
Aclaraciones: Esta es una historia original, por tanto sus autoras tienen todos los derechos reservados sobre sus personajes. Sin embargo, existen aportes de cultura Pop que pertenecen a sus dueños.
Los lugares representados en la historia existen.
Advertencia: (I)Aunque existen alusiones a prácticas peligrosas, y las mismas existen, no se recomienda copiarlas o efectuarlas, simplemente se muestran aquí como material informativo.
(II)Las organizaciones mencionadas si existen, y los abusos contra los animales mencionados, también ocurren, y SON un delito.
Gracias por sus comentarios!!
—¿Ésta es tu casa? —Harry se sorprendió, pensó que lo llevaría a un hotel como hacían todos los que conocía en una noche. Con Brandon estaba seguro de que el hotel sería mejor que el promedio de pocilgas de Soho a donde solían llevarlo. No sabía si preocuparse o no. El hombre frente a él era muy confiado y parecía admirarlo en exceso, y él empezaba a creer que iban demasiado rápido. Al otro lado de la ciudad Santiago estaría… ¡Bah! Que importaba el español, ¿no lo había rechazado de nuevo esa misma mañana?
Se suponía que él estaba ahí porque buscaba nuevas sensaciones y Brandon era, como había demostrado serlo en toda la tarde, algo nuevo, muy nuevo. Parecía el tipo de persona que es difícil de encontrar, noble, bondadoso y sincero ¿Cómo diablos era que estaba solo?
El escritor puso las luces a medio tono y escrutó el rostro de Harry. En el camino hacia allí habían venido comiéndose a besos, deteniéndose sólo porque el chofer del taxi pidió su cuota y era hora de subir el elevador hasta llegar a su piso. Vivía en un apartamento sencillo, bastante íntimo e impregnado con su personalidad.
Quizás era confiado al entrar a un perfecto desconocido en su burbuja personal, pero algo le decía que Harry no era una mala persona. Claro, no pasó por alto los ojitos asombrados y la ligera sombra de duda por estar allí. Tal vez iban demasiado rápido, pero, ¿acaso la premisa no había sido “aprovecha el día”?
—Sí, mi pequeño espacio —le dio un beso en la mejilla y le acarició la otra—, ¿todo bien? No soy ningún psicópata asesino si eso te preocupa —rió.
El pelirrojo le sonrió con ternura. Claro que todo estaba bien, parecía como si hubiese leído sus pensamientos y eso le encantaba. Estaba harto de comunicarse con paredes que sólo se movían para tener sexo con él. A veces brutal.
—Brandon… te deseo más y más. —Lo abrazó y volvió a besarlo, ni siquiera se fijó en el interior de la residencia, ni en nada que no fuera ese hombre, no quería pensar en el mañana ni en si estaría haciendo bien o no. Sólo quería sentirse querido un poquito, y por extraño que pareciese, con ese hombre maduro y sensual podía sentirlo.
El moreno lo abrazó con fuerza pero con ternura, Harry le parecía un muchachito encantador de labios dulces. Le haló un poco el labio inferior y luego le besó la naricita, acariciándole la espalda mientras se apoyaba en uno de los sillones.
—Bello —le besó las mejillas—, yo también te deseo. —Volvió a besarlo y sólo abrió los ojos cuando una pequeña motita ya se le prendía del pantalón. Casi había olvidado a su “hijo”. Rió y cortó el beso, mirando a Harry con gracia.
—Se me olvidó contarte que no vivo solo —rió y señaló a la bola de pelos que desde abajo observaba con algo de recelo al pelirrojo.
El chico miró al piso pensando que encontraría a un niño ahí, ¡no iba a tener sexo delante de ningún diminuto humano! Su erección capituló un poquito hasta que vio al perrito, una mota blanca de orejas color crema y con ojos de peluche. Era hermoso y a él le encantaban los animalitos, solía llevarse muy bien con ellos.
—¡Cosita preciosa! —Y se bajó de Brandon olvidándolo por completo. Sabía quién era el verdadero dueño de casa y a quién debía ganarse primero.
El mayor sonrió y observó a los dos allí en el suelo, Rudy olfateando un poco precavido al no conocer, y Harry con sus ojos brillantes. ¡Si es que esa mota de pelo se ganaba a todo mundo con un solo ladrido o movida de colita!
Decidió agacharse también, acariciándole la cabecita a su pequeña mascota.
