
Aclaraciones: Esta es una historia original, por tanto sus autoras tienen todos los derechos reservados sobre sus personajes. Sin embargo, existen aportes de cultura Pop que pertenecen a sus dueños.
Los lugares representados en la historia existen.
Advertencia: (I)Aunque existen alusiones a prácticas peligrosas, y las mismas existen, no se recomienda copiarlas o efectuarlas, simplemente se muestran aquí como material informativo.
(II)Las organizaciones mencionadas si existen, y los abusos contra los animales mencionados, también ocurren, y SON un delito.
Gracias por sus comentarios!!
—¡Por dios Simon! Deja de mirar la ensalada como si te fuera a comer. Es saludable, tiene pollo y vegetales varios. —Estaban en uno de los McDonald’s favoritos de Santiago, uno de centro comercial con una linda vista hacia las luces de la ciudad y sin área para mocosos escandalosos. Si había algo en común entre esos dos, era el intenso fastidio que sentían por los humanos pequeños, sobre todo los que no sabían caminar bien, se tropezaban con todo y lloraban continuamente pidiendo a su mamá. —Por no mencionar que fue tu idea venir aquí. Ahora, aguántate.
Si Simon hubiera tenido un par de orejas, las hubiera bajado ante el regaño. Le hizo un puchero y picó la ensalada con el tenedor, tomando un poco de lechuga y tomate.
—No me quejo —se llevó el bocado y masticó lentamente. Ciertamente no sabía tan mal. —Es sólo que no estoy muy acostumbrado —picó más lechuga—, ¿y tus papitas? —rió con picardía mientras su mano amenazaba con tomar una. Ya sabía lo celoso que era Santiago con su comida.
Santiago entrecerró los ojos mirando fijamente a castaño, desechando la idea de que esa mano se atreviera a quitarle una pieza a su preciado tesoro. Al fin suspiró y le acercó el cartón completo. —Voy por otras, tú come esas… con tu ensalada.
—Mmm, era una bromita Santiago —rió picando de nuevo su plato—, no te quitaré tus papitas…
—No, son tuyas, en serio. —Se levantó para ir por otro cartón. —No creo que la ensalada te quite el hambre que debes tener, ¡come! —y se dirigió a las escaleras con un vago sentimiento de reproche hacia su poco orgullo que procuró ignorar mientras pensaba en comprar más bien dos cartones grandes… y llevarle algo a Harry.
Simon sonrió de manera cálida y tomó una papita, saboreándola como si fuera un manjar. No por la papa en sí, más bien por la acción del moreno al cederle algo que tanto amaba.
«¡No te hagas ilusiones tonto! Santiago jamás volverá contigo»
Mientras hacía fila en la caja el moreno sacó el celular y llamó por segunda vez a Harry. Otra vez buzón ¿dónde se habría metido el inquieto pelirrojo? No se hacía ilusiones, Harry no era su amante, esa etapa ya la habían quemado, y de seguro estaría coqueteando por ahí buscando un mejor partido.
Claro, ninguno de esos solía tratarlo bien, más bien lo usaban como muñequito inflable y el chico había terminado por acostumbrarse también a eso… pagar cada pequeña cosa con sexo. Pero no era por eso que Santiago le daba albergue y lo mantenía, era porque le salía del corazón, el pelirrojo le parecía encantador, y si él tuviera paciencia a esas alturas de su vida, seguro se apresuraría a conquistarlo para siempre…
“Para siempre” un término relativo. Él había jurado que un “para siempre” era lo que Simon le había ofrecido hasta que lo había encontrado en la cama con otro… la única vez que lo pudo pescar de las miles en que le metieron cuernos.
Con su último ex también pensó que podría haber un “para siempre” pero el hombre lo había abandonado sin previo aviso y además se había llevado a su hermosa Willy…
Se llevó la mano libre hacia su pecho para que sus dedos palparan levemente el metal que anidaba ahí. Un recordatorio de que no dejaría entrar al dolor una vez más en su vida.
¿Entonces qué demonios estaba haciendo ahí con Simon? El hombre que lo había pisoteado y se había burlado de él cuando le puso el corazón en la mano.
“La vida da muchas vueltas Santiago, ¿qué te dice tu madre? Nunca digas nunca… sabias palabras, ojalá me hubiese dicho que nunca nada es para siempre…”
—Buenas noches señor, ¿su pedido?
