11 de mayo de 2011

Dream capítulo IV

Bueno gente! otro capítulo más de Dream!
Ando sin e-reader Y_Y al final no respondió, ocho días sin él ioi al menos ya volvió a USA, ojalá puedan hacer algo con él porque yo lo esculqué a fondo e hice cada cosa que encontré en foros (pensé que lo había dañado cuando lo destapé pero fueron los nervios y no le hice nada... más) y no sirvió nada, cuando este de nuevo en mis manos le compare su funda, y no dejaré que caiga otra vez.

En fin, vamos con el capíulo cuarto de Dream!

En este capítulo tendrán algo NC-17 joooo y bueno, tendrán algo del pasado de algunos personajes y los traumas de otros (pobre Devlin jujuju)

Capítulo IV

Autoras: Amy Tomoe y CB
Clasificación: NC-17
Aclaraciones: Esta es una historia original, por tanto sus autoras tienen todos los derechos reservados sobre sus personajes. Sin embargo, existen aportes de cultura Pop que pertenecen a sus dueños.
Los lugares representados en la historia existen.
Advertencia: (I)Aunque existen alusiones a prácticas peligrosas, y las mismas existen, no se recomienda copiarlas o efectuarlas, simplemente se muestran aquí como material informativo.
(II)Las organizaciones mencionadas si existen, y los abusos contra los animales mencionados, también ocurren, y SON un delito.
Gracias por sus comentarios!!
*Se recomienda discreción con las escenas de sexo de este capítulo*
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Capítulo 4

Ulisses alborotó un poco sus cabellos y tras tomar su abrigo marrón, salió de su cuarto rumbo al lobby. Aquel hotel era pequeño, pero para sus planes de estar allí tan solo un par de días, le venía genial. Salió a las calles londinenses sonriendo al encontrarse con las tiendas. Había hecho bien en fingir su interés por conocer Derbyshire para que Simon se largara a Londres creyéndolo lejos. A veces el castaño podía ser insoportable y lo que él necesitaba ahora era despejarse y conocer al menos un poco más de aquel interesante país.

Así que no había dudado en alquilar un auto, agarrar sus cosas e irse en un viaje improvisado. Le había venido bien, ahora podría aprovechar para comprar un poco de ropa y algunos recuerdos que terminarían en su pequeño estudio. Quizá unas fotos para presumir, un café en algunos de esos restaurantes tan típicos mientras soportaba las miradas nada santas de algunas mujeres.

El rodaje del video pronto llegaría a su fin y todavía no había conversado con Devlin como él hubiera querido. La noche que había intentado acercarse, el cantante había salido con rapidez hacia Londres, y con eso, había dejado resumidos sus intercambios verbales en simples “hola” y “adiós”. No era que quisiera ser un fan latoso, pero le daba curiosidad preguntarle algunas cosas de su pasado musical, conocer más al “artista”.

Por lo que sabía, Devlin estaba en el estudio de grabación y preparando todo para su próxima gira ¿Tendría tiempo libre?

Sacó su móvil y marcó el número de Simon. ¿Qué más daba? Si sabía tirar la carta, el castaño iba a darle la información que quería.

—Gray al habla.

—Hola tirano, ¿qué nuevo plan malvado ronda tu cabeza?

—Muchos, pero tú no quieres participar en ellos —rió—, ¿Cómo va todo en Derby?

—Bien —fingió—, cosas interesantes. Oye Simon, ¿podrías pasarme el número de Devlin?

—¿Para qué? —Arregló su camisa viéndose en el espejo—, Devlin está acá en Londres.

—Ya lo sé tonto, por eso te lo estoy pidiendo. Necesito consultarle unas cosas.

—Dime qué quieres consultarle y yo lo hablo con Santiago.

—Es personal, sólo dámelo.

—¿Personal? —Sus colmillos parecieron asomar—, ¿qué te traes Ulisses?

El modelo suspiró y decidió seguirle el juego.

—¿No fuiste tú el de la idea?

El representante casi dio saltitos al escuchar eso. Pareciera que Ulisses estaba realmente desesperado por volver a la cima para recurrir a su descabellado plan.

—Hombre, dime las cosas claras desde el principio y deja los rodeos. Apunta, es el…

Ulisses tecleó rápido el número y lo guardó en su móvil. Tras otras palabras fortuitas con Simon, colgó y dejó el celular sobre la mesita de aquel café en donde estaba metido ¿Sería imprudente si lo llamaba? No quería tampoco que Devlin pensara otras cosas.