—Él es Rudy… mi compañero de apartamento —sonrió—, por lo general es un poquitín celoso y gruñón, pero por lo que veo le has caído bien —el perrito ya lamía el dedo del pelirrojo.
Con la confianza de quien no va a hacer nada malo ni teme represalias, el pelirrojo levantó a Rudy para que éste lo lamiera mientras él le daba pequeños besitos en la naricita húmeda. —es hermoso… ¿tu hijo?
—Así es —sonrió al ver lo bien que ya Rudy se llevaba con Harry. El perrito siempre era celoso de las mujeres que se le acercaban, incluso de los hombres. Pero Harry se lo había ganado en un santiamén —, mi grata compañía cuando bebo un buen vino y leo un libro —sonrió.
—Me gusta… —le dio otro besito a Rudy —odio a la gente que los trata como si fueran una posesión y piensan que son menos que nosotros porque no nos hablan. Ellos lo hacen a su modo… —para ese momento Rudy ya tenía las patitas hacia arriba y disfrutaba de las atenciones sobre su barriga. Harry se volteó y le dio un beso en la mejilla al escritor.
»—Lo que no me creo es que él sea tu única compañía. Eres… demasiado increíble para que eso sea cierto.
Un leve sonrojo cruzó el rostro del escritor al escucharlo. Sonrió y se sentó mejor en el piso de la sala, observando a Rudy muy feliz con las cosquillas en su pancita.
—Mi última relación me dejó con cierto… temor a socializar —rascó su nuca—, sólo contigo he tomado la iniciativa, invitarte, cortejarte y… dejarte entrar —sonrió de nuevo.
Harry dejó a un lado a Rudy para que saliera disparado a traerle su hueso de juguete favorito, y le dio un beso a Brandon abrazándose a él. —Suele pasar, a mi me ha ocurrido un montón de veces, —le tomó la cara con una mano mientras la otra volvía a Rudy que se le había sentado encima a masticar. Su palma acarició la mejilla a su disposición. Una pequeña sombra de barba empezaba a dibujarse ahí… muy sexy.
—Me halaga cada cosa que me dices Brandon, y si yo creyera que el romanticismo existe, diría que te has enamorado a primera vista —Se inclinó y se recostó en el hombro del novelista —¿Puede eso ser posible en estos días?
Brandon percibió la tristeza y la decepción en esas palabras. Por un momento supo que tanto él como Harry habían estado en ese desértico terreno y era muy difícil decidirse a aventurarse de nuevo por esos caminos. Sin embargo, ante su cuestionamiento no pudo hacer otra cosa que asentir.
—Creo que voy en mi camino hacia volverme creyente —lo abrazó con calidez—, realmente un creyente.
Mientras estrechaba a Rudy contra su corazón Harry se separó del hombre para mirarlo, sus ojos muy abiertos, se sentía confuso, ¿acaso Brandon estaba insinuando que él tenía razón? —¿Me quieres?
El escritor la acarició la barbilla y le sonrió.
—Es una locura Henry —lo llamó por su nombre de pila—, porque te conozco de una cena y de esta tarde, pero la conexión es tal que parece que te conozco desde siempre. De otra vida quizá —delineó sus labios con el dedo pulgar—, y el cariño sigue intacto. Produces en mí la necesidad de abrazarte, besarte y no dejarte ir.
—Nadie nunca me había dicho algo así… —el pelirrojo se irguió y sus ojos se perdieron frente a él… ¡qué extraña era la vida! Él esperando que Santiago lo amara y ahí estaba Brandon, esperando (al parecer) por él.
El perrito empezó a hacer fuerza para deshacerse del agarre que cada vez era más y más estrecho… los ojos verdes se empañaron y se sintió como una niña, llena de miedo cuando por primera vez un chico se le declara en primaria. —No sé que decirte Brandon, tengo miedo, quiero tener sexo contigo, eres quien mejor me ha tratado en mi vida, y seguro que por eso te tengo cariño ya.
Lo miró de frente, sus ojos querían expresar sinceridad. —con el tiempo me he convencido de que no sé lo que es amar, o el amor en general, he pasado de todo en mi vida, mis padres me rechazaron, lo mismo mi hermana, y no quiero engañarte… —sus mejillas se tornaron muy rosas—, he hecho cuanto he podido para ganarme la vida, nunca me he prostituido, pero he cambiado mi cuerpo y mis besos por comida y casa. Lo he hecho a quien me ha mostrado algo de aprecio. —sus ojos miraron hacia otro lado, a Rudy, que movía su colita para ir en busca de su plato. —Yo… comprendo si quieres cambiar de opinión. Pero como te dije, te aprecio mucho y no quiero engañarte, sé que si me hubieses conocido en otro ambiente, las posibilidades de albergar algo por mí en tu corazón no hubiesen aparecido.
