
Santiago se acercó por detrás a Simon y le entregó una botella de agua, el pobre hombre estaba desgastando la suela de su zapato izquierdo de tanto friccionarla en silencio contra el pavimento.
—Cálmate, lo que tenemos que hacer es planear como lidiar con esto ante la prensa.
Devlin le respondió al beso y lo apretó (no demasiado), con su mano libre. Luego le dio un leve empujoncito y se desprendió de él. No hizo lo de la mano porque se habían olvidado de ello. Con un dejo de satisfacción pícara le dio un leve toquecito a la mandíbula de Ulisses y se alejó. Cuando se acercó al Lear era todo sonrisas.
Se escuchó el grito de corte de Eric y el camarógrafo les pasó el Walkie Talkie. —Buen trabajo Ulisses, ¡Devlin, Repite tu llegada al avión que parece que te fueras a comer a la muchacha! ¡Tienes el corazón roto hombre!
Simon tomó la botella y la destapó sin quitar la vista del modelo.
—Por más disciplina que le impongo ese muchacho es imposible —hasta los colmillos parecían asomar—, ¿ves?, no ayuda con mi estrés… ¡pero me va a escuchar!
Ulisses rió bajito ante la cara de Devlin, quitándole la botella de agua para beber él un sorbo. Lo cierto es que ya quería llegar a casa, desnudarse y…
—Graba rápido esa escena —lo dijo al descuido, comenzando a caminar con su andar de pasarela para ir al hangar
—Cálmate Sy, jamás te he visto perder la serenidad de esa forma a menos que quieras sexo violento. —Santiago no pudo evitar la puya mientras le ponía una mano en el hombro, la misma que le ayudaba a apoyarse para hablarle al hombre en la oreja. La verdad es que la actuación de ese par es graciosa al margen de las consecuencias. Y a diferencia de Simon él si había visto las tomas que Eric supervisaba. Eran buenas, una reacción natural en pro de la riqueza visual.
Rebecca observó a Ulisses acercase y se levantó guiñándole un ojo a Mike. Mientras tanto Devlin le hizo gestos graciosos a la cámara y estiró brazos y piernas, el viento se transformaba en frío y la pobre modelo estaba harta de estar encorvada en la puerta mirándolo desde arriba.
—¿Todo bien? —Le preguntó por ser cortés y ella asintió. —Entonces, ahí vamos…
Simon alzó una ceja y medio giró el rostro, quedando cerca de la boca de Santiago. En su modalidad tiburón, pocas veces se retraía.
—¿Lo dices por la noche en San Francisco donde casi te arranco un pedazo de hombro? —sonrió y volvió a posar la mirada en Ulisses —, me enfada, pero ya sabes que algo bueno tendré que sacar de todo esto…
Ulisses terminó su botella de agua y recibió dos más de manos de las asistentes. Les sonrió tomando ambas y observando cómo Rebecca se acercaba.
—Así se habla “Sy”… —Lo dijo con toda la intensión del mundo, cuando lo veía tan bien parado, le daban ganas de moverle el piso. Y además quería aliviarse un poco de toda la tristeza que había sentido en la mañana. Empezar a acostumbrarse a que los dos podían ser amigos.
Eric hizo repetir la escena dos veces más, una porque el viento la hizo imposible y otra porque la modelo no estuvo lista y la cara de Devlin seguía un poco congelada. Al final la toma salió perfecta y todos pudieron soltar aire.
Gray sonrió de medio lado. El énfasis en el “Sy” le encantó, pues esa era la forma en la que Santiago lo llamaba cuando tenían sexo. Sexo del duro y pasional. Obligó a su cuerpo a no reaccionar ante el estímulo mental que le trajeron los recuerdos.
—Eres perverso, Vélez —se puso de pie y le miró de reojo—, agradece que tengo trabajo o de lo contrario te arrastraría a los baños.
Ulisses intentaba mantener la sonrisa mientras Rebecca le soltaba mil y una cosas fortuitas, estaba ansioso por irse con Dev, pero ante todo era un caballero.
—Y entonces todo mundo enloqueció cuando esa modelo comenzó a ponerse histérica —la mujer jugaba con la botella que Ulisses le había brindado—, y cuéntame… ¿alguna anécdota en especial de tu mundo de pasarela?
—Muchas, la verdad —desvió la mirada cuando vio que al fin la toma había terminado y Devlin venía de regreso al hangar —, pero creo que las dejaremos para otro momento —le sonrió y le palmeó el hombro —, tengo algunos asuntos que tratar con Eric y el señor Ford.
Antes de que se alejara demasiado Santiago, le murmuró: —estoy seguro de que no lo harías.
Cuando Devlin llegó al hangar estaba temblando de frío, se había ido despacio junto con la modelo después de ayudarla a bajar del jet. Iban charlando muy animadamente mientras atrás los seguían los de la cámara y la luminotecnia. La pista estaba oscura ya, y el único charco de luz era producido por el hangar principal, donde todos estaban.
El corcho rebotó y la espuma del vino salió empapando las manos y cara de uso cuantos. Eric tenía una copa en la mano y toda la intención de dar un discurso de celebración por lo que creía sería un éxito total. Las cámaras de Mtv se apagaron y los Vjs dudaron en quedarse. Santiago tuvo que hacer relaciones públicas y en una esquina alejada Devlin le dio un leve apretón a Ulisses.