Se quedó mirando a la cajera unos segundos totalmente desconectado de la realidad.
Simon terminó su ensalada y siguió con las papitas. Esperó paciente hasta que Santiago regresó con su nuevo cartón de papas y una bolsita para llevar. Trató de que su mirada no se prendiera de esa bolsa, deduciendo que con seguridad se la llevaba a “ese” con el que compartía cama. Sí, sentía celos, ¿para qué negarlo? Pero se lo tenía bien merecido por no aceptar años atrás que sólo Santiago podía remover el hielo en su corazón.
—Oye, no recordaba que fueran tan buenas.
Torció la boca en una leve sonrisa y se dedicó a comer unas cuantas papas frescas y calientes mientras tomaba Coca-Cola. ¡Amaba esa combinación! Además ya había devorado su Big Mac hacía rato.
—Oye, ¿cuándo se va tu chico? ¿O se quedarán un rato más… dadas como están las cosas?
—Aunque quisiera, no puede —devoró otra papa—, le han contratado para un desfile y tiene que partir cuanto antes.
Santiago sonrió de par en par —Esas son excelentes noticias. Se lo merece. Me imagino que de aquí en adelante trabajo es lo que van a tener.
—Y mucho —suspiró—, o al menos eso espero. Ulisses a veces me sale con cosas que no preveo y me hace más difícil el trabajo.
Santiago no pudo reprimir una carcajada, sintió que Ulisses le caía un poco mejor sólo por el hecho de saber que de vez en cuando le jorobaba la vida a alguien como Simon. —Te enviaré la invitación para el lanzamiento del video.
—Más te vale —comió tres papas en un bocado—, he gastado muchas neuronas e ideas irreverentes en mi estadía aquí —masajeó sus sienes—, sólo espero que a Ulisses se le pase el enamoramiento que tiene con Devlin.
—¿Enamoramiento? —Santiago levantó sus cejas hasta muy arriba de su frente— ¿Crees que es eso? Es heterosexual, cada pequeña cosa de él lo grita, Simon. Yo no creo que Ulisses sienta nada más allá de ganas de experimentar, y lo ayudó el que Devlin fuera extrañamente permisivo con él.
—Debiste haber visto sus caras al llegar tomados de la mano —alzó su ceja y comió otra papa—, conozco a mi chico, él no hace las cosas por publicidad a pesar de que siempre se lo aconsejo y casi lo obligo a hacerlo —movió una papa en modo circular. —Y el hecho de que se haya acostado con él —se encogió de hombros—, sé que Ulisses nunca ha usado su cuerpo de forma sexual para conseguir algo. Así que, si despejo todas esas variables, lo único que me queda es lo menos coherente.
—Los vi en el sótano… puro caramelo —Se inclinó hacia Simon para susurrarle. —Ojalá nunca le hubiese sugerido eso Simon, porque si sospechas lo menos coherente, yo debo advertirte que su camino al lado de Devlin está lleno de espinas. No hay forma de que sea feliz a su lado, Devlin no ha sido hecho para estar en compañía y nunca lo ha deseado. —Se alejó para tomar algo de gaseosa y refrescar su garganta —Si es cierto que Ulisses siente algo por Devlin, aconséjale que se olvide de ello. Saldrá lastimado aunque Devlin jamás haga algo contra él con intención. Así es él.
El castaño tomó un sorbo de su té frío y medio sonrió.
—Créeme que siendo el manager de Ulisses mi primera respuesta a esa relación es un rotundo no. Por la edad, la distancia, sus carreras —se inclinó un poco buscando los ojos del moreno—, pero tú sabes cómo son esas cosas del corazón, Cupido y similares… no lo buscas, tan solo sucede.
—La vida es sólo ensayo y error —No pudo evitar que sus ojos destilaran veneno por un momento— Aunque algunos estamos destinados más al error.
Simon observó esa inyección en sus ojos, pero no se alejó. Le mantuvo la mirada y sonrió de medio lado.
—No te lo discuto… algunos cometemos los peores errores siempre. Errores creados por pensamientos estúpidos.
Lanzó una risita divertida —Me consta que tú eres de esos. Como tu estúpida idea de hartarte de pastillas para dormir y no comer nada ¿verdad?