El mayor había escuchado en silencio y con mucha atención cada palabra que salió de aquel corazón. Porque el chico había hablado desde allí y eso era algo que él siempre agradecía, porque aplaudía la honestidad.
Claro, eso no evitó que su corazón punzara al escuchar lo dura que había sido la vida con esa criatura, y tampoco pudo evitar los celos que nacieron de tan solo saber que muchos otros se habían aprovechado de su vulnerabilidad y falta de cariño. Harry era un muchachito al cual amar sin medida. Y a notar por la manera en que quería retenerlo a su lado (aún si le hubiera dicho que era un asesino a sueldo), comenzaba a darle la luz de que él estaba dispuesto a arriesgarse.
—Mi opinión sigue siendo la misma —le levantó la barbilla y le sonrió—, eres bello y sincero. Mejor combinación no podría encontrar —rozó su nariz con la de él. —No es necesario que vayamos tan rápido… para mí sería un privilegio si pudiera enseñarte lo que es el amor…
Harry volvió a recostarse sobre el hombro del mayor. Le gustaba como estaban, en el suelo, seguramente excitados a medias, pero compartiendo un momento de verdadera intimidad. Inclinó la cabeza hacia atrás y besó la barbilla, —Mi deseo por ti no ha cedido. Y mantengo lo que digo, si vamos rápido, ¿a quién le importa? Sólo somos tú y yo. Si nos decepcionamos, será mejor hacerlo pronto y si nos acercamos más, pues…
Brandon le observó serio, apartando unos rebeldes mechoncitos de cabello que se negaban a escapar del blanco rostro. Sus manos fueron al fin por detrás de su espalda, bajando con cadencia hasta llegar a las caderas, que fueron alzadas para dejar sentado al joven sobre él, sintiéndose plenamente.
—Entonces déjame hacerte el amor —lo murmuró en su oreja y lo sintió en la calidez de su estómago. Deseaba a ese muchachito, pero no con el deseo intensamente carnal. Quería tratarlo bien, hacerlo gozar entre las sábanas.
Harry lo abrazó y lo besó suavemente, su pasión volvía a rugir en sus entrañas, pero no todo en la vida debía ser dictado por el deseo abrumador, no en estos casos, no especialmente con alguien como ese hombre. Se sentía tan cómodo que podía bajar su fachada de niño descontrolado sin sentir que estaba perdiendo puntos. Sin embargo, las viejas costumbres no se pierden de un día a otro:— Comienza entonces la lección, profesor.
El escritor rió ante lo sexy y pervertido que se escuchó eso.
—Mmm… espero que seas un alumno muy cumplido —lo levantó consigo, en una maniobra un tanto peligrosa pero que al fin y al cabo no le costó mucho. Lo cargó descaradamente de las nalguitas firmes y comenzó a conducirlo hacia su habitación. —Soy un profe estricto…
—Mmh, eso me gusta, porque yo soy un alumno aplicado… —Cuando cayó sobre la cama rebotó en el colchón y rió un poco, sus brazos se abrieron para recibir al hombre frente a él.
Y Brandon no se hizo rogar. Se colocó sobre él, cuidando no aplastarlo, mientras volvía a buscar esa boquita tan tentadora. Podría pasar una vida entera perdido en esos labios de miel, olvidándose del mundo.
Sus manos fueron acariciando los hombros, subiendo a los rojos cabellos, pasando sus dedos por la cabecita, regando caricias suaves para indicarle en todo momento lo preciado que era para él. No era un simple trozo de carne para follar.
Uno de los delgados dedos se elevó y repasó las formas masculinas de la boca del novelista, el mundo daba muchas vueltas y al final cumpliría con su deseo de sacarse la espinita de Santiago, pero ya no podía verlo de la misma forma. Se sentía vulnerable después de haber abierto su corazón y poco a poco una exigua llamita de confianza iba creciendo en su pecho. Brandon era un hombre, y un hombre decente. Otro se habría burlado de él (como ya muchas veces había ocurrido), y lo habría “consolado” con profundas y dolorosas embestidas hasta que se cansara y lo dejara ahí, con sus remordimientos en la oscuridad.