El joven modelo le observó y se contuvo de darle un abrazo. Solo acarició los dedos y aguantó los comentarios de algunos miembros del set que los felicitaban por la jornada. Simon hablaba con los Vjs, pero no perdía su ojo de Ulisses. Cuando al fin los jóvenes se cansaron de preguntar, caminó hacia la parejita que aun estaba rodeada de gente.
—Ulisses —llamó haciéndole una seña sin dejar de caminar, alejándose de allí y esperando a que el muchacho llegara a su encuentro
El modelo se excusó y caminó tras su representante, sabiendo bien lo que le esperaba.
—Si vas a decir que fui imprudente y poco profesional, acepto los cargos.
El castaño alzó una ceja y sonrió mientras se acercaba al chico.
—No, no muchacho —le puso una mano en el hombro—, lo que has hecho hoy se llama estupidez y se apellida extrema. ¿Tienes idea de la labor en la que me has puesto ahora? Pero ya sé que siempre actúas así, nada me sorprende —se cruzó de brazos—, bueno… sí me sorprende que estés acostándote con él —señaló al rubio con el mentón
—¿De vuelta a ese tema? —el joven se sentía cansado, solo quería llegar a casa con Dev y perderse en su cuerpo por las horas que pudiera
—Te lo pregunto de nuevo, ¿ya te despediste? De este hangar saldrás directo a mi habitación de hotel Mateus, y te quedarás allí conmigo bajo llave porque tengo que asegurarme de que tomes ese maldito avión y te vayas a trabajar —se acercó más y le sonrió—, tranquilo, no buscaré aprovecharme de tu nueva preferencia sexual.
—Eres un maldito Gray —se alejó y le vio con enfado—, no voy a ir allí, voy con Devlin y fin de la discusión. Estaré a tiempo para tomar mi vuelo.
—No te creo nada —Simon lo tomó del brazo— abre bien tus oídos Ulisses, porque te voy a decir las cosas desde el ojo experto: lo tuyo con Devlin es deseo puro, carnal. Lujuria. Lo deseas, él te desea y mientras se sienta bien, los dos creen que son el uno para el otro, pero déjame decirte algo: eso es una cruel fantasía. ¿Qué harán a millas de distancia?, ¿qué esperas de él?, ¿qué espera él de ti? Tú tienes un trabajo, vendes tu belleza al mejor postor, cumples los sueños de aquellos que ven en ti a la musa de sus obras. Y Devlin, él es todo música, conciertos, entrevistas, giras que duran un año, nuevos discos… dime, porque tengo curiosidad, ¿crees que están hechos el uno para el otro?, ¿por qué no ves las cosas de la manera más simple Ulisses? Has sido el joven modelo que encantó al experimentado cantante, tuvieron su idilio y guardarán esos momentos para siempre cuando lleguen las noches solitarias. Pero ni tú eres requerido en su mundo… ni él es requerido en el tuyo. No compliques algo que no necesita complicación.
El joven escuchó todo, tratando de no prestar atención, pero lo cierto es que no dejaba de tener validez. Se soltó y observó a Devlin, que a lo lejos, hablaba con Santiago. Seguramente a él le daban el mismo sermón.
—Como sea, quiero irme con él —dijo volviendo la vista hacia su representante—, respeta la última memoria que quiero guardar para cuando regrese a las frívolas noches de Miami
—Y luego dirás adiós —sentenció Simon—, en serio Ulisses, no estoy jugando. Tienes trabajo y la concentración es la clave.
—Tranquilo Simon, la agencia seguirá ganando mucho —caminó alejándose unos pasos, no sin antes dedicarle otra mirada al castaño — definitivamente me agradas más cuando no tienes despierto a ese tiburón.
Devlin lanzó una carcajadita ante lo que Santiago le decía. Le estaba contando la semi crisis en la que había entrado Gray cuando habían improvisado. —¿Crees que se vea muy mal?
—¿Es el fin de todo esto no? —Miró el líquido ámbar en su copa y lo agitó. —Si hay consecuencias seguro sabremos lidiar con ellas porque en todo el video no hubo un acercamiento tan contundente.
—Provoquemos y luego lidiemos con ello. —Vio a Ulisses abandonar la compañía de su agente y dejó su copa a un lado, quería estar sobrio esa noche.
—Seguro le está diciendo cosas horrendas de ti —Santiago señaló hacia el hombre pálido y ojeroso.
Devlin observó a su amigo con una ceja levantada. —Es porque no me conoce y es porque creo que tiene complejo de padre.
—Yo pienso lo mismo que él.
—Y yo. El único que parece hacer un verdadero esfuerzo aquí es Ulisses. —Miró a su agente muy serio —Pero después de esta noche o acabo con las dudas o me ahogo en ellas. —Se preparó para reunirse con Ulisses y marcharse allí. —Por favor, dile a Simon que yo me encargo de tenerlo a tiempo en Heathrow.
Caminó hacia él entre las sombras del exterior y lo abrazó para salir de una vez por todas de ese evento improvisado. Atrás quedaban Santiago y Simon para hacer sus trabajos: Detectar problemas y solucionarlos antes de que estallaran. Santiago caminó hacia Simon levantando su copa.
—Quita esa cara y déjalos. Ya están grandecitos.