—Sí… y mira que los de mi clase son lo peor —se alejó y mantuvo la sonrisa, a pesar de que por dentro su corazón punzó—, lastimamos tanto que cuando al fin nos damos cuenta, estamos solos y viejos. Vamos, ¿quién nos querría, no? —Rió con ironía—, por eso las pastillas se vuelven las mejores amigas y la comida ya no parece apetitosa.
El moreno dejó de sonreír y se dedicó a mirarlo en silencio, a pesar del constante bullicio del local él ya no oía nada que no fuera a Simon, era como si estuviesen dentro de una burbuja. Sabía exactamente lo que le estaba diciendo. Se estaba echando la culpa para disculparse, pero, ¿de qué valía asumir la responsabilidad si no hacía algo al respecto? Sólo con pedir perdón no bastaba, había consecuencias que pagar. No sabía de que índole, pero estaba seguro que no del tipo que Simon pensaba. El auto flagelamiento raras veces despierta compasión.
—Nunca vas a cambiar, ¿verdad? Siempre tomas el camino más fácil Simon. Ahora seguro se te ha metido en la cabeza que destruyéndote estás pagándolas todas ¿no?
—¿Y qué más puedo hacer? —su mirada se tornó un poco más apagada—, desde joven juré que jamás creería en esas tonterías del “felices para siempre”. No funcionó con mis padres y jamás funcionaría conmigo —se acercó de nuevo y miró fijamente al moreno—, creía eso firmemente Santiago… hasta que llegaste tú. Y me asusté, entré en pánico porque no quería atarme a nada, no quería dejar mi corazón en manos de nadie porque el día que no estuvieras yo no podría volver a pararme. ¿Y qué fue lo que hice? Huí como un cobarde. Y te herí en el camino —bajó la mirada—, y eso es lo imperdonable, porque sé lo que tuve y la manera tan estúpida en que lo dejé ir.
—Yo ya te dije que te perdoné Simon. ¿A que viene todo eso entonces? No estoy interesado en revolver el pasado, y si quieres que te diga que me destrozaste, pues no lo voy a negar. Si quieres que te diga que el que terminó sin ganas de volver a levantarse fui yo, pues es cierto. También te aseguro que me eché toda la culpa en un comienzo, que no supe que veías en ese montón de mocosos, ni porqué los preferías a ellos. Y también te acepto que pasé noches llorando, preguntándome… y luego días aterrados de pensar que con tanta promiscuidad tuya a lo mejor me habías enfermado de algo, porque yo, Simon, yo jamás pensé en otro mientras estuve contigo.
No había elevado el tono de voz, pero sí había perdido la serenidad y eso lo atormentó. Era como si de pronto todas las emociones que había creído dejar en el pasado vinieran al presente y más intensas. Como si su corazón jamás se hubiese curado y ahora doliera más. Como si el perdón que decía haber otorgado fuese sólo de dientes para afuera.
Se obligó a respirar.
—Lo bueno es que ya nada de eso importa. Ya te vas y si bien espero que los caminos de Ulisses y Devlin no se crucen jamás de nuevo, también deseo que tengas éxito y halles la paz donde sea que estés.
Simon había previsto que algún día escucharía eso de los labios de Santiago. Lo que nunca se imaginó, era lo mucho que iba a repercutir en su interior. Sintió que su nivel de odio a sí mismo se incrementaba al doble.
—Tú… no tuviste la culpa de nada —se alejó completamente y le ordenó a su rostro mostrar la sonrisa a medias—, pero tienes razón, pronto me iré. Y yo también te deseo paz… y que encuentres a alguien que realmente te merezca —movió el pie para obligar a la ansiedad a salir de su cuerpo. Sospechó que esa noche tendría que recurrir a sus pastillas otra vez. —Así que… éxitos Santiago —se levantó lentamente por no salir corriendo —, gracias por la cena.
Pero el moreno se levantó antes que él y le obstruyó el paso. No sabía qué tenía Simon que le alborotaba una miríada de sentimientos que no deseaba.
—¿Huyendo de nuevo como un cobarde, eh?
Lo tomó del brazo, sin importarle el reguero de bandejas en la mesa y cosas para reciclar, y lo arrastró local abajo, cuando salieron al centro comercial lo encaminó hacia una de las puertas de salida.