«Bah, será sólo un almuerzo o algo»

Marcó y esperó paciente a que el cantante contestara. Sólo esperaba no interrumpirlo en algo muy importante.

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Aquella llamada le había sonado rara. De un momento a otro, filmas una escena con un modelo que escoges y cuando crees que la cosa es puramente laboral resulta que no. El susodicho se consigue tu número privado y te invita a salir. Bueno, salir era algo extremo porque sonaba a cita. Una cita con un hetero. ¡Ja! Eso lo hizo sonreír mientras se arreglaba su barbita de dos días.

El asunto extraño entonces, había terminado en una invitación a una cerveza, una propuesta de la nada que le despertaba desconfianza a Devlin como roncha ¿No había hecho eso Mike cuando quiso que lo ayudara a volver al mundo de la fama? Mateus estaba mal en ese campo, pero creía que con la publicidad que todo esto iba a provocar sería suficiente para él.

Se recriminó mentalmente por buscarle el lado malo a todo. A lo mejor el muchacho sólo quería jugar al fanático, o algún juego retorcido.

Terminó de ponerse su chaqueta de poliuretano y esperó a que el timbre sonara. Lo había citado en su apartamento, en su terreno. Dónde se sentía tranquilo en su propio espacio. Se bebió una cerveza tratando de quitarse las telarañas de la cabeza mientras desconectaba todo lo tecnológico que no requería energía corriente. Al menos se distraería con los cables mientras la hora llegaba.

Ulisses agradeció con una encantadora sonrisa a la mujer que amablemente le había indicado cómo llegar a la dirección apuntada en el papel. Al final había visto el gran edificio y su cuello se había doblado un poco. Era bastante alto y moderno. Tras su rápida mirada de admiración, cargó con sus bolsas con ropa, libros y una que otra cosilla curiosa y entró sin más. Pulsó el octavo nivel y esperó paciente en el elevador mientras volvía a acomodar los paquetes. Devlin seguro creería que era un comprador compulsivo.

Cuando la campanilla sonó, él ya venía sin el abrigo porque se había acalorado allí dentro. Llegó hasta la puerta y tocó con firmeza, esperando a que el cantante apareciera pronto y se apiadara de él dándole una cerveza. Tenía sed.

Tontamente sintió alivio cuando al fin el consabido timbre rechinó. Dejó la botella encima de una mesita y luego se arrepintió de haber desconectado todo, el modelo podía malinterpretar tanta oscuridad, sólo sus velas de aromaterapia habían quedado encendidas ¡Diablos! Bueno, todo se vería según el punto de vista de su trato hacia el visitante.

Ulisses sonrió al ver la figura de Devlin dibujándose en la puerta.

—Hola —cambió su peso de una pierna a otra—, lamento la tardanza, me perdí un poco.

Devlin trató de no hacerlo pero sus ojos y sus labios tomaron su propio camino, recorrió la figura sensual que se le presentaba en la puerta—: ¿Desde el aeropuerto? —Sintió que su terror al divisar las bolsas era obvio en su tono.

—No —alzó una para mostrar el logo de una prestigiosa marca de ropa—, de compras por Londres. Afortunadamente las personas son amables y te ayudan.

—Claro—, a su pesar sonrió, con un gesto lo invitó a pasar—¿Cerveza?

—Por favor —entró dejando sus bolsas a un lado del sofá, parándose a mitad del salón para ver todo el ambiente. —Vaya, qué lugar el que tienes. Me imaginé que sería muy bueno, tan sólo de ver el edificio.

—Gracias, a tu servicio—, y en ese momento mismo se arrepintió de haberlo dicho. Vamos, que entre los dos no se habían cruzado más de 20 frases.

Ulisses le sonrió pero prefirió no decir nada. No sabía por qué, pero notaba a Devlin un tanto ansioso. Caminó hacia el sofá y se sentó resuelto, observando las velas y aquel ambiente que hasta ese momento le pareció un tanto inquietante.

—Espero no importunar —dijo de repente buscando conversación—, o que mi llamada no te haya parecido molesta.

El casi inaudible chillido de la bombilla ahorradora de luz, le contestó en el relativo silencio mientras se dirigía a la barra de la cocina ¿Qué podía decirle? <>. Si claro, después de eso nadie podría tacharlo de pagado de sí mismo. Como no.