Pero no el novelista. Parecía tratarlo como una preciada joya y él no podía detener las lágrimas de confusión que sentía aflorar. —Me gustas mucho —le susurró y se apoyó sobre sus codos para alcanzar de nuevo los labios delgados pero jugosos, su mano derecha elevándose para recorrer los cabellos oscuros. Quería explorar y ser explorado plenamente.
Brandon cerró los ojos ante el toque tan cariñoso del muchachito. Hacía mucho tiempo desde que alguien lo besara o lo tocara así, hacía mucho desde que no sentía la comodidad y la calidez de otro cuerpo tan afín al suyo. ¡Era fantástico!, su corazón no paraba de emocionarse y latir de acelerada manera.
—Mmmm tú a mí me fascinas —volvió a frotar su nariz con la naricita del chico—, precioso.
Sus manos repasaron el delgado torso con intensidad, pero aún sobre la ropa. No quería ser brusco y arrancar la tela en la premura de la pasión. Esa noche era de ir despacio, degustar al bello muchacho como quien degusta un fino vino que ha sido guardado por mucho tiempo. Así que esperó por una respuesta de aquel cuerpo para demandar más piel, mientras ya sus labios buscaban el cuello, tirando un poco de la camisa para dejar un bien formadito hombro a la vista. Le dieron ganas de morderlo.
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—Mmmh, Ulises, espera… no es mi idea hacerlo en un sótano lleno de automóviles. —Lo alejó un poco y luego le dio un beso en la mejilla sonriendo al tiempo que le besaba la oreja — ¿Te imaginas si nos filmaran teniendo sexo con una de las cámaras de seguridad…? Las piernas abiertas sobre el cofre y yo poseyéndote…
Le dio otro beso mientras lo abrazaba para morderle el lóbulo de la oreja.
—¿Es eso una propuesta señor Ford? —Ulisses lo haló hacia uno de los autos, subiéndose sobre el cofre—, no me retes, porque no suelo tenerle miedo a nada… y hasta me parece muy excitante la idea…
Devlin se le acercó y lo tomó de la cintura arrastrándolo hacía si, las piernas del modelo rodeándole las caderas. —Olvídalo, un escándalo así echaría tu carrera y la mía por el drenaje. —Lo besó mientras se aseguraba de que la cámara no giraba hacia ellos aún. Sus manos se anclaron bajo las nalgas de Ulisses y lo alzó hacia él llevándolo a un punto ciego tras una columna.
—Estoy loco por hacerte el amor… ¿Aún te duele? —Su mano se deslizó hasta el punto que sabía yacía entre las nalgas y que palpitaba fácilmente cuando lo estimulaba correctamente.
Los ojos de Ulisses parecieron refulgir en la oscuridad del estacionamiento. Ya era tarde, al parecer ni un alma se paseaba por el lugar y las ganas de subir al apartamento para disfrutar del cuerpo del rubio le estaban calcinando el subconsciente. Claro, su cuerpo aún protestaba por el acto del día anterior y su pequeño botón parecía decirle “dame un respiro”.
—Mmm… aún molesta un poco —sonrió rodeándole el cuello, besándole la barbilla—, pero también estoy loco por sentirte de nuevo —enredó sus dedos en los rubios mechones—, si me consientes en tu cama auguro buenos resultados…
Los ojos de color de miel observaron al moreno por un momento evaluando muchas cosas al mismo tiempo… ¿sabría ya que se iría en dos días? Si era así, parecía que era a él a quien había afectado más.
Durante la cena quiso preguntarle varias veces pero no se atrevió. No quería darle a entender que lo estaba echando ni que lo presionaba para que los dos marcaran límites. Miró su cuello con rastros de tornasol aún y los parpados con un leve tinte negro que se resistía a salir y que le daba un aire intensamente seductor.
—Te haré lo que quieras…
Ulisses suspiró y lo apretó contra su cuerpo, sintiendo el calor corporal tan confortante entre ambos. No quería pensar en el momento en que todo llegaría a su fin, cuando estuviera de nuevo en casa, preparándose para otro trabajo. ¿Por qué las cosas buenas duraban tan poco? Y eso que aún no sabía lo que “poco” significaba realmente. Su loco agente no le había informado de su pronta partida a tan solo un día después de la escena final del video. El joven brasileño aún contaba con semanas al lado del rubio que jamás se cumplirían.