Simon le tomó la copa y bebió todo el contenido de golpe.
—Lo sé, pero esa carita de Ulisses me da qué pensar —le extendió la copa vacía—, por cierto... —se acercó a su oreja— sí lo hubiera hecho —sonrió refiriéndose al asunto de arrastrarlo hacia los baños
Santiago frunció el ceño mientras se recostaba contra una de las mesas a su lado. —No debes tomar con esas cosas dentro de tu organismo, y segundo, no lo harías, estoy seguro de que en ningún momento he estado en peligro.
Simon rió y le desanudó la corbata.
—Créeme Santiago… ganas no me faltan. Pero sé que irremediablemente sería lanzado lejos si hago un acercamiento peligroso —jaló la tela y enredó en ella su dedo
El moreno lanzó una carcajada con todas sus ganas —Y yo que pensé que era porque te gusta estar en forma y dar tu mejor aspecto y ahora pareces un fideíto. —Le sonrió de medio lado con intención y buscó con la mirada para ver si aún quedaba algo de la caja de vino espumoso.
El castaño frunció el ceño y se acercó más, tomándolo de la barbilla.
—“Fideíto” y lo que quieras… pero sabría bien cómo darte un buen rato —pasó sus dedos por los labios del español—, pero te atienes a las consecuencias de darme luz verde.
Santiago le pasó la lengua por el dedo y lo miró a los ojos —Si tú te atienes a las consecuencias de sobrepasarte conmigo…
Simon fijó sus ojos en los del moreno y sonrió.
—No hablas en serio —se alejó unos pasos—, te conozco…
—Ya te lo dije, no eres capaz. Estoy perfectamente a salvo
—Oh, capaz soy Santiago —encontró una botella y se la tendió al español—, pero tú no me tocarías ni un pelo.
Santiago la recibió y bebió directamente de ella. Pero se la negó a Simon cuando quiso tomarla. —Creo recordar que ya te he tocado mucho más que un pelo Sy.
El castaño le observó serio, pero luego sonrió y simplemente se apoyó en la mesa, quitando su corbata y soltando tres botones de su camisa.
—Perverso —dijo viendo hacia el cielo que comenzaba a llenarse de estrellas—, me haces recordar y desear…
—Me imagino… —Bebió de nuevo de la botella y miró también al cielo. —¿Sabes Sy? Sobre que puedes darme un buen rato…
Simon le vio de reojo y alzó una ceja.
—¿Sí?...
Santiago se quitó las gafas y se restregó los ojos. Tomó una mano de Simon y jugó con ella. —Cuando encuentres a esa persona especial para ti, ten presente que el placer no se compone solo de buenos ratos. Tampoco el amor. —Le besó la mano y luego la dejó bajo su barbilla —Cuando dices eso, tu valor se baja ante cualquiera que te aprecie o se interese en ti.
El agente escuchó sin quitarle la mirada, incluso sintiendo la caricia en sus dedos. Sonrió, porque dentro ya esperaba una salida así por parte del español. Tenía un tino para esos comentarios…
—Gracias por la lección, profesor —apartó su mano y se irguió, arreglando su camisa—, ha sido una velada encantadora pero tengo un avión que tomar mañana —sacó su móvil y comenzó a programar en su agenda mientras caminaba hacia la salida —ah, por cierto —se medio giró para ver por última vez al moreno—, intenta que tu muchacho lleve a mi modelo al aeropuerto, ¿por favor?
—¡Ey! ¿No te dije? Devlin se comprometió a llevarlo. —Dio una breve carrerita con la botella en la mano y lo alcanzó. —Vamos Sy, no te pongas así, pareces un niño mimado al que no le resultan las cosas. —Lo tomó de la chaqueta para frenarlo —¿Quieres sexo? Yo también. No es gran cosa, todos tenemos necesidades y no me voy a poner a pelear contigo cuando trato de ser tu amigo.
—Tú lo has dicho —le sonrió soltando su chaqueta—, mi “amigo” —resaltó la palabra—, los amigos no tienen sexo Santiago… y sé bien que eso es lo único que queda, así que —desvió la mirada—, te… te hablaré cuando encuentre un buen lugar para lidiar con… con todo.
El moreno lo tomó del brazo y le plantó un fuerte beso en los labios, haciendo realidad ante el público lo que no se había visto durante la filmación entre los dos protagonistas. Ya casi todos habían partido, y las botellas estaban vacías. El servicio de limpieza contratado empezaba con su trabajo, pero eso no le importó a Santiago, absorto como estaba en explorar a fondo la boca de Simon que le sabía a licor y a añoranza.
El castaño se tambaleó un poco ante el agarre desprevenido, aferrándose a los brazos del moreno para no perder el equilibrio. Dejó que su boca fuera conquistada de nuevo, respondiendo al beso mientras escuchaba el murmullo de la gente que comenzaba a ordenar el lugar.
—No —se separó con un jadeo, mirándolo a los ojos—, si no puedes terminarlo no lo empieces
Santiago sonrió de corazón —Puedo terminarlo, creí que había dejado eso en claro esta mañana, pero lo complicado es lidiar con las consecuencias. Tú quieres sexo, yo quiero amor. Tú me puedes dar lo primero pero a mi me tocaría rogar por lo segundo.
Simon entrecerró los ojos y se pegó de nuevo a él, tomándole el rostro con las manos.