Abrió la nevera y se tomó su tiempo descorchando las botellas, esta vez ni se peleó con las tapitas twist off, diseñadas para crear dolorosos surcos en la mano.

Estaba pensando, tal vez era un idiota para echarle tanta cabeza al asunto. Tal vez su mente novelera se estaba adelantando a los acontecimientos y él mismo estaba arrastrando su orgullo ante su conciencia, era mejor tomarlo como venía, saber qué quería el modelito y una vez con las pruebas en la mano, frenarlo. Lo había hecho tantas veces que ya se sabía el libreto de memoria.

<<¿Y cuando fue la última vez que hiciste un amigo Ford? Y no pienses en Collin o en Santiago, esos dos no cuentan>>

Llevó las botellas hasta la sala donde Ulisses ya se había instalado en el sofá bajo de madera reciclada. Él prefirió marcar un poquito de distancia y sentarse a medio metro sobre la plataforma que antecedía a la esquina de vidrios corredizos.

—La verdad es que no tenía planes para hoy, me la he pasado en el estudio. Aunque no voy a negar que tu llamada me sorprendió.

—Eso me temía —el modelo había seguido detenidamente cada pequeño movimiento de Devlin y no tardó demasiado en darse cuenta de que pensaba detenidamente su siguiente acción. No era necesario ser muy brillante para darse cuenta de que el cantante estaba desconfiando y claramente, aquel era un riesgo que él había decidido tomar. —No soy una sanguijuela chupa fama, si eso es lo que anda rondando allí dentro —tomó una botella e hizo una seña circular en dirección a su cabeza. Sonrió de manera franca, demostrándole que no le molestaba el que pensara eso de él, pero que quería dejar claras las cosas.

El rubio se llevó la botella a los labios, se le habían secado de un momento a otro, tomó un sorbo y sonrió tratando de ser espontáneo, aunque a decir verdad eso sin música nunca le iba muy bien —Es bueno saberlo, además que no creo que necesites fama. Eric dice que después del lanzamiento del video tendremos tanta que no sabremos en dónde escondernos.

—Uh, eso puede ser un problema —rió un poco y se medio recostó—, cielos, me hacía falta salir así, tomar una cerveza, conversar con un amigo. Espero que no te moleste el que te considere uno —tomó otro sorbo—, es quizá algo personal, pero siento que en cierta manera te conozco.

Devlin se quedó mirándolo un momento, era casi imposible no sentir atracción por una persona tan bella, en el sentido más humano de la expresión. Su cuerpo de modelo era armonioso y sus facciones perfectas. Devlin no tenía un tipo especial masculino de su gusto, excepto tal vez que fueran atractivos e interesantes, una combinación difícil de encontrar. Ulisses sería su tipo si su ética profesional no se le cruzara en el camino.

—Tengo pocos amigos, así que una oferta más no me cae mal—. Y sonrió —¿Tenías pensado algo además de las cervezas? —Se tocó el estómago —tengo hambre, pero si quieres salir y hacer de turista, por mi está bien.

—Tendrás que ser mi guía porque me pierdo con facilidad —rió tomando el último trago—, además debo confesar que estoy fugado. Simon me hace durmiendo tranquilo en Derbyshire

Devlin desechó la botella dejándola al lado de sus velas con esencia a vainilla y naranja. Se levantó y se quitó la chaqueta—. En ese caso te haré una propuesta, déjame preparo algo rápido antes de que se me baje el azúcar y después salimos. Total, la noche es joven ¿Otra cerveza?

—Te la agradecería con el alma —sonrió—, me parece bien, algo para picar. Pero… ¿necesitas ayuda? No soy tan mal cocinero y detesto ser un invitado plasta, así que…

Devlin asomó la cabeza desde atrás de la puerta, ya estaba sacando una serie de cosas de la nevera—. Entonces no seas plasta como dices, y coge el teléfono, al lado está el tarjetero, yo quiero una porción de Filadelfia vegetariano y tú, escoge lo que quieras. Yo invito—, lo dijo con una de sus sonrisas desarmantes. Y se sintió a gusto por primera vez en mucho tiempo con un cuasi desconocido.

Ulisses rió y obedeció tomando el teléfono. Se tardó un poco en decidir entre los menúes, pero al final optó por pedir dos especiales. Esa noche se sentía con ganas hasta de dejar a un lado la dieta. Batalló un rato cuando le preguntaron la dirección, pero recordó que la tenía apuntada en un papel en su saco.