—Yo no soy como tú, y francamente no estoy para melodramas Simon. Es como te dije, lo que fue, fue. Sólo quiero mi paz mental de vuelta, pero tú no me dejas ni eso, ni siquiera en NY cuando… No importa.
Lo soltó y metió las manos entre los bolsillos de su abrigo. El viento le refrescaba la cara mientras se limitaba a mirar el tráfico. —No puedo despedirme de esa forma tan simple porque aún tenemos trabajo juntos. Y ciertamente no puedo dejarte botado en medio de la calle en una ciudad que no es la tuya.
Lo miró a los ojos —No quiero odiarte de nuevo Simon, pero no soporto que hagas esas escenas, no soporto el melodrama, no soporto leerte los ojos y saber que guardas la esperanza de que algún día todo volverá a ser como antes. Odio que siquiera tus ojos brillen cuando me ves. Sé lo que sientes, pero yo no puedo corresponderte ya. Y tampoco quiero dañarte más con mis palabras… así que si me permites, te escoltaré en taxi hasta tu hotel…
El castaño se había quedado frío al ser tomado de esa manera. Y aunque Santiago no quería herirlo, conseguía el efecto contrario. Pero lo merecía, eso y más por todo lo vivido en el pasado.
—No, no te lo permito —dio un paso hacia atrás—, si sabes qué es lo que siento, sabrás que estar juntos es agregarle más puntos a mi marcador en contra —le sonrió—, estaré bien, sé cómo llegar a mi hotel y tengo bastante trabajo en qué distraerme. Tú… llega pronto a casa, esas papas se pondrán feas si no las calientan —alzó una mano para parar un taxi—, y sí… prefiero huir a verme más patético frente a ti.
—¡No te atrevas! —Pero en ese momento paró un taxi y Simon se subió, así que Santiago lo empujó hacia adentro y se situó a su lado, cerró la puerta, dio la dirección y se limitó a mirar hacia el frente. Estaba harto de que incluso en ese momento, Simon quisiera salirse con la suya… como siempre.
El hombre sólo sintió el empujón y el arranque del taxista rumbo al hotel. Sí, Santiago era terco y lo mostraba con creces.
—Vale… así por las buenas —se sentó bien y se cruzó de brazos, viendo hacia la ventana.
—¿Te callarías de una buena vez? ¿Por favor?
—No tendrías que callarme si me hubieras dejado tomar el taxi a mí solo.
—Esto es ridículo. No puedo hacer nada por ti sin que el “Macho Simon” salga a relucir, ¿eh?
—¿Quién actuará como el macho descerebrado? —bufó—, no soy una doncella en aprietos para que tengas que venir al rescate
—Calla de una buena vez… o te juro que… yo…
—¿Qué?, anda Santiago, dilo, descárgate, ¿crees que no puedo aguantar?
—¡Tú! —Santiago lo tomó del maxilar con fuerza y lo contempló a la luz de las farolas, fue en ese momento cuando decidió lo que tenía que hacer, se acercó y lo besó. Un beso cruel e intenso a la vez que muy corto. Luego se apartó antes de perder el aliento. No quería ni pensar en las posibilidades de su tonta acción. —Muérete Simon.
El castaño jadeó ante el breve contacto. Pero la rabia no disminuyó, se acrecentó ante esa acción.
—Mátame tú —su mirada era desafiante, justo en ese instante el taxi llegaba a su destino.
Santiago pagó al taxista y arrastró al castaño fuera del taxi mientras le gruñía —Puedes jurar que lo haré.
El Taxista se quedó un rato mirando a la parejita entrar en el lujoso edificio —Riñas de enamorados… que locura —Sonrió y arrancó.
Simon se soltó y empujó al moreno contra la pared del elevador.
—De verdad que eres un…
De pronto y sin previo aviso, Santiago rompió a reír. Era una risa llena de humor que le embargó casi todo el recorrido en el ascensor. Se sentía como un loco, un desquiciado, y si lo miraba en perspectiva, no entendía porqué una conversación sobre el sabor de unas papitas a la francesa los había conducido a semejante odisea.
—Loco —murmuró Simon cruzándose de brazos, observando el paso de los pisos. No quería ni pensar en el dilema existencial que aquella vivencia tendría en sus noches de recapitulación.