—¿Tan vacío crees que estoy? —cerró sus ojos pegando su frente a la del moreno—, ¿no te das cuenta que si estoy como estoy es porque te amo y sé que lo arruiné en grande?, no tienes que rogar Santi… quien debe rogar soy yo para que me perdones.
—¡Basta de ruegos Simon! Ya te dije que te perdoné, ya te dije que eso quedaba en el pasado. —Le pasó un dedo por la mejilla —Ahora en tus manos está decidir, te acuestas conmigo esta noche sabiendo que sólo estaremos juntos por un par de horas, o esperamos a que ordenes tu vida y volvemos a empezar de cero. —Era un tonto por decirlo, era un tonto por creerle a Simon y darle una segunda oportunidad a sabiendas de que si volvía ser como antes de él no iba a quedar nada. Su corazón había hablado, ¿para que negarlo?
Simon se quedó callado y un tanto sorprendido por escuchar eso. ¿En realidad le estaba dando una segunda oportunidad? Sintió cómo su corazón recibía esa calidez que hacía mucho tiempo venía buscando. Se llenó de ansiedad y sus manos hasta comenzaron a hormiguear. Era una situación bizarra, como cuando a un niño le dan un dulce que desde tiempo viene deseando… ahora que lo tenía, no sabía qué hacer.
—Soy… un fideíto —atinó a decir mientras le acariciaba el rostro al moreno—, quizá te guste verme más gordito…
Santiago soltó una nueva carcajada, lo abrazó y casi lo levantó del piso. No pesaba nada… —Eso me encantaría. No muy gordito porque eso también te haría daño, digamos que me gustaría un “Sy” al que tuviera de donde agarrar cuando estamos en esas.
El castaño le sonrió y ladeó la cabeza, viéndolo con los ojitos pícaros de antaño.
—Sí… porque si me agarras así ahora, seguro me partes en dos —le rodeó el cuello con los brazos—, no hay pata de cama que te aguante…
—¿Estás feliz? —Le preguntó tomándolo de la mano y dirigiéndose al estacionamiento.
—Mucho —le besó la mano y lo jaló hacia su auto— y lo estaré aun más si duermes conmigo otra vez…
—En ese caso aprovechemos el tiempo, nos quedan pocas horas antes de que ese avión se vaya. —Lo esperó dentro del automóvil —¿Simon?
El castaño le sonrió y se metió al auto, besándolo de nuevo con muchas ganas.
—Vamos entonces amor…
Santiago devolvió el gesto y le sonrió mientras quitaba los cabellos castaños que cubrían a medias sus profundas ojeras: —No vuelvas a decir cosas como “pasar el rato”, me duele oírte hablar así.
Simon asintió y dejó a un lado la molestia que le dio ese comentario.
—Lo prometo —rendía sus armas para hacer las paces—, y si te lo digo de nuevo será porque estemos en medio de una sesión de… —se mordió el labio y le dio otro beso
Santiago rió de nuevo antes de besarlo. De alguna extraña manera sentía su corazón vivo y rebosante como no lo tenía desde mucho tiempo atrás. Lo estaba entregando todo, ¿pero no se suponía que de eso se trataba la vida?
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Ulisses sonrió hacia su rubio compañero mientras subían las escaleras. Por alguna razón que aun no definía del todo, el cantante iba peldaño a peldaño como si no quisiera que se terminaran las gradas y dejar la cálida compañía de su cuerpo, lado a lado, tomados de la mano. Si tenía que ser sincero, él tampoco quería romper esa camaradería y cariño. Sin pensarlo mucho, se acercó y le rodeó la cintura, dejando su cabeza en el hombro del rubio mientras terminaban de recorrer los últimos peldaños.
Devlin le sonrió y le dio un beso en la coronilla. —Mmh ¿Viste si el kiosko de la esquina estaba abierto? —Se detuvo por completo en el tercer piso.
—¿Tienes hambre? —alzó su rostro para darle un besito de trompita
Devlin se lo dio, y le dio otro más. Sentía el corazón pesado y sacó las llaves de su apartamento ofreciéndoselas a Ulisses. —Me demoro 20 minutos, por si tengo que ir hasta el mini súper. Pide comida, o haz lo que quieras “mi casa es tu casa”.
Le dio otro beso y bajó las escaleras corriendo, las manos le empezaban a sudar y la ansiedad le estaba llegando al tope.
Ulisses quiso pedirle que se quedara, pero ya el rubio se había fugado. Suspiró y terminó de subir con mil cosas en su enmarañada cabeza, entrando al fin en el apartamento (que ya casi podía llamarlo casa de lo cómodo que se sentía). Dejó las llaves en la mesita y se acercó a la ventana, observando el rumor de la ciudad durmiente.
Devlin abrió la puerta de cristal y corrió hasta alcanzar el kiosko en cuestión, Artie “el oso” estaba apenas cerrando, tuvo que gritarle antes de que cerrara por completo la reja.
—¡Señor Ford!—Hacía tiempo que no lo veía, tengo un súper paquete exclusivamente para usted. Parece que esos viejos verdes de los periódicos son felices inventándole cosas, pero sepa que no creo ni una palabra de esa basura.
—Gracias Artie. –Casi no lo escuchaba, solo miraba hacia adentro de la caseta con inquietud —¿Tienes Lucky?