—Listo —asomó en la cocina apoyándose en la barra—, creo que he sacado de quicio al chico del teléfono, pero he conseguido que nos traigan un arsenal de comida.

Devlin le ofreció un plato de los trozos de pan tostado que acababa de hacer, untados con tomates a las hierbas de Provenza con un poco de pimienta de cayena —¿Pero no olvidaste pedir mi sushi verdad? Te advierto que no puedo vivir sin él—, le sonrió por encima de la nueva botella.

—Eso es lo primero que he ordenado —tomó un trago y lo saboreó con ganas—, mmm, esto está bueno.

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El apartamento estaba solo y frío, como de costumbre. Al principio había sido reconfortante pero con el tiempo había empezado a molestarle. Santiago solía tener una gata, Willie, pero su ex se lo había llevado, como se había llevado todo esa tarde lejana.

Había sido una historia corriente. Chico conoce a Hombre, tienen sexo de una noche y al día siguiente en el desayuno deciden que hay tiempo para una maratón entre las sábanas. Después de eso no hay paso atrás y Hombre decide invitar al Chico a quedarse a vivir con él. Las cosas son candentes por un tiempo, no pueden quitarse las manos de encima, los dos usan la ropa del otro, compran nuevas sábanas a gusto comunitario, adoptan al gatito que llega todas las noches hasta la ventana y Hombre cree que su vida esta hecha.

Una mañana de repente Chico llega borracho y se resiente ante los reclamos de no haber llamado. Después de una ardua discusión el chico decide que el hombre lo presiona demasiado, así que toma sus maletas, empaca su ropa y la que le quedaba buena del Hombre, coge al gato y se va.

Si, Santiago había peleado por la custodia de Willie, pero su ex se había mudado a Birmingham, muy lejos de él. Le dolió más la pérdida del peludo callejero que de su compañero por 11 meses y 18 días.

Adoptar otro gato era como traicionar a Willie, así que al principio se sentaba con la luz apagada a beber vino tinto y a llorar sobre el minúsculo platito de plástico.

Después de eso se había adherido a la Filosofía Ford, de “mejor solo que mal acompañado”, y era así como llevaba meses usando sólo su fiel mano derecha (y el dedo del medio de la izquierda), para mermar las ganas de un cuerpo caliente y dispuesto a su lado.

Sin embargo, esa noche le estaba costando, no por haber visto a Simon, sino por recordar que los dos tenían sus asuntos pendientes y a él no se le daba la gana de arreglarlos.

A la luz de los edificios del otro lado de la calle, Santiago buscó entre las carpetas de su Blackberry, pulsó el código y analizó una lista de nombres con cuidado. Al final se decidió por Henry, era cálido, sonriente y le encantaba hacerte el desayuno. Su preferido entre sus compañeros de sexo. Pulsó la llamada y esperó en la noche a que le contestaran.

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Simon tomó otro sorbo de vino mientras acomodaba la cabeza en el borde de la bañera. Debía aceptar que era un hombre de gustos finos al quedarse en aquel hotel cinco estrellas con todas las comodidades. Lo único que faltaba era el compañero de juegos para esa noche, pero supuso que lo encontraría por allí. O quizá no. Lo cierto es que se había quedado con la espinita de Santiago.

Santiago, Santiago. Ver de nuevo el porte de aquel hombre y lo suculentos que eran esos labios, le había dejado con ganas de volver a besarlo como lo había hecho en Nueva York.

«Nueva York» sonrió. Lo cierto es que se había comportado cruel al tentarlo al extremo y dejarlo con las ganas. Aunque no fue el único en sufrir, a él también le había costado una dolorosa erección. Pero sabía bien que volver al pasado iba a traer la dolorosa situación que tanto él como el moreno trataban de evitar. Había sido mejor huir, como siempre.

Pero eso no le quitaba el crédito a Santiago, había sido el primer hombre con el que realmente se había planteado el camino de la fidelidad y la compañía. El moreno parecía tranquilo y recatado, pero en la cama ese hombre era una fiera. Aunque no quisiera aceptarlo, esas noches con Vélez le poblaban luego el pensamiento cuando quería darse placer en solitario.

Bufó y jugó con la espuma que recorría sus rincones. ¿Debería llamarlo y tentar al destino?, quizá esa noche Santiago podría resultar ser el acompañante perfecto. O quizá no. Estaba seguro que el moreno le daría una rotunda negativa.