—Vamos, no te pongas así… te enfurruñas como novia celosa. —Santiago se le acercó por la espalda consciente de que estaba haciendo mucho más que simplemente dejarlo en su hotel, le puso las manos en los hombros conciliador. —¿No ves lo tonto que es todo esto? —El aparato se detuvo y las puertas se abrieron. No había nadie por allí. Sólo un botones que trató de esconder su propina en un bolsillo con rapidez.
Simon cerró los ojos ante el toque, pidiendo fuerzas a las deidades de las que había escuchado hablar, pero en las que jamás creería.
—Me enfurruño porque no me haces caso.
Santiago lo empujó para salir del elevador. No quería hacer más espectáculo esa noche y el botones se mostraba sumamente interesado en lo que sucedía allí —¿En qué quieres que te haga caso Simon? ¿En lo de dejarte solo por Londres? Me conoces, sabes que no soy así. Además también deberías saber que soy terco y tengo la firme intención de llegar hasta tu habitación.
El castaño alzó una ceja mientras se giraba para verlo. Su espalda topó contra su puerta y su mano fue directa a las llaves que descansaban en el bolsillo de su pantalón.
—Pues ya estamos aquí…
—Aja, ¿y qué esperas entonces para abrir la puerta? —Santiago levantó su mano y la apoyó en la pared. Su ceja también se alzó. Simon parecía dudar. Ya era tarde para hacerlo de todas maneras, había tomado una decisión y la realizaría.
Los ojos de Simon danzaron entre esa mano colocada de una manera tan “acorraladora” y esos ojos encendidos. Apretó las llaves entre su mano y las sacó, tanteando si seguir. Aquello para Santiago quizá sería un ajuste de cuentas, pero para él…
Ya, ¿qué más daba? Luego habría tiempo de arrepentirse. Se giró lentamente y metió la llave, tardándose adrede para que Santiago pudiera pegarse a su espalda.
—¿Quieres que te ayude? —La mano de Santiago se posó sobre la de Simon.
—Sí —ladeó la cabeza y la cadera—, creo que estoy un poco torpe…
Con delicadeza los dedos largos y atesados de Santiago tomaron las llaves y abrió la cerradura, dentro todo era oscuridad. Bien, estaba consciente de las cosas que Simon estaría pensando y eso le provocaba cierto calor en las entrañas. Dejó que el castaño encendiera las luces y le permitiera pasar.
Simon dejó la intensidad de las luces a medias, apoyándose en el borde del sillón mientras sus ojos se fijaban en Santiago. ¿Qué estaría pensando el español?, ¿qué pretendía con todo eso? Sólo sabía que su cuerpo era débil y respondía al llamado sutil del hombre frente a él.
—Es una habitación excelente la que tienes aquí, no me había fijado la vez pasada. La agencia debe estar pagándote un montón.
—Bastante para mantener a uno de sus más eficientes agentes —se quitó el abrigo y lo dejó sobre el mueble —siéntate, ¿quieres beber algo?
—¡Wow! ¿y te dejan usar el minibar? —Se dedicó a recorrer el lugar —Si tienes algo de ginger sola, te lo agradecería.
El hombre asintió y vertió lo solicitado por Santiago en un vaso. Él se sirvió un poco de vodka para borrar algo de la ansiedad de tener a su “ex” en su cuarto. Donde hubo fuego…
—Aquí tienes —le extendió el vaso—, me dan bastantes libertades…
—Eso veo, pero me pregunto qué dirían si te vieran de éstas… —Le mostró el frasco anaranjado con la prescripción de las pastillas para dormir. —Y son de las fuertes… ¡wow! No creo que eso le guste a la agencia.
—Lo que a ellos les importa es que siga produciendo dinero —le arrebató el frasco y lo guardó en su bolsillo—, lo que haga o deje de hacer conmigo es irrelevante.
—Ya veo… —Se acercó y le recibió el vaso. Sus labios rozaron apenas la mejilla del castaño y se quedó ahí un ratito.
Simon cerró los ojos y no pudo contener el rozar su rostro, dejando que sus labios recorrieran la mandíbula del moreno.
«Cruel»
—¿Quieres que te de un beso Simon? —Lo murmuró bajito, sólo para su oído.
El castaño sonrió y se apartó, caminando hacia el pasillo que daba a su amplia cama.
—Quiero más que eso —le vio de reojo—, pero tú no querrías… ¿o sí?