Los ojos del “oso” se agrandaron —¿Está seguro señor? Recuerde que me hizo prometer…
—¡Lo sé! Pero es eso o un derrame cerebral… ¿Qué dices?
El hombre le entregó el paquete con reticencia.
Ulisses mientras tanto estaba en el balcón, apoyado en el barandal mientras sentía el viento en su rostro. Los minutos pasaban, las horas volaban y en poco tiempo él estaría subido en un avión, regresando a su realidad. Le daba mucha tristeza, no quería irse. ¿Dev sentiría lo mismo?
Abajo, sobre la acera y dando vueltas de un lado a otro, Devlin ya iba por su segundo cigarrillo. Debería estar arriba, complaciendo al brasilerito, dándole cada cosa que pidiera, pero no podía, sentía un angustia tan extraña que no estaba seguro de que si quiera se le parase… no quería ofenderlo con un episodio de impotencia.
El joven observó el reloj y la angustia se le pintó en el rostro. Ya habían pasado más de 20 minutos… ¿qué estaría haciendo Dev? Quiso salir de allí para ir a buscarlo, pero ¿y si se cruzaban?, ¡terminarían buscándose el resto de la noche! Bufó en la puerta y se sentó en el sofá, cruzándose de brazos. Sentía que el tiempo se le iba de las manos como el agua.
Al final Devlin se demoró más de media hora. Hubo un momento en que cruzó la calle y se paró enfrente de su edificio mirando hacia su piso. De hecho, allí decidió que era hora de terminar con su episodio paranoico y darle la cara al asunto.
Se metió la última colilla al bolsillo y subió antes de mirar su reloj, las 08:30 ¿Qué estaría haciendo arriba el modelo? ¿Estaría vestido, desnudo o bañándose o…? La sensación volvió, quería verlo, no tenía idea de cómo se las iba a arreglar de ahí en adelante para llenar el hueco en su casa su rutina y su vida en general.
Tomó una decisión y abrió la puerta que lo conduciría a las escaleras de emergencia.
Ulisses había regresado al balcón, pero se había tendido de espaldas al suelo, observando las estrellas. Aquello era lo único que lo calmaba y le recordaba sus días en Río. Su mano acariciaba su estómago mientras su mente volaba a mil lugares distintos. Si no se hubiera tumbado y obligado a calmarse, estaría como loco buscando al rubio. Quizá era simplemente que… todo había acabado ya.
—¡Ulisses! —Devlin abrió su puerta y la estrelló contra la pared. Por una vez en la vida no se lavó las manos justo al llegar. Sentía que su respiración salía como la de un caballo después de una carrera ¿Estaría en el dormitorio? ¿En el baño?
El joven escuchó el estruendo y se medio movió de su posición.
—¡En el balcón!
Devlin se dirigió allá, cruzó las materas con los papiros sembrados y lo vio contra la reja recostado.
—Oye, ¿qué haces ahí? —Se le sentó al lado sonriendo.
—Pensar en dónde te habías metido —le extendió la mano—ven… túmbate aquí conmigo
Devlin lo miró con la duda en los ojos. —No creo que te guste mi olor ahora mismo…
Ulisses siguió con la mano extendida.
—No importa… ven aquí.
Le sonrió y le hizo caso a pesar de que sus manos no estaban limpias, estaban sudadas, tenían la sensación de haber manipulado dinero y cosas externas a su casa. Se recostó a su lado en el suelo, prometiéndose una pronta limpieza. —Ulisses… quiero hablar contigo seriamente…
El joven fijó de nuevo su vista en las estrellas, suspirando.
—Lo sé…
El rubio le tomó la mano y le extendió el dedo meñique —Nunca pensé que algo como entre lo que ha ocurrido entre los dos me sucedería —Si, era directo, pero era su forma de hacer las cosas. Ése sería un primer factor. El segundo, sería que todo el mundo está en contra de lo que sea que haya entre nosotros. —Le haló un segundo dedo y luego el de la mitad —De otro lado, eres muy joven Ulisses… y sospecho que soy bastante mayor para ti… —Otro dedo —Vivimos muy lejos uno de otro y con trabajos que no nos dejan espacio para nada más. —Por fin llegó hasta el pulgar —Finalmente, no sé que hay entre los dos…
El joven escuchó y se dejó hacer, pero no dejó de ver el firmamento. Las palabras de Simon comenzaban a mezclarse con las de Devlin y supo que quizá el único con una convicción en esa relación era él.
—¿Te gusta estar conmigo? —dijo de repente, girando su rostro para verlo
—Adoro estar contigo Ulisses. Amo cada pequeño momento… pero no soy una persona romántica, nunca he tenido una relación seria y eso me llena de miedo…
Soltó la mano del modelo y se retrajo —Supongo que por eso quiero hablar de esto contigo. Había que discutirlo en algún momento ¿no?
—¿Aun crees que hago algo de esto por buscar fama? —el joven siguió con los cuestionamientos que lo aquejaban
—Eso no parece salir de tu boca sino de la de Simon Gray —Miró al cielo también. —Supongo que realmente, como se han desarrollado las cosas entre los dos, yo no podría creer eso, para empezar yo te seduje.
Ulisses se irguió y dejó su cabeza descansar sobre su mano, quedándose recostado de lado.