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Ulisses saboreó con inmenso placer aquel plato. Esa noche estaba resultando la más desenfrenada en su dieta estricta y el resultado simplemente era genial. Casi había olvidado lo bien que se sentía comer como la gente “normal”, sentirse plenamente satisfecho y con ganas hasta de postre. Esos sacrificios por mantener un cuerpo sin un gramo de grasa eran extremos.

—Como siga así voy a salir rodando de tu apartamento —rió tomando más cerveza. Ya sentía la cabeza pesadita y la lengua ligera—, pero me agrada mucho, hacía demasiado que no me la pasaba tan bien, Devlin. Gracias por aguantar a un brasileño turista y… creo que ebrio —rió de nuevo, tomando un largo sorbo para terminar su enésima cerveza.

—Pues, seremos dos los turistas porque aquí no nací—, ante ese comentario Devlin soltó una carcajada.

Después de que llegara la comida habían decidido que no tenían líquido suficiente y habían llamado a una tienda cercana por varias botellas en sixpacks… era increíble lo que habían bebido. El rubio venía viendo bizco desde hacía rato y ninguno había acertado a terminar de contar las botellas vacías, porque cada vez que hablaban más de 4 frases un eructo les impedía continuar y porque ya no sabían ni en cuantas dimensiones veían: <>, había sido la consigna de la noche y después de la frasecita cada uno se vaciaba medio litro.

De hecho, Ulisses había sugerido algo más fuerte.

Sin embargo después de las carcajadas otra más apareció en los labios del cantante— ¿Dijiste rodando? ¿Cómo si te llevara cual balón por Picadilly? —Una nueva carcajada de ambos ante el típico humor absurdo de borracho. Seguro se imaginaban la escena, Devlin se levantó la camisa y se pasó la mano por el estómago —Estos son mis gorditos, lo más querido para mi, me han acompañado desde… desde… uffff—, levantó la ropa de Ulisses para hacerle lo mismo, ahí no había ni una gota de grasa. O al menos nada que pudiera palpar con sus dedos entumecidos—. Me siento en desventaja.

El modelo rió y se dejó hacer. La verdad no sabía de dónde venía tanta camaradería, su instinto primario hubiera sido alejarse un poco, dada la situación y el hecho de que Devlin casi se lo come en el set en las escenas de cama, pero no se sintió incómodo. ¿Serían las cervezas?

—Anda, no tienes tantos gorditos —una de sus manos se alargó hacia el abdomen del cantante y repasó con cadencia, sintiendo lo suave de la piel. Cuando su mano quiso perderse hacia la cintura, recordó que no estaba en labor de conquista y además – lo más importante – Devlin era hombre. Así que decidió quitarle peso al asunto haciéndole cosquillas para luego retirar su mano y tomar otro trago de cerveza. —Ahora que andes de gira tus amigos dirán adiós… y tus fans enloquecerán.

—De acuerdo con las fanáticas—. Alzó su botella en brindis—, pero mis gorditos no, ahí se quedan, me ayudan a reforzar mi personalidad de “leyenda del rock alternativo” Vamos, todos no podemos ser como Steve Tyler.

—Oh no por favor —chocó su botella con la de Devlin—, si tuvieras una boca tan grande te tendría miedo.

—¿Es… para devorarte mejor?

—Mmm… sospecho que sí —sonrió de medio lado y suspiró sintiendo el mareo típico tras tanta cerveza—, esa bocota me podría tragar entero…

Devlin soltó una risita nasal, sus dedos pellizcaron un buen pedazo del rábano picante que aún quedaba en la caja del sushi y se lo metió en la boca, tan pronto empezó a masticarlo bajó un buen trago de cerveza… una increíble combinación.

—¡Diablos! Y pensar que mañana… corrección… hoy tenemos que estar de madrugada en esa pista… Menos mal toca baño —Se largó una nueva carcajada y se escurrió del entarimado al piso, eso renovó sus carcajadas, sobre todo al darse cuenta de que había quedado a los pies de Ulisses <> pensó mientras observaba el apretado trasero del modelo y el bulto entre sus jeans porque tenía las piernas abiertas de par en par, estaba desgoznado contra el cristal y hacía rato había olvidado su reserva. El rubio largó otra carcajada.