—Subamos Devlin, necesito recostarme… contigo encima de preferencia —rió halándolo de la mano rumbo al ascensor—, y no se te ocurra decir que en el ascensor también hay cámaras, porque me dará más morbo…
El rubio le guiñó un ojo —No me gustan, prefiero las escaleras. —Lo tomó de la mano halándolo hacia la puerta que los llevaría hasta ellas.
—Eh, pones a prueba mi resistencia —el joven le rodeó la cintura y lo detuvo a mitad de camino—, demando un beso…
—Los que quieras—. Lo tomó a un tiempo del cuello y de la cintura y doblándolo le dio un intenso y profundo beso mientras sostenía la puerta con un pie.
Ulisses rió por la acción tan sacada de película romántica que su compañero tuvo a fin elaborar. Estaba encantado, Devlin era sencillamente todo lo que a él le faltaba. Y tenía la ligera sospecha de que para el rubio, él era todo aquello a lo que no estaba acostumbrado. Tanta química, tanta fuerza en el sentimiento de posesión, de entrega… ¿podrían seguir así a pesar de la distancia? No quería ni pensar en separarse de los fuertes brazos que ahora lo tenían a su merced.
—Si no me llevas ahora a tu colchón voy a ponerme a cantar la canción del elefante —rió mientras le mordía el labio—, esos besos me desarman, ¿sabías?
—¿Canción del elefante? —Sonrió con algo de satisfacción masculina mientras le repasaba la barbilla, —¿Con que te desarman eh?
—Sí, lo estoy admitiendo —se irguió empujando al rubio suavemente para comenzar a subir las escaleras pegadito a él —, me dejas sin opciones… tengo que besarte —lo hizo suavemente en los labios—, tocarte —le apretó los glúteos— y si puedo, atarte a la cama y… —rió pícaro rozándose con él —¿ves? Sacas mi lado más travieso…
Rió y se separó viéndolo de manera casi felina. Sus manos fueron a su cinturón y lo desabrochó, sacándolo con destreza para tirarlo sobre los escalones
—¡Oh! Se ha caído —se mordió el labio y comenzó a subir lentamente hacia atrás, jugando con los botones de su camisa
Devlin no pudo detener una carcajada, le encantaba que Ulisses fuera tan fresco, tan refrescante para su vida temerosa y solitaria. Amaba cada momento con él… ¿Amaba? Prefería no pensar en eso justo en ese momento, estaba harto de que su mente lo amargara.
Recogió el cinturón y lo puso entre sus dientes con una sonrisa sensual, enrollando el resto del material sintético en su muñeca derecha.
El joven alzó una ceja y se relamió, comenzando a desabotonar su camisa. No tardó mucho en dejarla abierta, mostrando sus marcados abdominales aún de aquel tono tornasol usado en la sesión fotográfica.
Se medio giró para mostrar su andar coqueto y para desesperar al rubio al negar una plena vista a sus pezones que cada vez se ponían más duros.
Los labios de Devlin fueron levemente torturados por la presión de sus dientes. Su mano templó la correa. —Si te desnudas aquí mismo te castigaré…
—Mmm, ¿por qué será que no me huele a amenaza? —Ulisses se medio apoyó en la baranda y dejó que su camisa rodara por sus brazos, mostrando su torso —más bien… ¿es un reto?
Dev azotó levemente la pared con la correa y le sonrió de medio lado —No te confíes, puedo castigarte en más de una forma. Subió un peldaño con la clara intención de rozar uno de los pezones tornasolados que se alargaban hacia él.
—Debí haber traído un látigo —ondeó a propósito su torso para rozar los labios del rubio con uno de sus erectos pezones, para luego alejarse y subir a trote otros peldaños—, ¡alcánzame ya y dame mi merecido!
Se quedó con la lengua salida como un niño a punto de mamar. Sus ojos se abrieron apenas para ver el par de nalgas que se bamboleaban escaleras arriba. Su cerebro solo tardó en reaccionar un par de segundos y otra cosa salió de sus labios, de alguna manera fue amenazante… le daría su merecido ¡Oh si!
Ulisses se sentía como un chico de ocho años jugando al “atrápame si puedes”. Sabía que cuando Devlin lo atrapara lo iba a devorar lentamente. Eso lo ponía más caliente si es que eso podía ser posible. De tanta adrenalina ya su estrecha entrada ni siquiera escocía. Subió las escaleras de dos en dos hasta que llegó a la puerta del piso del rubio. Se apoyó en ella y le observó en la penumbra, con esos ojos cual gato alerta.