—Lo pregunto porque no quiero que tengas la más mínima duda —lo vio serio—, me gustas… me siento muy bien cuando estoy contigo. Si no fuera así, no hubiera dejado que las cosas llegaran hasta este extremo —posó su mano sobre el pecho del rubio—, no quiero ponerle punto final a esto esta noche.
Devlin sonrió y tomó la mano del modelo entre la suya y volvió a extender las “5 razones en contra” valiéndose de los dedos de Ulisses. Sólo volteó su cabeza para mirarlo a los ojos —Suponiendo que estas cinco no importan, y que Santiago y Gray pueden irse a comer… lo que quieran… ¿Podríamos entonces ser como una especie de novios o algo así? —se ruborizó. —Amante es una palabra que no me gusta, porque no eres solo cama y ya. Y novio no deja de ser cursi, pero es realmente el único término…
El joven sonrió y entrelazó sus dedos con los del rubio.
—Me encantaría ser tu novio —susurró inclinándose sobre él para verlo directo a los ojos—, tu amante… tu amigo… tu pareja… lo que tú quieras. Soy tuyo, ¿recuerdas?
Devlin le besó la mano. —Aún me sigue sonando increíble, y ya sabes, aunque no te lo diga, también soy tuyo. Con todos los locos defectos y cosas extrañas, lo soy, hasta que te aburras de mí.
Iba a inclinarse a darle un beso pero se detuvo en seco. —No hemos terminado. Nos falta solucionar la parte de la distancia… y creo, solo creo, que soy bastante celoso. —Volvió a dejar chocar la cabeza contra el suelo y se tapó los ojos con un brazo, el otro era de Ulisses. —No sé como me vas a aguantar… Deberás tener la paciencia de un santo, amor.
El moreno se recostó sobre su pecho y lo abrazó.
—Existe el teléfono… y el Internet. Mientras estés de gira te llamaré o te dejaré un mensaje cada vez que pueda… y en una escapada, tomo un avión y me llego a meter a tu cuarto de hotel —levantó un poco la cabeza y le sonrió—, ¿celoso?... mmm… nadie más tocará lo que es tuyo.
—Eso espero… —Le acarició el cabello tocando la espesa mata oscura a conciencia, tratando de grabar en sus manos la textura y la fortaleza de una de las principales (y bellas) características del moreno. —Llámame cuando estés en Milán, cuando tengas una pausa, hago de todo y te llego allá…
—Lo haré amor —le dio un beso suave para luego separarse un poco y verlo con una franca sonrisa—, dime que tú crees en nosotros y no necesitaré más. Que se agarre Simon… y que Santiago se aguante las caras. No desistiré ni porque estés en
—Ulisses, me das tanto que temo cagarla hasta el fondo un día de estos. —Le dio un suave beso —Y bueno, si estoy aquí, angustiado por todo esto, y con media cajetilla en los pulmones, es porque creo que tenemos algo… ¿me atrevería a decir que desde el momento en que nos vimos y casi te devoro en esa cama bajo los reflectores?
—Mmm…. ¿Te confieso algo?, ¡pero no le cuentes a nadie! —el modelo se acomodó mejor sobre su cuerpo
—¿Como requisito para conocer todos y cada uno de tus secretos? —rió prolongando las caricias sobre el cuerpo tendido encima de él. —Dímelos todos.
—Cuando Simon me escribió contándome que querías contratarme… busqué tu foto y una emoción indescriptible me invadió, eras el cantante cuya voz me encantaba —le besó el pecho—, cuando te vi bajando las gradas debo ser sincero, te devoré con la mirada… y en esa escena de cama… me sacaste los colores y el calor porque creí que ibas a besarme… —acarició el rostro del rubio y le sonrió— así que… sí… creo que desde ese entonces me flechaste.
—¡Oh Ulisses! Iba a hacer mucho más que besarte, créeme. —Rodó sobre él y lo besó cubriéndolo totalmente con su cuerpo. —Y debo agregar que después de todo eso, estoy disfrutando nuestro primer momento juntos como pareja oficial.
El joven jadeó a propósito y abrió las piernas, dejando que el rubio se acomodara sobre su cuerpo.
—Amor… qué bien se siente tenerte así conmigo.
Devlin rió y le besó el cuello y el mentón, le encantaba como se sentía la apenas barba que llevaba Ulisses. —Hablando de eso, ¿Qué dices de nuestros planes? ¿Cocino, pedimos, o nos morimos de hambre mientras gastamos energía? —Haló el lóbulo de la oreja del muchacho al tiempo que hacía un sonido de deleite —Tengo la firme intención de que llegues agotado a ese avión.
—Mmmmm… si prometen traer la comida en tiempo record y puedo usarte como plato —le hizo ojitos
Soltó una carcajada, y le habló sobre los labios mientras sus ojos recorrían con hambre el pecho de Ulisses mientras desabotonaba un primer botón. —Ya lo intentaste, ¿recuerdas? Tuvimos que cambiar las sábanas… además para mi es un honor cocinar para ti. —Desabrochó otro botón y lo miró con su gesto más manipulador y “malvado”.
El joven alzó una ceja y se dejó hacer, pasando sus manos por los brazos del rubio.