—Agrega el que estamos ebrios —Ulisses se inclinó hacia delante para bajar la cabeza y mirar a Devlin. Le hizo gracia verlo allí tendido, parecían dos adolescentes en su primera noche solos en casa, poniéndose ebrios y hablando tonterías. Le agradó esa sensación de comodidad al estar con el cantante, tanto, que decidió levantarse y tras tambalearse un poco, se recostó en el suelo, a la par del rubio. —¿Sabes que en noches como esta las estrellas se ven preciosas en Río?

—Es verdad, si mi memoria no me falla claro. Lástima que aquí no se pueda ver nada de eso, ¡mira! las luces del frente eclipsan todo lo que no sean aviones… como vamos no podremos volver a ver la luna —Se volteó de medio lado hacia el modelo, su cabeza se agitó hasta quedar a milímetros del cuello de Ulisses, de ahí se dedicó a observar el juego de sombras y luz en la piel y en la ropa. Se sentía cómodo, y hacía bastante tiempo desde la última vez que pudo confiar en alguien de esa forma, en especial en alguien que no conocía de tiempo atrás.

Era un impedido emocional, lo sabía, siempre había sido así, por eso escribía canciones románticas, para expresar en la tensión del momento lo que no podía decir ni hacer sentir a los demás en circunstancias normales. Se llevó una mano a los ojos. No valía la pena pensar en ello—. Tengo una propuesta indecente para ti, y más vale que la aceptes ahora antes de que se me pase el efecto del alcohol.

Ulisses observó las luces de la ciudad y luego escuchó las palabras de Devlin. Su piel se erizó un poco, pero su locomoción para levantarse y negar cualquier cosa (y más alguna indecente), se había ahogado en el último trago de cerveza. Giró su rostro y observó al rubio, serio, esperando por su propuesta.

—Y… ¿qué es eso que me quieres proponer?

—Quédate aquí, esta noche al menos.

El modelo meditó las palabras salidas de esa boca. Quizá estaban cruzando una línea peligrosa… o quizá no. Pero algo le decía que Devlin no era un hombre que dijera eso a menudo. Sintió un extraño hormigueo en el estómago y solo atinó a esbozar media sonrisa, volviendo a pegar su mirada en el techo que reflejaba distintas sombras.

—Me quedo… —dio un largo suspiro, relajando sus músculos

«No me siento con ganas de dar un paso de todas maneras»

Devlin cerró los ojos—. Gracias —musitó en la oscuridad, luego se corrió un poco más hacia el moreno y le susurró casi pegando su boca a la oreja—, me has ahorrado una demanda de tu agente por dejarte salir así —Rió un poco en el caracol de la oreja y estiró sus dedos hasta hacerle de nuevo cosquillas en el estómago.

—Simon enloquecería —encogió un poco los hombros al sentir el aliento en su cuello y giró la cara encontrándose peligrosamente cerca de la boca del cantante—, te… mostraría más… los colmillos… —su mano detuvo la de Devlin y le sonrió. Aquella noche sí que estaba resultando bastante bizarra.

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Harry no había cambiando en los dos años largos que no se veían. Ahora tenía 22 y su carita seguía siendo la de un impúber, como habían dormido juntos numerosas veces, Santiago ya sabía que por la mañana un par de pelitos mostraban la cara en la barbilla, y Harry, por supuesto, los odiaba. Corría a usar la afeitadora al baño. Decía que eran un símbolo de vejez.

Como si entre los dos no hubiera más de una década de diferencia, pero así era Harry, le encantaban mayores (aunque no ancianos), y le encantaba atenderlos bien… dentro y fuera de la cama. Era de ese tipo de hombres que daban y daban sin querer recibir nada a cambio. Bueno, al menos nada que Santiago tuviera.

Un par de veces se había planteado el ir más allá de las sábanas y pedirle formalmente que saliera con él, pero por experiencia sabía que la mutación de un estado a otro sólo podía traer tristezas.

—Así que me estás metiendo cuernos y andas con otro—. El moreno sonrió mientras Harry hurgaba la boca del mayor con su dedito índice cubierto de mermelada

—Sip, pero Jon me es infiel. El idiota cree que no lo sé, pero bien que lo he visto en las mañanas cuando lo dejan frente a nuestra casa.

—Puede ser que simplemente lo están llevando…

—Si claro—, bufó el pelirrojo—, y el precio es un beso de esos que te buscan las amígdalas, ¿no?