—No sé —Santiago se encogió de hombros.—Esas cosas pasan en el momento, según el ambiente. Lo que si quiero es librarme de éstas. —Le mostró el frasquito que había usurpado de nuevo y se dirigió al baño rápidamente. —¡Y no te enfades! Seguro que te doy una recompensa. —Se apresuró a verter el contenido en el sanitario ante el tronar de pasos de Simon.
El castaño abrió los ojos como platos. Si para Santiago las papitas eran sagradas, el equivalente para él eran aquellas cositas redondas y blancas.
—¡No! —salió corriendo pero ya Santiago había presionado el botón y las blancas amigas giraban en el torbellino que las llevaría por un paseo sin retorno. —¡¿Por qué…?! —sus ojos hasta se habían humedecido un poco. Parte de él se asustó del nivel de dependencia que había desarrollado hacia esos fármacos. Pero es que costaba tanto dormir… —¿Tienes idea de lo que me cuesta ir al médico por una receta? —se apoyó en la puerta del baño y suspiró abatido.
—De lo que estoy seguro es de que Devlin me mataría si me viera haciendo esto —Se había quedado como hipnotizado viendo desaparecer hasta la última gragea. Luego sus ojos se enfocaron en la cara de desesperación del castaño. Parecía un niño al que le habían quitado su golosina favorita. —Ya sabes, ¿por las bacterias purificadoras del agua? —No obtuvo ni un movimiento en respuesta —¿Los medicamentos las matan, sabías? —Pero Simon se rehusaba a responder, eso o se había muerto ahí de pie, con los ojos prendidos en el inodoro.
»—Ven aquí entonces. —Santiago lo tomó del brazo y lo llevó de vuelta a la habitación, le quitó la corbata y se arrancó la suya —Te recompenso y me quedo a dormir, ¿vale? —Se recostó en la cama a medias —Pero donde se te vayan las manos, me largo —Le aseguró mientras dejaba las gafas para ponerlas sobre la mesa —¿Qué opinas? —Remató su propuesta con una sonrisa.
Simon se sentó en el borde y se quedó callado unos segundos. No sabía bien qué pensar de todo aquello, la noche comenzaba a ponerse demasiado rara para aguantarla sobrio. Observó al moreno medio recostado en la penumbra y le devolvió al fin la sonrisa.
—Opino que estás loco—se quitó los zapatos y se recostó de lado, dejando que sus celestes ojos recorrieran las facciones de Santiago—, y yo también… no creo pegar ojo…
—Pues más te vale que lo hagas, yo estoy cansado y mañana tengo un día horrible. —Extendió su brazo para acercar a Simon y que su cabeza se apoyara en él. —Además estoy haciendo un sacrificio increíble por ti, estoy arrugando uno de mis Dolce favoritos.
El castaño se quedó callado y simplemente cerró los ojos, aspirando el aroma del moreno. Si ya se había acercado y hecho el contacto, ¿qué más daba acercarse un poco más? No dudó y se acurrucó contra él, como solía hacerlo cuando compartían cama.
—Gracias —dijo con sinceridad, acomodando su cabeza en el fuerte pecho
Los dedos del moreno se perdieron entre sus cabellos en un gesto fraternal. Sus ojos, ahora con la visión acortada miraron al techo. La habitación estaba en silencio y de nuevo tenia esa sensación de estar entre una burbuja. Su corazón pareció distenderse con tranquilidad y una extraña paz lo embargó. A esa hora, ya no tenía energía para luchar contra sí mismo. Simplemente se dejó ser.
Se acomodó mejor para que ambos estuviesen más cómodos —No me lo agradezcas, sólo… no vuelvas a tomar esas pastillas. Sería horrible que salieras en las noticias, tirado en medio de un cuarto de hotel como este y ahogado en tu propia saliva. No quiero ver eso…
Simon pasó su mano en una caricia cargada de ternura por todo el pecho del moreno. Se removió un poco y sus celestes ojos se fijaron en el fuerte mentón.
—Yo tampoco quisiera terminar así…
El moreno lo miró y sus dedos rastrillaron la mejilla afilada y luego su índice repasó las ojeras como sombras alrededor de los ojos claros. —Deberías ir a rehabilitación. Si no hubieras tenido trabajo hoy, estoy seguro que no hubieses probado bocado por días.