—Está bien… pero yo te ayudo… y cocinamos desnudos…
—¿Y no me darás una probadita antes? ¿Tanta hambre tienes amor? —Devlin se bajó la cremallera del jean e hizo ojitos de cachorro.
Ulisses bajó su mano y pasó en un roce por la entrepierna de su compañero, volando hacia su propia cremallera para bajarla también.
—Sabes que soy un hombre de mucho apetito —le sonrió con malicia
—Gracias a los dioses… —Devlin se apoyó en las manos y dio un primer embate contra la dura entrepierna del moreno —Aprovechemos que Lady Rootwood está de vacaciones… podemos ser tan exhibicionistas como queramos…
—¿Dándole envidia a tus vecinos amor? —se movió de manera sinuosa contra él, metiendo las manos entre su pantalón para apretarle los glúteos—, los voy a despertar con mis jadeos…
—Grita lo que quieras, me encanta que lo hagas, sobre todo cuando estoy dentro de ti —Elevó su cadera para darle más espacio a las manos de su amante y luego las bajó en un movimiento contundente que marcó el comienzo de un apasionado movimiento, sus dientes mordieron el labio inferior del modelo y lo halaron con exquisita sensualidad, para ratificarle que de hecho era suyo. Desafiándolo en todo momento con sus ojos, aún a la escasa luz de las ocultas estrellas.
El joven apretó la carne entre sus manos, moviéndose al cadencioso compás sin despegar su mirada del rubio. Ver a Devlin sobre él con el firmamento de fondo, era como tener una instantánea para poblar sus sueños en los días en que no lo tendría a su lado. En un movimiento desesperado, sacó sus manos de allí y jaló el pantalón del rubio hasta sus muslos, trayéndose consigo de una vez la ropa interior. Luego casi destrozó su pantalón y se giró boca abajo, elevando las caderas.
Devlin afrontó un dilema, no podía usar sus manos sucias para tocar a su novio, y ciertamente se negaba a tratarlo como un actor de porno al que se le podía escupir en el esfínter para lubricarlo. Con un escaso gemido de excitación se arrastró hacia atrás y ensartó su lengua sin previo aviso, en el cuerpo del moreno.
—¡Ah! —Ulisses se apoyó en sus codos y medio giró el rostro para ver a su pareja en acción. Nunca sabía por dónde iba a atacar y eso le encantaba. Hacer el amor con él nunca sería aburrido. Además, adoraba que fuera considerado y siempre pensara en el bienestar de ese punto en especial (cosa que él tendría que hacer), siempre lo mimaba de una muy pervertida manera.
Le dio un suave mordisco tratando de abarcar lo que su lengua había abandonado, una piel que se le escurría entre los dientes pero que no dejaba de causarle una llamarada de excitante fuego en el bajo vientre. Luego se irguió y se sentó en los talones. Jamás lo había hecho totalmente vestido, pero nunca era tarde para aprender— ¿Ulisses?
El joven protestó por el abandono de las caricias, pero ante el llamado de su novio no pudo resistirse. Se detuvo en sus brazos y se giró lentamente, pantalones a los muslos y una notable erección.
—¿Qué pasa? —le sonrió sabiendo que la vista que ofrecía era bastante irresistible
—Mira quien tiene frío. —Sus ojos se enfocaron en su dureza, una clara llamada para que Ulisses se hiciera cargo de lo que había despertado.
El modelo se mordió el labio y se irguió, gateando hasta llegar frente a él, descendiendo y examinando el miembro como si fuera un científico.
—Ohhh cielos… no parece que tuviera frío… mira qué grande que está —su dedo índice se apoyó en la punta y lo meneó hacia los lados —tenemos que buscar un remedio señor Ford, no es posible que pase frío —le observó desde abajo y le sonrió.
—Calcule bien sus movimientos señorito Mateus, cualquiera que sea su opción estoy seguro de que se le rendirá muy pronto. —Devlin sonreía cínico pero decía la verdad, estaba soportando la urgencia desde la encerrona en el baño. Se había fumado varios cigarrillos en parte por la ansiedad y en parte porque a pesar de todo su maldita erección seguía ahí con la clara intensión de anularle el juicio. Ahora que tenía pase libre su necesidad se había multiplicado.
Ulisses rió con ganas y sin pensarlo más, sacó de sus piernas el pantalón y la ropa interior que le estorbaba para moverse mejor.
—Creo que tengo el remedio perfecto —mientras decía eso, sus brazos se colocaban alrededor del cuello del rubio — es un lugar calentito, apretado…—alzó sus caderas y dejó que sus nalgas hicieran contacto con esa dureza—, muy deseoso de quitarle el frío
El rubio soltó un quejido y sus caderas se movieron por propia voluntad tratando de acoplarse de una vez por todas a ese lugar. —Me encanta cuando me hablas así —Le mordió los labios y lentamente se recostó en el suelo observando a Ulisses sólo vestido con su camisa y su chaqueta, era por mucho lo más erótico que había visto en la vida. Su erección asomaba por los faldones de la camisa y entre sombras alcanzaba a distinguir a su pene casi forrado.
—¿Qué espera joven Mateus? Esta delicada operación depende sólo de usted. —Le sonrió mientras sentía que todo el cuerpo le latía en expectativa, pero se obligó a calmarse y cruzó sus brazos tras su cabeza.