Devlin corrió tras el rastro de la camisa que ondeaba y cuando llegó arriba, (medio exhausto a causa de los ocho pisos), lanzó una pequeña exclamación cuando vio al modelo allí, de pie, las manos apoyadas en el marco de la puerta y la espalda recargada contra la superficie. Lo observaba con intensidad.
Su cansancio desapareció inmediatamente. En dos pasos llegó hasta él y lo tomó de nuevo abrazándolo, besándolo… podía devorarlo en ese mismo lugar y le importaría un bledo que su vecino los viera. —Me gustas… todo de ti me encanta, cada cosa, cada gesto… me fascinas Ulisses. Lástima que te vayas pasado mañana … te extrañaré.
El joven bebió cada palabra y su cuerpo respondió al estímulo, pero cuando escuchó las últimas palabras su rostro se descompuso en una mueca de sorpresa poco grata.
—¿Qué… qué has dicho? —le tomó el rostro con las manos y sus ojos hasta parecían de otro color—, ¿pasado mañana?
—¡Maldito Simon! —Sus manos acariciaron las que lo sostenían —Pensé que te lo había dicho, incluso de la forma en que me avisó a mi… casi con una sonrisa en sus labios. —Cerró los ojos y besó la palma de la mano que más cerca quedaba a sus labios. —¿Qué harás?
Ulisses se quedó en silencio unos segundos mientras procesaba todo. Prácticamente le quedaba un día de aquel idilio que había emprendido de la nada, algo que jamás hubiera pensado encontrar y que llegaría a su fin de una manera tan efímera que se le hizo injusto.
—Pensé que… tendría más tiempo —quiso sonreír, pero por más que quiso, la mueca no afloró en su rostro—, tengo que… tengo que irme entonces…
Devlin le dio un beso en la mejilla, como aquella tarde-noche en aquel restaurante cuando ya no pudo seguir conteniendo la atracción que el modelo ejercía sobre él. —Siento decírtelo… estuve pensando todo el día si ya lo sabías y si no te importaba irte… he pensando, he construido escenarios y he hecho conjeturas… —Le dio otro beso —No pongas esa cara, te extraño desde ya, odio que te vayas… y si te preguntas que pienso, la verdad es que desearía que no te fueras.
Le tomó de la mano y se la llevó a la boca. —Esto pasaría, y aunque no seamos nada…
—No, no sigas —se acercó y pegó su frente a la de él—, no sigas si lo que vas a decir es que todo esto se va a quedar aquí, porque yo no quiero que sea así —le vio fijamente—, claro que me importa irme, no quisiera tener que tomar un avión de regreso a Miami cuando me siento tan cómodo contigo —rozó sus labios con los del rubio— no era mentira cuando te dije que te quería Devlin… así te asuste o te parezca una locura.
Devlin lo abrazó sintiéndose vulnerable como nunca en su vida. —Seremos lo que tú quieras Ulisses. Soy yo el que se queda aquí ¿recuerdas? Tú eres el que debe decidir si hay un espacio para mí en tu itinerario. Si crees que puedes soportarme, que vivamos lejos o que debamos estar en lugares opuestos del planeta a menudo.
>>—Decide tu si esto es sólo sexo increíble, o si te abrumo demasiado. Yo respetaré lo que escojas.
Ulisses apretó la mandíbula y rodeó al rubio con sus brazos, besándole el cuello.
—Conocemos tan poco del otro y sin embargo siento como si te conociera de toda la vida —le rozó la nariz con cariño—, quiero saber todo de ti, lo que te gusta, lo que no te gusta… para eso no me alcanza un día, mucho menos una semana… o un mes —volvió a tomarle el rostro con suavidad—, dispongo del tiempo que sea necesario y no me importa tener que tomar aviones cada fin de semana, o esperar a que termines tu gira o a que logremos un espacio de vacaciones…
—Te quiero… —el rubio lo besó con ternura— Aún si vamos rápido o es una locura como dices, supongo que estas cosas pasan así. —Rió —Como compositor debería saberlo ¿no? —Le dio otro suave beso y abrió la puerta del apartamento. Lo tomó de la mano y lo llevó hasta la habitación que últimamente había sido de los dos.
El joven sonrió emocionado, siguiéndolo, pero apresándolo entre sus brazos cuando estuvieron en aquel sitio tan íntimo. Sus manos recorrieron la cintura y la espalda, viéndolo con intensidad.
—Entonces… —susurró en su oreja—, ¿puedo decir que eres mío y yo soy tuyo?
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