—Pierdo hasta el apetito —murmuró cerrando los ojos ante su toque—, perdón por mi reacción con esas pastillas. Creo que… me estoy volviendo dependiente…
—Es por eso que te insisto, ve a rehabilitación antes de que no puedas volver atrás. Te veo muy delgado, débil… ese no eres tú. —Su dedo siguió haciendo surcos imaginarios por ese rostro, ¡Cuánto lo había amado una vez! Pero esos tiempos ya no volverían. Santiago estaba cansado de darse oportunidades con otros y salir lastimado siempre. Su intención de estar solo era más fuerte cada día. Nadie se muere por no tener una pareja.
Simon siguió con los ojos cerrados, sintiendo la trayectoria del dedo sobre su piel. En momentos como esos recordaba las madrugadas en el silencio del lecho, aun húmedos de sudor por haberse amado hasta el cansancio, cuando el moreno lo veía con tanto amor y le acariciaba el rostro para luego besarse con infinita ternura. Hasta ese momento supo cuánto había extrañado a ese hombre.
Quiso decir mil cosas, pero no se atrevió. El tiempo no podía volverse atrás, pero tan sólo por una décima de segundo, quería probar de nuevo esa calidez. Así que su mano fue a la de Santiago, entrelazándola y lanzándose en búsqueda de sus labios, dándole un beso suave, tierno. Quizá ya no había amor por parte del español, pero él siempre lo amaría a su desquiciada manera.
Santiago se ladeó en la cama para apoyar a Simon mejor y seguir besándolo. Estaba consciente de que caía de nuevo en la trampita de Nueva York, pero esta vez estaba preparado para no conseguir más allá de besos y una que otra caricia.
Era triste saber que aún después de tanto sufrimiento, era adicto a los labios de Simon. El hombre más horriblemente inescrupuloso en su círculo de conocidos.
Se alejó un poquito y lo miró a los ojos —Prométeme que irás. Que dejarás que alguien se ocupe de tus asignaciones y que te tomarás un tiempo para ti en esa clínica. Promételo Simon.
—Lo prometo si tú prometes ir a verme aunque sea una vez —le sonrió acariciándole el cabello—, eso de sentarme alrededor de un círculo de personas a contar mis adicciones no suena atractivo… necesito un incentivo.
Santiago sonrió: —No pidas tonterías, no pienso escalarme ninguna ventana y entrar como ladrón por ti. Aunque…
—Mmmhh ese tonito Santiago —le rodeó el cuello tomando más confianza—, yo creo que es un buen trato…
Santiago lo recibió entre sus brazos. —Pero yo no he dicho que vaya a hacer lo que me pides —Rió muy suavecito, su aliento moviendo algunos mechones del castaño.
—¿Puedo convencerte de alguna manera? —quiso rozarse descaradamente, pero se contuvo. No quería romper ese momento tan bizarro y hermoso.
Volvió a acomodarlo en la posición inicial, sólo que ahora Simon estaba completamente acurrucado contra él. —No tienes que convencerme de nada. Cuando escojas la clínica, yo te llevo, y cuando salgas, estaré esperando por ti ¿Es eso un buen trato para ti?
El castaño suspiró y sus dedos vagaron por los botones de la camisa, abriéndola con destreza para depositar un beso sobre ese pecho.
—Trato…
El moreno le tomó las manos con una de las suyas y con la otra le levantó la cara —Creo que también eres adicto al sexo. Pero eso ya lo sabías. —Sonrió y le dio un suave beso, después lo abrazó de nuevo —Vamos a dormir, yo tengo que madrugar.
Simon suspiró y asintió.
—Está bien… pero no me gusta dormir con ropa —se irguió y se quitó la camisa y el pantalón con una rapidez que hasta a él lo asombró. Ya sabía que no conseguiría nada de Santiago, pero al menos dormiría cómodo. —Listo—volvió a acurrucarse contra él mientras halaba las sábanas sobre ellos.
2 comentarios:
Me ha parecido un capítulo hermoso hermoso hermoso, creo q voy a suspirar mas por estos dos q por Ulisses y Devlin, me ha ENCANTADO!!!!
jajajaja gracias Prim!!
Sy es un manipulador, y pues Santi, ese hombre se deja vencer por la conciencia.
También es uno de nuestros caps favoritos porque es bastante realista.
Muchas gracias por leernos preciosa!!
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