—Tienes toda la razón dulzura—, Santiago lo tomó de las pequeñas y redondas nalgas y lo empujó hacía él sobre la cama—, no te merece y tu puedes seguir vengándote conmigo, cuando quieras—, le dio un beso mordiéndole los labios y halando de ellos después.

—Tienes razón. Si fueras tú, te las paso todas Santi, pero ese cretino no lo merece.

El dedito se desplazó de nuevo hasta el frasco de dulce y volvió a hundirlo en él, le encantaba la mermelada de durazno, y desde que habían pasado la primera noche juntos, Santiago siempre tenía un frasco guardado, ¿qué podía decir? se había vuelto adicto al dulce.

—No Harry, querido, si fuera yo, no te metería cuernos jamás—. La cadera se arqueó por debajo de la sábana, su miembro semi erecto haciendo presión contra los testículos de Harry que estaban apoyados apenas sobre la pelvis de Santiago.

El pelirrojo lanzó un gemidito de placer. Habían estado haciendo ejercicio toda la noche, una vez tras otra, un descanso con sueño ligero de unos minutos y de vuelta a la faena. Lo habían hecho con la luz prendida, apagada y a la luz de los edificios, cuando Santiago lo clavó contra el ventanal del balcón.

Y el muchachito había sollozado que daba gusto. Tenía un tono muy particular para gemir, uno bajito y prolongado, de esos timbres de moda entre los twinks de la Internet. Y lo primordial, le encantaba que se lo follaran, en una cama o en medio de una calle, le daba la misma, y esos ojos de color manzana destellaban cuando estaba en medio de la faena.

Además a Santiago le encantaba que sonriera con todos sus dientes mientras lo embestía.

Que desperdicio, más de dos años ¡Dos años sin verse!

Harry ya le había bajado la sábana y tocaba su miembro muy ligeramente mientras lo observaba directo a los ojos, el dedito permanecía metido entre los labios del moreno. Lo sacó, lo untó de nuevo y se lo metió a la boca. Su mano bajó a los testículos y apretó de una forma que sabía le gustaba a Santiago.

Su dedo se perdió entre la mermelada una vez más, y al subirlo embadurnó uno de sus pezones con el dulce.

—¡Oops! Si se escurre se forma un desastre.

Santiago observó la dorada gota pendiendo de la carne rosa y sacó la punta de su lengua para tomarla. No tocó al chico, solo el dulce. Levantó los ojos y esperó por la expresión de fastidio del pelirrojo, cuando ésta llegó, besó el pequeño nódulo para luego pasar a su técnica de ventosa. Harry gimió y embadurnó el otro —Mira Santi, se manchó también.

Le siguió la corriente. Era un chico insaciable, a esas alturas de la mañana ya tenía el cuerpo lleno de moretones y seguía pidiendo más. Si el tal Jon se enteraba y quería hacerle un reclamo, sus pectorales estilo Antonio Banderas lo iban a persuadir de cualquier riña muy eficazmente.

Los pequeños pezones ya estaban oscuros de tanto ser besados y Harry apenas parecía poder tener la espalda en su lugar, Su pecho se agitaba hacia adelante y hacia atrás. Santiago se condolió de la precaria y dolorosa posición y empujó al pelirrojo sobre la cama dónde siguió besandolo, el dedo corría hacia abajo dejando un sendero dulce y la lengua del mayor lo seguía con deleite.

El dedito se perdió de su campo visual cuando iba por la pelvis rasurada y volvió más embarrado que antes, con movimientos mínimos y circulares, Harry embadurnó la punta de su pene y el interior de su prepucio, el dedo dejó un montoncito en la pequeña abertura que ya sudaba.

Santiago fue como un insecto a la luz. Su lengua se dio el gusto probando la piel suave y en apariencia delicada. Su dedo índice asomó por el extremo del prepucio y lo estiró hacia un lado para que su lengua dejara cada recoveco inmaculado.

Harry lanzó un gritito, mezcla de emoción y excitación.

Más mermelada hizo un camino endeble por los testículos y el perineo. La porción de dulce reservada en el dedo del medio fue directo a parar al ano. El pelirrojo expandió el dulce por entre la superficie apenas corrugada, que se abrió y se cerró un poquito como si fuera una boquita suspirando. Santiago le tuvo compasión y tomó otro poco de mermelada para alimentar al pequeño agujero.

—¿Está muy hambriento verdad?

Harry se incorporó a medias, apenas para alcanzar algo de los labios del moreno.

—Mucho, es adicto a las cosas dulces.

