prisas, degustando la expresión del chico y el calor que inundaba sus cuerpos. El frío había desaparecido.

—Así… delicioso —Anders le hizo doblar una de las piernas hasta dejar la rodilla en su pecho, para así llegar más profundo

—Maravilloso... —Bet sonrió adelantándose, subiendo su otra rodilla y aguantar así unos embates, luego decidió acomodarse mejor y encaramos sus piernas en los hombros de Hayden, gimiendo todo el tiempo porque se sentía profundamente explorado y deliciosamente acariciado en todas las partes que el hombre alcanzaba con su piel.

—Me encantas — Hayden besó con dedicación el tobillo sobre su hombro mientras aceleraba un poco las embestidas. Luego se detenía, entraba y salía lentamente, para luego volver a retomar la serie de embestidas cortas y precisas. Había sentido dentro de Bet ese pequeño punto del placer y quería atacarlo sin piedad.

La garganta del muchachito se resintió en un único grito, totalmente deleitado. Volvió a tirarse sobre la cama, mientras con sólo el pulgar y el índice frotaba con sorprendente rapidez la cabeza de su enrojecido pene.

Hayden aceleró una vez más, quedándose pegado a su compañero, embistiendo con ganas hasta que se detuvo, salió del cálido agujero y levantó a Bet para cambiar posiciones. Se colocó boca arriba sobre la cama y al muchachito sobre su regazo.

—Quiero ver cómo te empalas —dijo con la voz cargada de deseo.

Bet quedó algo mareado cuando le arrancaron la cosa más placentera que alguna vez tuvo dentro. Y más cuando lo obligaron a dejar de masturbarse, pero las palabras de Hayden lo alentaron, al igual que su voz. Se arrojó sobre él y se cuadró como ranita sobre el estómago del mayor, sus dedos de una mano sosteniéndolo como un bate de baseball y la otra separando sus mejillas, le quemó un poco por lo incómodo de la situación, pero cuando tuvo la cabeza dentro, miró hacia el techo el delirio mientras hacía todo recorrido hasta abajo, hasta que su bolsa quedó aplastada entre el peso de su cuerpo y el pubis recortado y sensual de Anders.

—Eso es mi buen alumno —su voz siguió seductora mientras su mano tomaba el rojo miembro del muchachito para comenzarlo a masturbar, — muévete así… lento… luego toma el ritmo que quieras… esa carne es tuya… para montarla como gustes…

Enfebrecidos, esos ojos grises lo miraron unos segundos y luego el chico tomó de una vez el ritmo del galope acelerado, sin pasar por tintas medias, afianzó sus rodillas en la cama y se martirizó a sí mismo con su desenfreno, sintiéndolo delicioso porque era él quien tenía el poder, porque tenía el permiso total de hacer lo que quisiera, y en ese momento él lo quería rápido, desenfrenado, loco. Justo como nunca lo había tenido, y sus cortas uñas de colores se clavaron como garras en el estómago de Anders, mientras se movía como loco a todos lados, aprendiendo que podía apretarse un poco en el camino, y así le dolería, pero que eso también era placer.

Hayden gruñó y elevó su voz ante el placer de esa fricción tan deliciosa y la visión encantadora de ese cuerpo dándose placer, subiendo y bajando como si no hubiera un mañana. Estaba deleitado con la agresividad y la pasión del pequeño, le gustaba sentir esas uñas marcándolo y ese sonido del saquito de sus testículos chocando con los propios.

—¡Ahh!, ¡Bet!

Abrió los ojos como pequeñas rendijas para observar a Anders y su rostro brillante y sexy, su cabello desordenado y húmedo, y esa mano frotándolo en el centro más placentero de su ser, con un ritmo tan loco como el que empleaba con su agujero. —¡Profesor! —Gritó, y la palabra le pareció pervertida, incluso a sus propios oídos. — ¡Oh profesor!

Hayden aceleró su mano sobre el pequeño miembro mientras alzaba sus caderas para acompañar el ritmo del muchachito. Cuando ya no pudo aguantar más, lo tomó con firmeza de las caderas para obligarlo a quedarse quieto y así comenzar a vaciarse en el apretado interior. Un sonido gutural salió de su garganta cuando sintió a su semen desbordarse hasta caer a la sábana.

Bet sonrió como un demonio por dos segundos al sentir la sensación familiar y se echó hacia atrás, como un sacrificio sexual que recibiera el mayor placer del universo, acompañando con la suya a la mano que ya desfallecía hasta correrse, mucho, deliciosamente, satisfactoriamente hasta sentir que se fundía con el universo y era el maestro hedonista porque estaba seguro que nadie apreciaba un orgasmo como él.

Un suspiro de satisfacción manó de los adultos labios, observando extasiado cómo el cuerpecillo del muchacho parecía erizarse y llenarse por completo de esa sensación tan exquisita. Sonrió y sus manos se alzaron hacia el pecho del pequeño para pellizcar levemente sus erectos pezones y luego halarlo hacia su pecho firme, buscando sus labios para degustar la dulce lengua.

—Definitivamente eres lo mejor que me ha pasado Bet —murmuró acariciando sus cabellos un tanto húmedos por el sudor de la faena — eres exquisito.

—Y tú eres genial profesor.  —Metió la cabeza entre el cuello y el cabello del hombre y le mandó una pierna encima.  —Me siento agotado...

—Mmmm, ven acá —se recostó mejor con él encima, halando las sábanas para cubrir sus cuerpos —durmamos un momento… luego te despierto para el siguiente round… y el siguiente… y el siguiente…

Bet le sonrió y estaba a punto de cerrar los ojos cuando se levantó y quedó sentado con un movimiento brusco: —¡Podemos pedir algo delicioso de comer! ¡y haremos el amor en el lugar donde estemos para que a las 12 me esté corriendo! Creo que eso da buena suerte —Sonaba frenético y muy entusiasmado. —¡Ohh Hayden, será una noche maravillosa!

Hayden rió con ganas y lo atrapó entre sus brazos dándole un sonoro beso.

—Lo que tú quieras, mi pequeño príncipe —rozó su nariz con él— es Navidad… y a mí me gusta cumplir deseos navideños.

Bet lo miró un segundo y luego se lanzó a abrazarlo, muy pegado a su pecho, al fin cediendo al sueño mientras a lo lejos observaba los ojos de cristal, muy brillantes, de su oso de felpa. —Parece que te conociera desde hace mucho tiempo...


Fin



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