Ulisses entreabrió los labios, dejando que su rostro mostrara una de esas caras de las fotos cuando le decían que luciera “sensual, sexy y provocativo”. Sus manos se apoyaron en el pecho del rubio y arañaron abriendo la camisa, metiéndose a fuerza para sentir la calidez de su piel. Mientras hacía eso, sus caderas seguían moviéndose, rozando pero no penetrándose, alargando la tortura porque sabía que Devlin estaba ansioso y parte de él disfrutaba cuando se sentía deseado al límite.
—Pone sobre mí una gran responsabilidad, señor Ford —susurró de manera sensual mientras sus nalgas seguían masajeando esa erección palpitante —espero ser un buen remedio para… —se detuvo unos segundos y llevó sus manos hacia sus glúteos para separarlos y dejar expuesta su entrada que ya necesitaba abrigar en su interior a su compañero de juegos —su problema…
Descendió lentamente, empalándose y cerrando los ojos. Siseó ante el ardor al no estar completamente lubricado, pero comenzaba a acostumbrarse a ser tomado así. Claro, podía más el intenso deseo que su cuerpo exudaba por todos los poros.
El rubio dejó salir todo el aire de su garganta y se arqueó hacia atrás sosteniéndose apenas de los tupidos barrotes de la baranda. A fuerza sus dedos traspasaron los obstáculos para aferrarse al metal y soportar mejor la sensación avasallante que lo estaba volviendo loco.
La batalla la perdieron sus ojos cuando el placer fue tan intenso que tuvo que cerrarlos, echar la cabeza hacia atrás y abrir la boca. Pero no quería perder la sensual visión del modelo sobre él, dándose placer. Nunca pensó que sentirse usado podría ser tan sensual.
Ulisses seguía concentrado en cabalgar a su compañero, buscando el punto exacto para comenzar a delirar. Sus manos hacían presión sobre el pecho de Devlin para no dejarle moverse demasiado, en ese momento era él quien llevaba las riendas. Así que se acomodó mejor y comenzó a moverse de manera circular, gimiendo y humedeciendo sus prendas por el sudor. La noción de estarlo haciendo en el balcón, al aire libre, expuestos a ser vistos por cualquiera, lograba encenderlo en una turbadora manera.
Cuando el movimiento lo llevó a encontrar su centro deseado, dio un respingo y se quedó quieto unos segundos, antes de comenzar a subir y bajar, cabalgando como un jockey experimentado, domando a su fiera rubia.
Devlin sentía que iba a doblar algún barrote, y estaba haciendo lo posible por no emitir ningún ruido mientras lo trataban como a una montura, si jadeaba siquiera, todo habría acabado. Sus ojos no se despegaron del hombre que lo poseía a cabalidad. Miles de pensamientos turbadores, miles de sensaciones escondidas que jamás había experimentado le masajearon tan placenteramente el cerebro que lo sintió como un empalagoso masaje a su punto más sensible.
Apretó las nalgas tratando de contenerse aunque sabía que ya era tarde, no podría contenerse por mucho más.
—¡No te contengas amor! —jadeó el moreno sin detenerse, observándolo con la máxima expresión de la lujuria —me encanta… ver —apenas podía hablar porque aumentó la velocidad buscando llegar con su compañero —esa carita… mmmm…
Era una sugerencia perfecta, la mejor de todas las que le hubieran hecho jamás. Devlin hizo temblar la larga baranda mientras se aferraba más a ella y arqueaba de forma imposible la espalda, a riesgo de lastimarse la pelvis al subir a Ulisses con él. De sus labios sólo salió un “ja”, y sus sentidos se liberaron hacia un país lleno del más puro gozo y plenitud.
Ulisses sintió cómo era colmado, pero siguió moviéndose por otro rato hasta que él llegó al mismo punto. Sonrió con satisfacción luego del sonoro jadeo que delató su culminación, observando al rubio desmadejado bajo su cuerpo y los barrotes algo torcidos.
—Creo que… —aun se meneó— necesitas… otra baranda…
El rubio lo miró preguntándose de dónde sacaba energía para mantenerse en pie con esos orgasmos devastadores ¿Sería él el único en sentirlos así? Quiso abrir la boca para contestarle que junto con la baranda necesitaba también testículos nuevos… o 20 años menos. Pero tenía la lengua pegada al paladar y si hablaba dejaba de respirar. Así que sólo cerró los ojos y acomodó su cabeza de medio lado para descansarla de la contorsión, dejando que cada uno de sus dedos se despegaran del metal cuando lo creyeran conveniente. Ulisses podía hacer lo que quisiera, él le había dado ese poder y además, era el único vivo entre los dos.
5 comentarios:
Me encanta tu historia, la encontré por casualidad y me re colgué. seguí publicando. suerte .
Gracias por leer y gracias por tu comentario!!
Seguimos aca!!! Actualiza pronto, la historia va en lo mejor!! Me hubiese gustado que Santiago se hubiera hecho de rogar mas!! Pero su historia esta divina, me encantan.
jajaja hola Prim!
Bueno, créeme de primerazo no se hace rogar mucho pero espera y verás cuando llegue el desquité, pensarás: pobre Simon XDD
Gracias por leernos y comentar!!
Carmilla te felicito, ahora al fin puedo leerte y me ha encantado, estoy comenzando, si lo sé muy rezagada, pero adoro leer así que espero comentar pronto.
Cariños.
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