Santiago le dio más mermelada, esta vez untándola en el interior que pareció vibrar de gozo.

—¿Y si le hace daño? Siento que tiene espasmos.

Las pestañas oscuras se agitaron inconscientes y los párpados cubrieron los ojos manzana. Los labios delgados de Henry se separaron para empezar a gemir de nuevo, de a poquitos, como si no quisiera gastar mucho aire.

—Es que le gusta. Lo pone caliente.

Santiago lo besó, dos de sus dedos lo lubricaron con más dulce, por suerte era de esas mermeladas que no traen tozos de fruta, sino que son más bien una espesa compota, no quería estar despegando trozos de comida de su pubis.

Santiago insertó sus dedos hasta el fondo y Harry se empujó hacia ellos, sus caderas giraron y se movieron hacia adelante hasta que los dedos hicieron presión contra su próstata. El pensar que su lugar más secreto estuviera lleno de pegajoso y delicioso dulce lo hizo ponerse a mil.

Lanzó el gemidito de alerta para ser penetrado, su pene largo y delgado se alzó como una ballesta. Era ahora o nunca.

Otra cosa que Santiago adoraba de Harry: era de los pocos hombres que podían mantener una erección consistente y dura mientras los penetraban. Y claro, los músculos de su esfínter eran elásticos, podía estirarlo y siempre regresarían a su lugar dejando al pequeño ano contraído.

—¿Sigues haciendo esos ejercicios con los músculos de allá abajo?

—500 contracciones cada día, todos los días—. Harry lanzó un gritito y abrazó a Santiago para que todo el peso de su cuerpo le cayera encima—, ¿se nota?

—Uh, gracias a dios si. Estás muy apretado.

El pelirrojo sonrió de esa forma que Santiago adoraba y se abrió más de piernas para abrazar al moreno. Santiago perdió la noción de la situación y se sumergió en los murmullos del chico que eran rítmicos a sus embestidas.

El sol había salido ya, y estaba a un paso de llegar al clímax cuando su celular sonó.

<> Y siguió cabalgando hacia la liberación. Sonó de nuevo y Harry le puso el teléfono en la oreja. Conocía el juego, la idea era no perder el ritmo y hablar normalmente, como si su pene no estuviera nadando felizmente entre un mar de mermelada y calor que se le ajustaba alrededor.

—Vélez al habla.

Como pudo moderó su respiración mientras empezó a dar embestidas más fuertes, bajo él, Harry se mordía las manos para no delatar la situación. Al otro lado de la línea le informaban que debido a la neblina, la pista del aeropuerto no estaba disponible y que la sesión sería cancelada.

A Santiago le importaba un pepino la cancelación. Harry estaba moviendo las caderas bajo él como si estuviera a punto de correrse, sustituyó la mano del chico con la suya en el privilegio de masturbarlo.

—¿Cuándo cree que será posible… hacer … otra cita?

Harry se corrió al fin. Su boca se abrió más que nunca en silenciosa agonía y los párpados se agitaron enloquecidos. Manchó el estómago y el pecho de Santiago pero sus caderas no cejaron en sus movimientos mientras le informaban al representante que se pusiera en contacto con la administración después de almuerzo.

—Gracias —. Cerró la llamada y en ese momento exacto Harry encontró un lugar por el que su dedo del medio pudiera escurrirse entre el ano de Santiago y lo liberó total y completamente. Era su fetiche personal y Harry lo sabía. El dedo se agitó hacia dentro y hacia afuera hasta que Santiago no tuvo una gota más para evacuar.

Se desmoronó al lado del chico intentando aplicar un poco de presión en su pelvis para no salirse de él tan pronto. El dedo del pelirrojo seguía masajeando su interior provocándole una agradable sensación.

—¿Crees que podamos tomar un segundo desayuno?

Harry sonrió, él sabía a lo que se refería y cómo le gustaba. El chico sabía muchas cosas que a Santiago le agradaban, lo sabía casi todo, entonces, ¿por qué demonios no estaban juntos?

FINAL DEL CAPÍÌTULO



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Bueno! esperamos que les haya gustado este cap. Amy y yo trabajamos todas las noches para que puedan disfrutar de esta historia, así que sus comentarios, dudas y sugerencias no vienen muy bien. Son el estimulo que necesitamos para seguir! Y si no quieren comentar aquí pueden hacerlo en Slasheaven el link de este capítulo lo encuentran Aquí

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